El complejo entramado de crisis económica, social, política y climática nos demanda acciones contundentes. El mundo invierte en grandes tecnologías, cuando la respuesta está en las prácticas más remotas y cotidianas, y en la mirada crítica que permite pensar y repensar la realidad para transformarla.
El enfoque tecnocéntrico no reconoce que el uso que se hace de la naturaleza en aras del desarrollo tecnológico, continúa siendo desde un enfoque neoclásico, la tecnología y la innovación, no son sustitutos de energía y la naturaleza, sino destructores de esta.
El mundo aparece como un escenario complejo que nos demanda una mirada surrealista ante el panorama ridículo que se nos presenta actualmente. Guerras, hambre de poder y codicia, en un afán por la destrucción del mundo. André Breton, en los años 50 del siglo pasado, cuestionó la superioridad del antropomorfismo que ubica a las personas sobre el resto de seres vivos. Como si no fuéramos parte de la naturaleza misma. Esto ha llevado a las violencias múltiples, los despojos y la destrucción de cuerpos, comunidades y territorios en el mundo, y es legitimado por un sistema que valora el dinero y las mercancías por sobre la vida; que ha logrado mercantilizar todo, que le ha puesto precio y ha objetivado las relaciones humanas enmarcadas en el actual sistema de producción capitalista.
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Pero si bien el actual sistema capitalista va dejando un mundo doliente, es imperante recuperar ese surrealismo contestatario que invita a construir espacios de esperanza. Es desde el dolor, la tristeza, el individualismo y el odio, que el sistema actual se nutre inyectando dosis de letargo, apatía e indiferencia. Urge promover procesos emancipadores y revolucionarios, desde el amor, la compasión y desde lo posible. Se requiere un cambio paradigmático. Pasar de la cultura del desecho y el plástico, a reconocer la riqueza en los modos de vida de baja energía, de forma equitativa, y no como ha sido hasta ahora, el sacrificio de muchos para las ganancias de pocos. Es apremiante recuperar los aportes de Georgescu-Roegen sobre bioeconomía.
Recuperemos el surrealismo poético que motiva la reflexión. No se trata de construir y desarrollar una nueva sensibilidad, sino de activar aquello que ha permanecido adormecido, pavimentado por los procesos de urbanización ideológica. Alimentar la sensibilidad poética, que nos hacer poner atención al mundo que nos rodea, que nos invita a cuestionarlo, que nos permite identificar lo que nos molesta, lo que nos duele y nos resulta problemático, que interpela a nuestra creatividad para buscar e idear formas de resolución de los actuales problemas socioambientales. Recuperar el pensamiento utópico. La posibilidad de la humildad ambiental. Aquella que demanda que dejemos de ser esclavos de las actuales formas energéticas, para adoptar modos de vida que permitan restaurar y reparar a la Madre Tierra y todos los seres que en ella habitamos. Modos de vida que no estén basados en la explotación y las injusticias, sino en el bienestar colectivo y el cuidado de la Madre Tierra y de la vida.
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