Viernes, abril 19, 2024

Recuperan 25 ensayos y artículos del etnohistoriador Wigberto Jiménez Moreno

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En la fundación de la Universidad de las Américas Puebla estuvo involucrado un hombre de saber enciclopédico: el etnohistoriador Wigberto Jiménez Moreno (1909–1985), de quien por primera vez se han recogido 25 ensayos y artículos.

Bajo el nombre de Wigberto Jiménez Moreno. Obras escogidas de la historia antigua de México, el libro editado por Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) refiere a quien es considerado precursor y padre de la Etnohistoria en México, e impulsor de dos direcciones dentro de la institución: de Estudios Históricos y de Etnohistoria.

El volumen rompe además con una idea: que el etnohistoriador no dejó una “gran obra” escrita que lo elevara a los altares de la antropología mexicana. Por tanto, esta publicación otorga a las nuevas generaciones de antropólogos la verdadera estatura del intelectual.

En 500 páginas está la investigación y compilación que por años realizó la investigadora Celia Islas Jiménez, discípula de don Wigberto, y el joven etnohistoriador Víctor Alfonso Benítez Corona.

Ambos son los autores del estudio preliminar que antecede a la serie de ensayos escritos por el guanajuatense, uno de los iniciadores del estudio de la historia antigua de México con base en fuentes prehispánicas y coloniales, códices e investigaciones modernas y contemporáneas.

Wigberto Jiménez Moreno. Obras escogidas de la historia antigua de México está dividido en cuatro apartados y fueron organizados de manera “geográfica”, señala Víctor Alfonso Benítez, dada la amplitud de miras del autor.

La primera parte se aboca a los temas alusivos al Valle de México; la subsecuente al sur, la tercera al oeste y norte de México, y la última a la filosofía y la religión prehispánicas.

Benítez Corona confiesa que Wigberto Jiménez Moreno es un autor poco frecuentado en las lecturas de la carrera de Etnografía y para él fue un verdadero descubrimiento hallar todo esta documentación en diversos acervos, principalmente en la biblioteca que lleva su nombre en la ciudad de León, Guanajuato y en la Universidad de las Américas, Puebla, en cuya fundación estuvo involucrado Jiménez Moreno.

Celia Islas Jiménez, investigadora de la Dirección de Etnohistoria del INAH, destaca además el hallazgo de los memorandos escritos por Jiménez Moreno para solicitar la creación de dicho departamento de estudios.

Comenta que tales misivas fueron dirigidos en 1976 al director del INAH, Guillermo Bonfil Batalla, pero la petición no pudo concretarse hasta el año siguiente, 1977, cuando Gastón García Cantú asumió el cargo y retomó la propuesta.

Don Wigberto regresa en su proporción intelectual y humana

 Salvador Rueda Smithers, director del Museo Nacional de Historia, dijo que es poco conocido que Wigberto Jiménez fue director interino de dicho museo, y en su lapso al frente del mismo (entre 1953 y 1957) comenzó a idear la creación del Departamento de Investigaciones Históricas. Sueño que concretaría dos años más tarde, en 1959.

“Don Wigberto Jiménez Moreno es parte de ese puñado de personas que hicieron lo correcto, que sin tener ese halo heroico, dieron los fundamentos para que todos los demás pudiéramos trabajar en lo que quisiéramos o en lo que se nos ofrecía.  Ellos tocaron las puertas, pelearon y abrieron caminos para que los demás camináramos por ellos. El costo de esa energía creativa es muy alto, porque el pago que les damos los demás es casi nulo y muchas veces se convierte en olvido.

“Por suerte, la publicación que ahora compila las obras de don Wigberto y que surge de la propia dirección que él fundó, nos lo regresa en su proporción intelectual y humana; a la forma en la cual fue armando sus métodos e ideas, conceptos a veces muy firmes”, expresó Rueda.

Por su parte, Carlos García Mora comentó que esta edición resarce un gran vacío en el devenir de esta disciplina, que tanto debe a Jiménez Moreno. Más allá de que algunos de sus textos puedan acusarse en la actualidad de tener un “tono evangélico”, en varios de sus ensayos se encuentran las claves de grandes debates que por años, e incluso hasta el día de hoy, ocupan a la antropología nacional.

Por citar algunos ejemplos, dijo que fue Wigberto Jiménez quien zanjó las discusiones académicas sobre la Tula histórica, brindando argumentos a favor de que la ciudad de Quetzalcóatl fue la antigua urbe ubicada en el estado de Hidalgo, y no Teotihuacan.

Entre estos ensayos también sobresalen aquellos dedicados a complejizar lo “olmeca”, indicando la diversidad etnolingüística y territorial de lo que se ha querido denominar de forma monolítica como “cultura madre”.

García Mora indicó que en más de un aspecto, se observa que los intereses de Wigberto Jiménez Moreno y el antropólogo Paul Kirchhoff iban paralelos, tanto así que corre la leyenda que detrás del concepto de Mesoamérica, está en realidad el nombre del etnohistoriador guanajuatense.

En las páginas de este libro también se encuentran propuestas que no prosperaron, por ejemplo, el concepto de “Mexamérica” que acuñó en un intento por denominar una macroárea formada por Mesoamérica, Aridamérica y Oasisamérica.

“Los artículos por buenos que sean, se toman como un ensayo del libro que se espera después. Con todo –concluyó–, una vez cerrado el ciclo de Jiménez Moreno, la reunión de sus artículos suple la ausencia de un libro suyo, permite conocer la impresionante actitud de su esfuerzo intelectual. Dada la dispersión de sus escritos, esta compilación presta un gran servicio al gremio académico interesado en la historia antigua mesoamericana”.

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