Ayer inició el máximo certamen de selecciones de futbol en el continente americano, cuando su par europeo comienza a entrar ya en una etapa definitoria de la fase de grupos. Por tal motivo resulta pertinente repasar algunas de las marcas y de las anécdotas que forman parte de la rica historia de un torneo que ya tiene 108 años de existencia.
Argentina y Canadá (2–0) abrieron las hostilidades de la que será la segunda edición en la historia oficial que merezca realmente llevar el apelativo “América”, pues junto con la de 2016 ha conjuntado un elenco nutrido de participantes de las dos confederaciones del continente. Las demás ediciones, aunque hayan contado con invitados de la Concacaf, no alcanzaron –desde el punto de vista del que esto escribe– la dimensión necesaria para merecer el referido título. Menos cuando, en ediciones recientes, la Conmebol ha preferido el concurso de países tan ajenos como Japón o Qatar al de las naciones al norte del Darién.
Sin embargo, al margen del torneo iniciado en 1916, hubo muchos otros intentos de organizar una competencia que abarcara a todo el continente. El primero de ellos fue, sin duda, el de los juegos organizados en Dallas, Estados Unidos, en 1937. Juegos que a la fecha son considerados el antecedente directo de los Panamericanos. Este certamen fue uno de los más modestos si se le califica, pero el primero al final de cuentas. Lo anecdótico del asunto es que en él se vieron las caras las mismas selecciones que ayer inauguraron la presente Copa América. En aquel remoto año los argentinos respondieron a la invitación hecha por los organizadores enviando a una selección que era –literalmente– de cuarta. Sí, pues sus integrantes pertenecían a equipos de esa categoría. No obstante, el futbol argentino le llevaba tanta ventaja a sus bisoños oponentes de Norteamérica –Estados Unidos y Canadá– que le bastó ese equipo de juveniles para aplastar a sus dos contrincantes: 9–1 a los estadounidenses y 8–1 a los canadienses. En esa Argentina, que por supuesto ganó el torneo, figuraba Antonio Battaglia, quien años más tarde vendría a jugar a México con el mejor León de la historia, con el que ganó tres ligas y una copa.
La Copa América tuvo su precedente más remoto en un torneo realizado en Buenos Aires en 1910, con motivo del centenario de la Revolución de Mayo. Como continuidad de ese primer intento se estableció el certamen que –como ya se anotó líneas arriba– inició con buen pie en 1916, siendo por tanto la tercera competencia regional más antigua del mundo, después del torneo británico de selecciones y de los Juegos del Lejano Oriente.
Argentina y Uruguay comparten el honor de haberla ganado en más ocasiones: 15 ambos, luego de que la Conmebol le otorgara el carácter de oficial a todos los torneos extras que se efectuaron la época dorada de la competencia, la cual se llamó Campeonato Sudamericano –un nombre mucho más adecuado a su realidad de entonces– hasta 1975, cuando se le rebautizó con su apelativo actual.
La mayor goleada en toda la historia fue la que le propinó Argentina a Ecuador el 22 de enero de 1942 en el Estadio Centenario de Montevideo. Nada menos que 12–0.
Norberto “Tucho” Méndez, de Argentina, y Thomaz Soares da Silva Zizinho, de Brasil, son los máximos anotadores históricos del torneo, con 17 goles cada uno.
Paolo Guerrero (Perú), Eduardo Vargas (Chile) –ambos con 14 tantos– y el argentino Lionel Messi –13– son los jugadores en activo que más se acercan al citado récord. El último es ya, luego de su debut de ayer, el futbolista con más participaciones en la copa. El duelo ante Canadá fue el número 35 de Copa América para el astro rosarino.
Como ya se mencionó, durante el siglo XX hubo, además del de 1937, otros intentos por celebrar un certamen que conjuntara a todo el continente americano. Un Campeonato Panamericano del que solo se efectuaron tres ediciones (1952, 1956 y 1960) y el torneo de futbol de los juegos con el mismo nombre fueron los más importantes, pero jamás se acercaron siquiera a las dimensiones de la Copa América. Es por ello que las ediciones de 2016 y la que ha iniciado ayer son en realidad los dos únicos torneos de primer nivel en la historia americana que merecen ser llamados continentales. Ojalá se les establezca ya una periodicidad fija. Y ojalá algún día salgan de Estados Unidos. Una copa con los 10 equipos de Conmebol y seis de la Concacaf en cualquier país al sur del Río Bravo sería un espectáculo digno de ver y de agradecerse.