Depuración. Esa fue la supuesta acción que realizó el gobierno estatal sobre la colección de 3 mil 28 piezas que conforman el acervo del Museo José Luis Bello y González para presentar la “nueva curaduría” de este recinto estatal.
Dicha depuración consistió en la selección de algunas piezas que se muestran en el primer y segundo nivel de este inmueble ubicado en la calle 3 Poniente número 302, en el Centro Histórico de Puebla.
La acción implicó también el desecho de otras “por su mal estado o porque fueron a otros museos”, como explicó una de las encargadas del Museo Bello, recinto que reabrió sus puertas en días pasados tras un proceso de remodelación que lo mantuvo cerrado cuatro meses: de agosto a diciembre de 2016.
Unas piezas –dijo la encargada durante un recorrido que brindó a un grupo de personas– fueron “resguardadas en el tercer piso” del inmueble, el cual fue cerrado a la visita del público.
Otros objetos más –continuó– fueron llevados “de manera temporal” a otros museos (como el Museo Internacional Barroco o el Museo Casa de Alfeñique), para formar parte de sus colecciones.
De ellas, al menos 43 fueron trasladadas, de noche y de manera oculta, al Museo Barroco como parte de un “saqueo oficial” ocurrido en 2016.
La depuración, en suma, implicó el trastrocamiento de una de las principales colecciones de arte que fue donada al estado hace más de 70 años por José Mariano Bello y Acedo (1869–1938) a manera de homenaje a su padre José Luis Bello y González (1822–1907).
Depuración evidente
A diferencia de las publicitadas reaperturas del Museo Casa de Alfeñique y el Museo regional de la Revolución Mexicana Casa de los Hermanos Serdán, ocurridas en la primera quincena del mes de diciembre de 2016, el Museo Bello reabrió sus puertas sin la mayor atención gubernamental.
A la entrada del edificio se anuncia que el costo de visita es de 25 pesos para el público en general y que hay entrada gratuita “para los poblanos”. Una improvisada recepción, con una estantería que hace las veces de guarda bultos, recibe al visitante que debe iniciar su recorrido a la izquierda.
Enseguida se accede a la primera sala y es notoria la ausencia de las piezas debido a la “depuración” realizada por el gobierno estatal sobre el museo, acción que rompió con el deseo de la familia Bello, quien concibió a este recinto como una unidad en donde colección y casa son una misma cosa.
Luces tenues iluminan los objetos. Si se levanta la vista es notorio que algunas de las luminarias –pese a ser recientemente colocadas– están fundidas debido a un corto eléctrico que se evidencia en los manchones negros que rodean la instalación.
En el Museo Bello los objetos se esconden tras las vitrinas. Porcelana y vidriería poblanas aparecen en conjunto bajo un cristal. Óleos y esculturas se posicionan a la vista del espectador quien se pregunta de qué se trata y acude a una malhecha hoja de sala, en la que abunda la mala ortografía antes que la información.
“Si el público no sabe lo que tiene no sabrá lo que pierde”, dijo un visitante extranjero ante la falta de cédulas y hojas de sala adecuadas, lo que causa un desconocimiento sobre el valioso acervo.
La depuración se evidencia en la sala de música ubicada en el segundo nivel, en la cual destaca el órgano tubular barroco que fue restaurado, una última ocasión, en 2012 bajo la supervisión de Daniel Guzmán para quien “el instrumento es una muestra de la ingeniería y el conocimiento musical de diversas épocas”.
En dicha sala los objetos se ubican de diferente forma a la original. Para ello, basta ver la imagen más antigua que se tiene sobre ella tomada por Juan Crisóstomo Méndez y aparecida en la página 38 del libro Museo Bello editado en 2009 por la entonces Secretaría de Cultura estatal.
En aquella imagen fotográfica se muestra “el espacio donde se encontraban algunos instrumentos y libros de música en la casa de don Mariano Bello”, y se “aprecia una vista de la sala de la aún casa–habitación en su magnífico y natural marco ambiental”, como escribe el investigador Gustavo Mauleón Rodríguez en el texto Colecciones musicales.
El musicólogo añade que, según un “inventario de las colecciones que las autoridades de la Academia de Educación y Bellas Artes de Puebla entregaron al primer director del museo, doctor Salvador Fidel Ibarra”, existen un total de 85 piezas entre ellas “un órgano, un piano inglés con cuerdas exteriores simulando un arpa, un clavicordio, un facistol, un armario para papeles de música, cinco repisas talladas y doradas (dos antiguas y tres imitando antigüedad), cinco bustos de músicos célebres, nueve libros de música sacra en pergamino (cantorales) con forros de cuero…”
Destaca que a la falta de piezas de la colección, se suma la carencia de personal en el Museo Bello: hay tan solo tres personas, una de ellas ofreciendo recorridos con papeles en mano que evidencian su desconocimiento de la colección.
Un proyecto incompleto
La remodelación del Museo Bello, según el Consejo Estatal para la Cultura y las Artes, implicó un monto de 8 millones de pesos. Dicho “proyecto” consistió en la “conformación de un circuito expositivo para el público en general” que incluye la recepción, el guarda bultos, las salas de exposición, los sanitarios, la escalera principal, el elevador y el área de usos múltiples.
Esta sala de usos múltiples, incluso, estaría ubicada en el tercer piso del Museo Bello, ahora cerrado y otrora propuesto como un área lúdica para los visitantes, principalmente para los escolares.
Dicho “proyecto” de remodelación del Museo Bello, además, incluía la colocación de “pantallas interactivas”, tal como ocurrió en el Museo Casa de los Hermanos Serdán y el Museo Casa de Alfeñique, aspecto que no se consolidó.