Solamente de mala fe, o por el atrevimiento que permite la ignorancia, se puede decir como lo hizo Alito, el dirigente nacional del PRI, al término del recuento que presentó la doctora Claudia Sheinbaum en un Zócalo rebosante de pueblo, de lo realizado en los primeros 100 días de su gobierno y la reiteración de los lineamientos a los que se apegará su mandato; en fin, dijo el tal Alito, que el gobierno de Claudia Sheinbaum, es un “gobierno sin rumbo,” cuando uno de los grandes logros de la Cuarta Transformación ha sido dejar claro, hasta la precisión en algunos casos, de lo que se propone con propuestas como: “Por el bien de todos, primero los pobres”; “la lucha contra la corrupción”; “crecimiento con bienestar y humanismo”; “política salarial para aumentar el poder adquisitivo de los trabajadores”; o un programa de “desarrollo regional para el Sur– sureste del país” y la “lucha frontal contra la pobreza”; entre otros, que dan consistencia y orientan las acciones de los gobiernos de la Cuarta Transformación. Se trata de proyectos que se sintetizan en un proyecto nacional, que requiere la participación de la población para romper las ataduras neoliberales que los gobiernos prianistas impusieron al país, durante casi cuatro décadas.
Sin una política regulada por el Estado, el neoliberalismo parte de suponer que la libertad de mercado hace funcionar de manera óptima el proceso de producción; de la misma manera, dicen, la libertad económica se corresponde con la libertad política. Todo en equilibrio, sin necesidad de la presencia del Estado. El resultado de la sociedad neoliberal, fue: el aumento de la desigualdad social y el crecimiento inmoderado de la pobreza.
La construcción del proyecto de la Cuarta Transformación, se inició en 2004–2005, cuando Vicente Fox intentó desaforar a Andrés Manuel López Obrador e impedir su candidatura presidencial en 2006. Al fracasar el burdo intento de exclusión, que la movilización social y presión ejercida por la población logró evitar, comenzó el recorrido por todo el país, conociendo los problemas de la gente, organizando un movimiento que tiene como objetivo el renacer nacional para empezar a pagar la enorme deuda social creada por los gobiernos neoliberales que empobreció en todos sentidos a la sociedad mexicana.
Luego de 12 años de intensa politización y organización popular, en 2018 el Proyecto Alternativo de Nación estaba listo en sus líneas fundamentales; la población lo conocía y lo discutía, miles de brigadistas llevaron hasta los lugares más recónditos del país el Proyecto que asumía Andrés Manuel López Obrador para ganar la Presidencia de la República y transformar a México con nuevas políticas: “Soberanía energética”; “Cero corrupción”; “Austeridad republicana”; “Separación del poder político y el poder económico”; “Hacia una democracia participativa”; “Política exterior y solución de raíz del fenómeno migratorio”; “El Estado como promotor del desarrollo”; “Finanzas públicas sanas”; “Un país con bienestar”; “Cambio de paradigma y República amorosa y fraterna.”
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Exactamente, lo que el movimiento popular necesitaba: un proyecto que orientaba su acción política.
El Proyecto, sin embargo, tenía que ser avalado con el voto mayoritario de los ciudadanos. En la jornada electoral del 1 de julio de ese año, la población se volcó a las urnas y cedieron al proyecto de la Cuarta Transformación y a Andrés Manuel López Obrador 30 millones de sufragios, hasta ese momento la mayor votación alcanzada por cualquier candidato presidencial en la historia de México.
El triunfo popular, permitió poner en marcha el Proyecto Alternativo de Nación. Y si las cosas marchan bien, y algunos casos de manera excelente, ¿para qué cambiar?, mejor fortalecer el paradigma inicial con nuevas políticas correspondientes a la nueva fase del proyecto en el que la doctora Claudia Sheinbaum ha participado desde sus inicios y contribuyó a su impulso desde la jefatura de la Ciudad de México.
Por supuesto, hay temas que los que hay que atender y resolver, la violencia, el funcionamiento pleno del programa IMSS–Bienestar, la autosuficiencia alimentaria y, ahora, la relación con Donald Trump, son problemas que no escapan a la perspicacia de la Presidenta y no los rehúye los enfrenta con firmeza y claridad de miras. México navega “viento en popa a toda vela” y con firmeza en la conducción.
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