Juan Pablo, estudiante de origen otomí de una telesecundaria en Querétaro fue quemado con alcohol por dos de sus compañeros (ambos de 13 años) bajo el aparente contubernio de las autoridades de la propia escuela. Al parecer, según relatan los padres del joven, desde hace meses las autoridades sabían del acoso que recibía Juan Pablo por ser otomí y no hablar bien el español por parte de compañeros y de la propia maestra. Según reporta el portal Infobae, “Juan Zambrano, padre del pequeño, señaló que Gricelda Quiterio Mendoza, directora de la telesecundaria 6 Josefa Vergara, ubicada en la colonia El Salitre, sabía desde febrero pasado que su hijo sufría discriminación y bullying por parte de sus compañeros y de la maestra por su origen étnico. (…) Detalló que el acoso hacía el alumno de 14 años fue, supuestamente, por no hablar español, ya que es parte de la comunidad otomí del municipio de Amealco, a 87 kilómetros de la capital del estado. (…) ‘Desde aquellos tiempos ya le estaban haciendo bullying y nos dimos cuenta que hasta la propia maestra le hacía bullying; nada más porque somos de raza otomí, piensa ella que no somos de su clase, no somos de su raza’”. Según reportan otros medios, entre los que se encuentra La Jornada Estado de México, la directora del plantel no dio parte a las autoridades y tampoco llevó al agredido al hospital. Por el contrario, la directora buscó propiciar un “arreglo” entre los padres de la víctima y los de los agresores, para que el asunto no saliera de ahí. Los padres no cedieron y levantaron una denuncia el día 7 de junio. El caso, según Mariela Ponce Villa, Magistrada presidenta del Tribunal Superior de Justicia de ese Estado, ya fue judicializado por lesiones dolosas a petición de la Fiscalía General de Querétaro. Aunque, “aclaró -según reporta la misma nota de Infobae- que debido a la edad de los presuntos agresores (13 años) estos no podrían ingresar al Centro de Internamiento y Ejecución de Medidas para Adolescentes (CIEMA) y enfrentarían su proceso en libertad. (…) Explicó que, más que imponer sanciones a los adolescentes, se busca la aplicación de medidas de orientación y protección; aunque en cualquier momento del procedimiento se puede lograr un acuerdo reparatorio. (…) “En adolescentes, más que pensar en una sanción de tipo represivo, tendríamos que pensar en cómo apoyar a los adolescentes y ayudarles en ese proceso de formación y de desarrollo”. Mientras, Juan Pablo lleva ya al menos dos cirugías para reparar los daños causados por las quemaduras de segundo y tercer grado que sufrió, sin contar con las secuelas psicológicas que seguramente enfrenta ya.
Llevo ya bastante tiempo y numerosas entregas de este espacio dedicadas a hablar del racismo en nuestro país. He citado a Federico Navarrete, a Anibal Quijano y a muchos otros autores para mostrar que no sólo México es racista, sino que es sistémicamente racista. De inmediato, en cuanto supe del caso de Juan Pablo, decidí dedicar una columna más para tratar el hecho y seguir denunciando esto que nos constituye, que se encuentra profundamente enraizado en nuestra vida cotidiana y que, a fuerza de la costumbre, está enteramente normalizado. México es racista, clasista, patriarcal, homofóbico y terriblemente colonial. Lo repito en este espacio y lo seguiré repitiendo hasta el cansancio porque acciones como la que comento líneas arriba se siguen sucediendo. Por supuesto, se puede confundir el caso como acoso escolar (bullying), pero la realidad es que esto es un crimen de odio, es un crimen racial y punto. Y, sumado a lo anterior que tiende largo sus raíces en las familias de los victimarios y su relación con el “otro”, ese que es diferente, tanto en color de piel, como en cuanto a sus costumbres y lengua, también alcanza a las autoridades. Tanto la directora como la maestra de la Telesecundaria, como las autoridades judiciales, en ningún momento se ha clasificado el asunto como lo que es: un crimen de odio. Porque independientemente de que quien hubiera perpetuado el crimen fueran unos adolescentes, eso no quita que lo hicieron con una motivación claramente racista. Como afirma la lingüista y escritora Yásnaya Aguilar Gil en su columna “Jën’ëën. Pablo Majluf y el negacionismo del racismo en México” para El País, “El racismo dio base ‘científica’ (nótese las comillas) a la clasificación de cuerpos, sobre todo basados en la cantidad de melanina en la piel, a la clasificación corporal que el colonialismo había creado. Como ha dicho la antropóloga kaqchikel Aura Cumes, las personas europeas colonizadoras se convirtieron, en esta clasificación racial, en personas blancas, las personas nativas de este continente, en ‘indias’, las personas secuestradas del continente africano, en ‘negras’, y las personas de oriente en ‘chinas’, por mencionar algunas. El racismo le dio un sustento ‘racional’ y ‘natural’ a esta clasificación, a este proceso se le llama “racialización” y va más allá de la voluntad de las personas y sus deseos de adscripción identitaria, como decía un internauta en las discusiones dentro del movimiento Black Lives Matter, no basta con que una persona afrodescendiente grite ante la policía que le va a disparar aunque esté desarmado: ‘No dispare, me autoidentifico como blanco’; enunciar otra identidad no hace que la opresión policíaca deje de operar sobre ciertos cuerpos”. Por tanto, esto dota de un carácter eminentemente sistémico al racismo en nuestro país.
De hecho, lo que motivó la columna de Yásnaya fue precisamente un debate que sostuvieron diversos periodistas e intelectuales en el programa de debate “Es la hora de opinar” de Foro TV (Televisa) y conducido por Leo Zuckermann, en que se discutía si el racismo en México se parecía al gringo. En el panel participaban, además de Zuckermann, Denisse Dresser, Mario Arriagada y Pablo Majluf, comentarista que fue quien dio la nota y propició más debates en otras emisiones del mismo programa. Según recoge Yásnaya, en “su intervención, Pablo Majluf sostenía que en este país ‘nunca nos hemos contado por razas, no es el principio rector de nuestra historia, ni de nuestras leyes, ni de nuestra política, ni de nuestra sociedad’. En el segundo debate, entre muchas ideas, aclaró también que él no niega que en México se discrimine por el color de la piel, que ese no es su punto, que ‘sería un despropósito’ negar la existencia de esta discriminación, lo que sostiene, enfatizó, es que ‘el racismo no es un rector de nuestra sociedad. México no es un país sistémicamente racista’”. Por supuesto, gracias a la columna me acerqué a ver los debates y vi varios de los programas con paneles variopintos, entre los que estuvieron presentes lo mismo académicos como Federico Navarrete del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM (indudable autoridad en el tema del racismo en nuestro país) y algunas mujeres encabezadas por la Dra. Olivia Gall del Seminario Universitario Interdisciplinario sobre Racismo y Xenofobia (Surxe), hasta activistas como Maya Zapata de la organización Poder Prieto y José Antonio Aguilar de Racismo MX. Desde múltiples perspectivas, se le mostró a Zuckermann y a su auditorio no sólo que el racismo existe en nuestro país, sino que es enteramente sistémico, es decir, impregna todos y cada uno de los sectores del sistema (educativo, político, social, legislativo, judicial, religioso y un largo espectro). En diferentes momentos, tal como si creyera que las cosas se le estaban saliendo de las manos, Zuckermann hacía esfuerzos -que se antojaban no sólo fútiles sino hasta ingenuos- por desvincular al racismo del sistema. Bueno, muy a su pesar, el caso de Juan Pablo no hace más que confirmarlo. Pero el asunto es en verdad complejo gracias a que es prácticamente invisible en nuestro país, si no se quiere ver la realidad. Como dice Yásnaya “la clasificación racial y su jerarquización, desde sus afluentes coloniales, está estrechamente relacionado con el desarrollo del capitalismo. Esta relación, que han estudiado autores como Eric Williams, nos muestra la relación entre la esclavitud a la que fueron ciertas categorías, la explotación de ciertos cuerpos, de ciertos territorios y el desarrollo del sistema económico hegemónico en la actualidad. El racismo no solo va de la identidad, está profundamente imbricado con fenómenos más profundos, con condiciones materiales y con las dinámicas del mundo actual. Ojalá existieran países que el sistema racista haya dejado impolutos, lamentablemente es un sistema de opresión que tiene efectos en todo el orbe”. En efecto, el racismo es mundial y fue creado por los países colonizadores para establecer una relación desigual con los colonizados. Exactamente como sostiene Anibal Quijano en su ensayo “Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina”, las “nuevas identidades históricas producidas sobre la base de la idea de raza, fueron asociadas a la naturaleza de los roles y lugares en la nueva estructura global de control del trabajo. Así, ambos elementos, raza y división del trabajo, quedaron estructuralmente asociados y reforzándose mutuamente, a pesar de que ninguno de los dos era necesariamente dependiente el uno del otro para existir o para cambiar. (…) De ese modo se impuso una sistemática división racial del trabajo. En el área hispana, la Corona de Castilla decidió́ temprano el cese de la esclavitud de los indios, para prevenir su total exterminio. Entonces fueron confinados a la servidumbre”. En efecto, como ejemplo de lo anterior, en uno de los paneles, en el que participaron Federico Navarrete, Maya Zapata y José Antonio Aguilar, Zuckermann defendía la empresa para la que trabaja (Televisa) afirmando que se trata de un negocio. Y comentó que el enfoque racial que existe en sus producciones deriva de los ratings, es decir, de lo que los mexicanos quieren ver. Y, según él, esa televisora es un negocio, no es estatal ni es una ONG. Lo que importa es la cantidad de dinero que un producto determinado pueda representar. Federico Navarrete le contestó “nos estás diciendo precisamente que es estructural, tiene que ver con que haya un sistema económico, con que haya corporaciones, con que haya puntos (discursivos) establecidos”. Y yo añadiría que tiene que ver con que existan legislaciones a modo y un Estado que lo permita. Zuckermann incluso afirma que el tema es “cultural” y que es de “educación” y, por tanto, a otros sectores les corresponde el cambio, no a los medios de comunicación o al publicitario. De ninguna manera, al decir que el racismo es sistémico, es necesario que sea contemplado desde todos los ámbitos, incluidos el mediático y el publicitario. Pero discusiones aparte, Juan Pablo, igual que muchas personas antes que él, fue víctima de un crimen de odio por su origen étnico (llevado a categoría de raza) y eso, le guste a quien le guste, es racismo y se encuentra enraizado en el sistema. El caso lo ha demostrado.