Jueves, julio 17, 2025

¿Quiénes somos?

Uno de los capítulos recientes de la serie “Arqueología Mexicana”, producida por la UNAM en conjunto con la editorial Raíces y el INAH, denominado “¿Quiénes somos los mexicanos?”, versa sobre un estudio genético desarrollado por académicos de ciencias y humanidades de España y México para descubrir quiénes somos en realidad. En efecto, tal como se ve en la entrevista realizada por la BBC a la Dra. Cristina Valdiosera, investigadora de la Universidad de Burgos encargada de la investigación en España, el “objetivo es estudiar el complejo proceso del mestizaje, que ha estado bastante simplificado. La historia de este proceso, que ha tenido consecuencias tan impactantes, y que las sigue teniendo en la sociedad actual, no está estudiada desde el punto de vista biológico, a pesar de que es un proceso biológico. (…) Se simplifica el mestizaje de México y España como si fuera un proceso entre dos poblaciones y ya. Pero es bastante más complejo que aquello, pues está la población africana también. Y luego hay una serie de mezclas que puede haber a partir de esas tres poblaciones. (…) Y lo interesante es que estas mezclas no se dan al azar. Hay una serie de normas, sobre todo en ese periodo en que había unas jerarquías sociales muy marcadas que hacen que se vaya tejiendo lo que llamamos mestizaje. Y lo que buscamos hacer es destejer el mestizaje. Eso lo podemos hacer con técnicas de ADN antiguo”. Es moneda corriente que pensemos que tal cosa, el mestizaje, es un fenómeno resuelto. Y es que hemos sido formados con la idea de que nuestra mexicanidad se sustenta en la denominada “raza de bronce”, la raza mestiza, ese idílico resultado de la mezcla de culturas, la española y la indígena. El asunto es que, como se habrá dado cuenta quien siga esta columna, desde hace tiempo he venido criticando este asunto de la raza pues es algo mañosamente desarrollado por Europa para justificar la explotación de las sociedades americanas. Como lo sostuvo Anibal Quijano en su artículo “Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina” (2014),  “La idea de raza, en su sentido moderno, no tiene historia conocida antes de América. Quizás se originó como referencia a las diferencias fenotípicas entre conquistadores y conquistados, pero lo que importa es que muy pronto fue construida como referencia a supuestas estructuras biológicas diferenciales entre esos grupos. (…) La formación de relaciones sociales fundadas en dicha idea, produjo en América identidades sociales históricamente nuevas: indios, negros y mestizos y redefinió otras. Así términos como español y portugués, más tarde europeo, que hasta entonces indicaban solamente procedencia geográfica o país de origen, desde entonces cobraron también, en referencia a las nuevas identidades, una connotación racial. Y en la medida en que las relaciones sociales que estaban configurándose eran relaciones de dominación, tales identidades fueron asociadas a las jerarquías, lugares y roles sociales correspondientes, como constitutivas de ellas y, en consecuencia, al patrón de dominación colonial que se imponía. En otros términos, raza e identidad racial fueron establecidas como instrumentos de clasificación social básica de la población”. En este sentido, la raza se estableció como una forma de justificar la explotación de las sociedades americanas recién conquistadas y de paso establecer jerarquías sociales.

Sin embargo, una de las cosas que queda clara en el video que he comentado al inicio de esta entrega, es la de que el mestizaje, en un sentido biológico, no existe pues a raíz del avance en los estudios genéticos se ha determinado que el ser humano tiene el 99.9 por ciento de contenido genético idéntico; esto nos dice que el resto, es lo que haría que tuviéramos ciertas diferencias en color de piel, de pelo, ojos y demás marcas que antes determinaban la raza. Valdiosera comenta en el video que el mestizaje que sí se podría haber escenificado fue el de la mezcla entre homo sapiens, neandertales y denisovanos hace miles de años. “Las semejanzas nos hacen ser parte de la especie y las diferencias nos hacen ser únicos”, comenta. Esto es que biológicamente no existe la raza europea, negra o indígena y, por consiguiente, tampoco la raza mestiza. Con esto se tiran siglos de racismo y clasismo. Las mezclas entre grupos producen cambios fenotípicos, pero no de especie. Eso no se puede llamar mestizaje, según nos dice Federico Navarrete en el video, historiador de la UNAM que se suma al estudio y que publicó hace tiempo un libro llamado “México Racista. Una denuncia” (2016). Afirma que a nuestras tierras llegaron también personas de Asia, del Medio Oriente, obviamente de África, en un proceso largo de mezclas que representan nuestra historia, pero que sin embargo, “no podemos llamar mestizaje porque no ha llevado a la creación de una nueva raza homogénea que podría ser la raza mestiza, sino a más bien de muchos grupos diferentes de población, que tienen orígenes diferentes y que mezclan esos orígenes de maneras distintas (…) Esta idea [la del mestizaje] no se puede sostener una vez que se ha desechado la idea de las razas”.

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Este estudio, en palabras de Valdiosera en la entrevista con BBC,  “es un paso hacia adelante de la descolonización de nuestras mentes; es tener una idea propia a partir de información real, de información representativa también, que yo creo que es algo que le ha faltado mucho a la historia que nos contaron en la escuela y que es exactamente lo que están haciendo los historiadores ahora, intentar dar una visión de este periodo de nuestra historia tan importante, que sea más representativa, más inclusiva. (…) También se puede dejar un poco la idea del conquistador, guapo y valiente”. Este estudio es revolucionario desde su origen, pues está desmantelando siglos y siglos de relaciones humanas sustentadas en dominación y subordinación. De hecho, corrobora la idea de Quijano de que la categoría de raza es un invento pernicioso de Europa para cumplir fines netamente económicos, de poder y sujeción. Fueron bastante exitosos, por cierto, pues hoy en día la idea de raza sigue moviendo gustos, intereses y deseos, al grado de que incluso es más noticia para Occidente las atrocidades cometidas en Ucrania -de población cuyo fenotipo es blanco- y no las que sufren en Palestina, cuyo fenotipo es diferente. A la pregunta “¿Cómo se puede saber más sobre las desigualdades sociales a través de la revisión del genoma?”, la investigadora afirma que, por “un lado tenemos la evidencia histórica, o los registros históricos, pero luego esas desigualdades también se pueden ver en periodos de tiempo específicos, en la distribución desproporcional de las diferentes ascendencias. (…) Si tienes la identidad cultural y social del individuo, también se puede asociar a cómo influyó el aspecto social y cultural en la distribución de ciertas mezclas o de ciertas ascendencias. Más que la distribución, la frecuencia de ciertos tipos de mestizaje. (…) El mestizaje no fue solo un tipo, hubo muchos tipos de mestizaje y qué había detrás de ello queda registrado en los genes. Si tú ves que hay más proporción de una población”. Como se ve, tales mezclas pueden determinar interacciones humanas, dominación y poder, pero no determinan inteligencia, capacidades físicas y, sobre todo, superioridades o inferioridades. Es decir, tu condición de “whitexican de raza superior” se sustenta en una entelequia que no resiste un análisis genético. Es más, tu material genético es idéntico en su gran mayoría con el de esos “prietos” que tanto desprecias. Es de destacar, por cierto, que dicho estudio tiene una clara dinámica interdisciplinaria pues se habrá de apoyar en la genética, la biología, la paleontología, la historia, la antropología y otras disciplinas más, lo que hace ver la importancia de trascender los conocimientos aislados e integrar los saberes. Es de celebrar este tipo de iniciativas pues nos ayudan a trascender las categorías impuestas por Europa para poder construir no sólo maneras distintas de comprender y explicar el mundo y su historia, sino también para establecer nuevas relaciones sociales en nuestro país, profundamente racista y colonial.

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