Jesús Manuel Macías M.
(Investigador de CIESAS-México)
Hace 25 años realicé una estancia de investigación en la Universidad de Delaware, donde se asienta el primer centro de investigación sobre desastres en ciencias sociales. Tenía el propósito de estudiar la organización norteamericana dedicada a prevenir y atender desastres de todo tipo. En el ejercicio de documentar los temas de arreglos para enfrentar las amenazas de ataques nucleares encontré un documento de los años 80, realizado por la agencia federal rectora en esos temas (FEMA, por siglas en inglés), que resumía las diversas actividades de la defensa nuclear, desde la identificación de posibles objetivos de ataques nucleares hasta actividades de respuesta a los peligros radiológicos y de impacto directo de las bombas atómicas. El documento contenía mapas rudimentarios de identificación de los objetivos de ataque con la ilustración de los radios de afectación en las poblaciones y estaban organizados por estados, de manera que cuando revisé lo concerniente a los estados vecinos con México, no dejó de sorprenderme que dichos mapas tenían recortados los círculos de afectación cuando éstos se prolongarían a territorio mexicano, es decir, en esas expresiones cartográficas México no existía. Pero no tendría que realizar mucho esfuerzo para imaginar que el daño de un bombazo a instalaciones militares fronterizas de EEUU, tendría un grado de afectación mayúsculo a las poblaciones civiles de ciudades mexicanas vecinas. Me pregunté si este tipo de amenaza para nuestro país tendrá algún nivel de comprensión en México, y si se habría hecho algo al respecto para enfrentar esa amenaza o sus consecuencias. Desarrollé después un proyecto de investigación específico sobre esas cuestiones, aprovechando la libertad de investigación que gozamos en Ciesas. He encontrado diversas cosas han cambiado en estos 25 años, desde avances tecnológicos en las armas nucleares como en los recursos de evaluación de los efectos de las detonaciones de bombas atómicas, más o menos correspondientes con esos avances tecnológicos armamentistas. Los resultados en la construcción de escenarios de probables ataques, según el tipo de bomba y la altura de la detonación, son terribles, si los blancos de ataque identificados hace más un cuarto de siglo, las ciudades fronterizas mexicanas, Tijuana, Mexicali, Ciudad Juárez, Ciudad Acuña, Piedras Negras, Nuevo Laredo y Matamoros, principalmente, tendrían una enorme cantidad de bajas humanas inocentes en pocos minutos.
En otro orden de cosas, igualmente graves, he enfrentado las opiniones respecto de la posibilidad y probabilidad del mencionado ataque nuclear. Hasta antes de la actual invasión militar de Rusia a Ucrania, encontré hasta expresiones irónicas cuando planteaba el tema a colegas, servidores públicos y a militares. Como si hablara de un asunto de ficción o de la existencia de los extraterrestres. Han cambiado las cosas, cobra nueva dimensión una eventual guerra con armas nucleares que se han considerado como “riesgo existencial” por especialistas en geopolítica y estrategia militar.
Durante la Guerra Fría, generales norteamericanos calificaban esa guerra como “poco probable pero posible”, y las recientes declaraciones de los líderes de las dos principales potencias nucleares (EEUU y Rusia) ponen en dimensión en más que “posible”. Hay dos cosas relevantes que mencionar, en primer lugar, un involucramiento de Estados Unidos en una guerra nuclear representa una amenaza a territorio mexicano que es impuesta por la vecindad. Ello también implica un plano de responsabilidad respecto de las relaciones con EEUU. Los norteamericanos deben tener conciencia de que su territorio (y el de México) es ya muy vulnerable por lo que representan los avances de la tecnología de misiles hipersónicos, donde los rusos tienen ventajas. Ellos no deben actuar incrementando la amenaza al territorio nacional pasando por alto a México. Es una cuestión existencial como lo es la eventual decisión, ya advertida por el presidente de Rusia, de dar el paso a la reacción nuclear cuando no haya otra alternativa que permita le existencia de su nación. El otro asunto relevante se refiere a que una vez que se entiende y se acepta que la amenaza de ataque nuclear a los Estados Unidos afectaría al país, ¿Qué se hace al respecto para enfrentar sus consecuencias? He encontrado opiniones diversas que sugieren que habría poco que hacer en el caso de esa conflagración dado existirían pocas posibilidades de sobrevivencia general, y creo que esa conclusión también debería tener bases sólidas que la justifiquen. La posición pacifista del país y de su política en las relaciones internacionales es correcta y obligada por lo señalado antes. Quienes no lo entiendan es que no entienden nada.