Durante tres días Puebla fue sede del primer Encuentro nacional de saberes locales con niños portadores de conocimientos. Ahí, la subsecretaria de Diversidad Cultural y Fomento a la Lectura, Natalia Toledo, refirió que era un orgullo ver a la niñez de México reunida para compartir sus costumbres y tradiciones, a la par de mostrarse orgullosos de sus sabidurías.
Realizado por la Secretaría de Cultura federal, a través del programa nacional Alas y Raíces, en coordinación con similar estatal, el encuentro promovió el fortalecimiento de la identidad cultural en niños y adolescentes a través de la valoración de los saberes locales, así como el ejercicio de sus derechos culturales para crear y recrear las manifestaciones materiales e inmateriales del arte y la cultura en el país.
Reunidos a puerta cerrada en el llamado complejo museístico de La Constancia, el encuentro reunió a más de 260 niños y adolescentes de 25 estados, provenientes de comunidades indígenas, que fueron seleccionados por su labor en la preservación de costumbres y tradiciones identitarias.
El primer Encuentro nacional de saberes Locales se realizó con el objetivo de fortalecer, entre estas comunidades, sus saberes e impulsar el auto reconocimiento como portadores y promotores de sus habilidades y talentos.
Los saberes locales son aquellos conocimientos que se encuentran arraigados a una localidad rural o urbana, de una comunidad, que trascienden al ámbito escolar, que son compartidos de manera colectiva y se transmiten de generación en generación.
Como parte de las actividades se realizó el diálogo Saberes de mi comunidad; en él, los niños compartieron sus conocimientos sobre el cuidado de la siembra, el uso de la medicina tradicional y de las plantas medicinales, sobre la oralidad, los juegos ancestrales, entre otros.
Aquellos provenientes de Nayarit conversaron sobre la forma en que se involucran en los procesos de la siembra y cosecha de alimentos como la calabaza y el maíz en su comunidad; compartieron cómo, a través de la enseñanza transmitida por sus abuelos y padres, hoy reconocen la importancia de lo que realizan ya que, dicen, “aprendemos a respetar la tierra que nos da de comer y a cuidar el medio ambiente”.
Para hablar sobre sus habilidades y conocimientos sobre medicina tradicional, los niños y niñas de Santa Cruz, Oaxaca, hablaron sobre los elementos que se requieren para la cura de mordeduras de serpientes venenosas: la colocación de piedras calientes, remedios con hierbas calmantes como la pitiona y el rociado del aguardiente, así como los alimentos que el herido deberá ingerir durante su rehabilitación. Para los remedios herbolarios, comentaron sobre las utilidades del epazote, la ruda y la hoja de durazno del monte, entre otras.
Sobre la réplica de historias, mitos y leyendas de boca en boca, una niña narradora en lengua hñahñu proveniente de la comunidad de San Pablito Pahuatlán, Puebla, contó a los presentes, en español y otomí, la narración sobre un águila de dos cabezas que a veces, con un poco de suerte, se puede ver volando en el cielo. Así como este y otros cuentos, ella misma los comparte a sus hermanos y familiares, haciendo de la oralidad una vía de preservación del imaginario sociocultural en su comunidad.
Como parte del reconocimiento de los saberes que enriquecen el patrimonio gastronómico del país, se realizó una degustación de platillos tradicionales en cuya preparación los niños se involucran.
También se impartieron talleres en los que los niños fueron guía: elaboración de tambores, penachos y juguetes, alfarería, pintura en amate y de máscaras Pame, bordado en punto de cruz y objetos artesanales de pino y artesanías de chaquira.
A modo de despedida, los niños participaron en un taller de zapateado y formaron parte de un Fandango de despedida con participación de soneros de Tlacotalpan, Veracruz; La Vaquería, con representantes de Campeche; el repertorio de Staku y sus huastecos y, desde la región de Xochiapan, Veracruz, Los parientes de playa Vicente.