Con la premisa de que hace falta investigar y discutir aún más un tema importante como la fundación de Puebla, el arqueólogo Arnulfo Allende Carrera “concilió” dos ideas surgidas entre grupos académicos durante el siglo XX: de aquellos que “defendían la existencia de una ciudad prehispánica que fue masacrada” y de otros que pensaban que “la ciudad se fundó en una ciudad vacía”.
Al participar en el segundo Foro nacional 500 años de la caída de Tenochtitlan. Conquista militar y religiosa organizado por el Museo Regional de Puebla, el actual director de Artesanías de la Secretaría de Cultura estatal señaló que ambos grupos “tenían razón y los dos se equivocaron: el valle central de Puebla sí estaba vacío, no había nada, no había población viva, pero sí habían habido asentamientos indígenas previos, antes de que llegaran los conquistadores y antes de fundar la ciudad”.
En su conferencia El valle poblano durante la época prehispánica el arqueólogo refirió que fue en 1930, en torno a los preparativos para conmemorar los 400 años de la ciudad, cuando se buscaron las “condiciones primigenias” de la urbe, resultando “cinco certezas” de aquellas primeras indagaciones.
La primera fue la fecha de fundación, siendo el domingo 16 de abril de 1531; la segunda, que los participantes del hecho fueron Fray Julián Garcés, obispo de Tlaxcala, don Juan de Salmerón y Fray Toribio Paredes de Benavente, mejor conocido como Motolinía; y la tercera, el número de fundadores: 33 familias hispanos. La cuarta certeza, es el lugar, que si bien no está definido se sabe que se ubica en la zona que actualmente comprende el barrio de El Alto, que rodea ahora el Centro Histórico. La quinta certeza sostiene que la llamada segunda fundación se dio el 29 de septiembre del mismo año.
Prosiguió que otras disciplinas entraron al debate. Como ejemplo, son los trabajos de Francois Chevalier en 1957, Fausto Tamayo en 1960, Julia Hirschberg en 1978, Fernando Cortés en 1991 y Manlio Barbosa en 1993, 1994 y 2000, quienes desde la historia, la geografía, la arqueología, la tradición oral y el estudio de códices, entraron a archivos que no habían sido revisados y que dieron otras pistas incluso “contradictorias” a las ideas de los años 30.
Destacó la incursión de la arqueología a través de la figura de Fernando Cortés Brasdefer, entonces investigador del Centro INAH Puebla, quien durante una supervisión de obra en los predios que actualmente ocupa el Museo Amparo halló, en sus cimientos, algunas evidencias “muy interesantes” como entierros humanos quizá coloniales, fragmentos de navajas de obsidiana, cerámica parecida a la del Posclásico de Cholula tipo códice, así como un fragmento de un cascabel de cobre. De igual forma, Manlio Barbosa, profesor universitario e investigador del Centro INAH Puebla, quien generó varias propuesta a partir de información histórica, de lectura de códices, arqueológica y tradiciones orales cercanos.
El también docente y divulgador dijo que de lo hecho durante esta segunda mitad del siglo XX, hay tres ideas centrales: la probabilidad de asentamientos indígenas anteriores a la fundación de Puebla, indicios de negociaciones entre fundadores españoles con caciques indígenas por propiedad de tierras, y la hipótesis denominada Centépetl –Cuetlaxcoapan- Teposúchitl que gira en torno a la posibilidad no de una ciudad, sino de tres ciudades subyacentes en Puebla que estaban vivas en el momento de fundación de la ciudad.
Acotó que a partir de los años 90 del siglo XX, en el Centro Histórico se exploraron varios sitios arqueológicos, algunos de los cuales han dado paso a evidencias arqueológicas. Definió que gracias a esas investigaciones se puede definir la presencia de grupos en el periodo Posclásico –considerado del año 900 al 1521 de esta era en común- en sitios como el Hospital de Bubas o el templo de Santo Domingo -con pequeños ejemplos cerámicos del tipo Cholula y de la Cuenca de México-.
Del periodo Clásico –del 150 al 650 de esta era en común- se han hallado tipos cerámicos diversos: de cerámicas de Teotihuacan y de producción cholulteca, encontradas en el antiguo Hospital de Bubas. Mientras que del Formativo –del 1200 al 800 antes de esta era en común- se tiene registro de evidencias halladas en el llamado Estanque de Pescaditos, en el Hospital de Bubas, en el Museo Amparo y en la actual Plazuela de los Sapos, con vasijas dedicadas al agua.
“Teníamos vasijas y fragmentos, pero en 2009 en una restauración de una casa del siglo XVII, la Casa del Mendrugo, una casa jesuita colonial, se localizaron elementos interesantes que dieron otras discusiones”” Entre ellos, un muro de rocas calizas unidas con lodo, una técnica constructiva indígena. Asimismo, la aparición de tepetate, una capa de suelo en la cual está cimentada la ciudad de Puebla, que deja ver cortes de nivelación, que es una técnica constructiva cholulteca. Un piso empedrado y un enterramiento humano de dos individuos, altamente deteriorados. El individuo uno fue estudiado y determinado que era una mujer, de alrededor de 50 años, con enfermedades degenerativas, siendo “los restos humanos del habitante más antiguo conocido para el valle poblano hasta la fecha”. Asociada al entierro había una olla con una rica ofrenda en su interior: figuras de piedra verde, fragmentos de espejos de magnetita, conchas grabadas, vasijas y figurillas de barro.
Por tanto, Arnulfo Allende planteó varias conclusiones: que sí existieron asentamientos en la ribera del Río San Francisco, entre los años 1500 y 800 antes de esta era en común; que Centépetl, Cuatlaxcoapan y Teposuchitl fueron asentamientos ubicados en el valle central que fueron delimitantes del territorio durante la última etapa de la época prehispánica; que el paraje tenía propietarios y fue necesario negociar con los caciques indígenas la sesión de los terrenos para fundar la nueva ciudad, pues “hay indicios de esto”; y que los fundadores y primeros colonos de la Puebla de los Ángeles ocuparon un terreno vacío en 1531.
