En un acto por demás aberrante, este fin de semana se difundió en el perfil personal de Maurilio Herrera Quiroz, comandante de la Policía de Tulcingo del Valle, un video en el que este aparece arrodillado y con las manos atadas, confesando que torturó y asesinó a cuatro personas. Posteriormente, el cadáver desmembrado del sujeto fue hallado con un mensaje de sus homicidas.
Como resultado del morenovallismo, en que se permitió y hasta se alentó el auge del robo de hidrocarburos, cárteles del crimen organizado y bandas locales han practicado todo tipo de actos delictivos zafios: ejecuciones, descuartizamientos, quema de personas, asesinato de policías, por mencionar algunos de los hechos más sádicos.
Sin embargo, en los meses recientes la violencia que estilan los cárteles no proviene de estos, sino que se engendra en las corporaciones policiacas, sobre todo en las municipales, las cuales parecen tener infiltración criminal.
Esta situación es de la mayor gravedad y debe ser atendida y combatida de inmediato por las autoridades de los tres niveles de gobierno, porque salta a la vista que los instrumentos y mecanismos para evitar la corrupción de las instituciones policiacas, como los exámenes de confianza, han sido rebasados.
Es así que en diferentes municipios de la entidad poblana la sociedad vive a merced de delincuentes que integran organizaciones criminales y otros que portan uniforme.
Se entiende así a cabalidad la necesidad de que en lo que dura la depuración de los cuerpos municipales de Seguridad Pública, la vigilancia y erradicación de la delincuencia debe correr a cargo de la Guardia Nacional.