Martes, marzo 18, 2025

Periodismo y poder

Destacamos

Llevamos varias semanas en que la polémica entre varios periodistas y el presidente de la República, ha sido uno de los centros de atención, en lo que es la agenda política nacional. De los primeros, destacadamente Carmen Aristegui y Carlos Loret de Mola.

Aunque no son los mismos casos, encontrando diferencias de uno y otro, sin duda el segundo, exempleado de Televisa, ha podido evidenciar su compromiso económico con algunas fuerzas e intereses contrarias a la 4T y, por ende, a la actual administración federal. El problema no es que maneje posturas críticas contra López Obrador, pues al fin y al cabo está en su derecho de hacerlo. Para ello está salvaguardada su libertad de expresión. Lo cuestionable es que venda su pluma al mejor postor y ensucie la loable labor de los periodistas.

Él como otros, al amparo de una presunta objetividad, imparcialidad y celo en el manejo periodístico, han atizado el fuego del antiobradorismo, sesgando la información, torciendo la verdad y construyendo escenarios falsos, en el objetivo de crear una percepción a modo como lo desea quien lo contrató, formal y/o realmente, Latinus, o quien esté detrás.

Más allá de coincidir o no plenamente con el tratamiento dado por el Presidente en las conferencias mañaneras, con respecto a Carlos Loret de Mola y sus ingresos millonarios, sin duda, lo que si se desprende de esta situación es la necesaria denuncia contra el mercenario de la información y la convocatoria al boicot al trabajo periodístico de este personaje.

Lo que sí se debe considerar como fue planteado en la mesa de debate, es acabar con el mito de la objetividad y la imparcialidad en el periodismo, lo que no está divorciado de la veracidad, de aquí la condena que debe hacerse a quienes preconizan la mentira para hacer propaganda, como lo ha reconocido el publicista Carlos Alazraki. Éste, como Loret tienen intereses que defienden e impulsan y ello se ha mostrado en su trabajo.

También representan al viejo régimen, aquel que se identificó en los últimos cuarenta años con el modelo neoliberal y que, ese sí, saqueo y destruyó al país. Su trabajo, convencido o no, es coadyuvar a crear las condiciones para volver al pasado, convirtiéndose en alfiles de un poder ya ido, que no se da por vencido y empuja para regresar.

Sin embargo, hay que decirlo con toda claridad, son apenas la punta del iceberg. Debajo de ellos, ocultos, pero al acecho, están el poder económico y la oligarquía financiera que los contrata y hace que operen como ellos digan. Son marionetas de sus designios, así lo han sido por años, pero antes, o no diciendo nada o hablando bien de quienes han esquilmado al país.

Estos son los que realmente hay que vencer, a los que hay que atacar frontalmente, seguir quitándoles los privilegios y prebendas, las mismas que tuvieron por muchos años y que hoy extrañan y por ello actúan con toda crudeza, pero ocultos en el anonimato.

No obstante, son fáciles de identificar.

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