“Se le olvidó el billete, licenciado”, dijo con amabilidad y discreción la funcionaria al gestor que recién había atendido y quien con disgusto la miró a los ojos, recogió el dinero de mala gana y salió de las oficinas.
Dada la sana distancia obligada en que se hace fila en estos tiempos de pandemia para ser atendido en el Registro Civil de la ciudad de Puebla, la prudente burócrata había sido escuchada sólo por quienes estaban muy cerca, pero la displicencia del licenciado había sido estruendosa.
En estos tiempos de protocolos estrictos al acudir a oficinas públicas a realizar cualquier trámite, pocos se enteran de lo que sucede entre público y funcionarios y menos aún hilan lo que oyen y ven, al estar cada uno atento a sus propios pensamientos y su larga espera, pero siempre hay quien hilvana ¡e hilvana bien!
Cuenta la leyenda de una antigua tradición, vigente hasta apenitas ‘ayer’ –hace un año–, que cuando se acudía a realizar cualquier trámite ante el Registro Civil era obligado (así como hoy el cubrebocas y la sana distancia) obsequiar una propina que le entregaban al funcionario en turno, justificada por la “urgencia” del documento, la “prontitud” de la entrega o la dificultad de la “búsqueda” según la antigüedad del acta. Entre más urgente y mayor la supuesta búsqueda que se tenía que realizar, mayor denominación del billete.
El gesto arriba descrito pone en evidencia los nuevos tiempos que corren en el Registro Civil de Puebla que ha devuelto a las juntas auxiliares, desde hace un año, las facultades de Registro y Juzgados para que su gente no tenga que desplazarse a la capital a realizar sus trámites, revirtiendo los graves errores. la peor corrupción y total abandono en las dos administraciones estatales pasadas al desaparecerlas durante ocho años.
Esto viene a subsanar, ocho años después, la arbitrariedad con que se centralizó el Registro civil en la capital del estado cuya decisión en su momento provocó protestas sociales de pobladores, reprimidas por la policía estatal con balas de goma con el resultado más desafortunado en de San Bernandino, Chalchihuapan el 9 de julio del 2014, donde el niño José Luis Tlehuatle Tamayo, de 13 años, perdió la vida por una bala de goma.
Ahora los registros de nacimientos, matrimonios, divorcios, defunciones o copias certificadas actualizadas de todos los anteriores, se les devolvieron a las juntas auxiliares; no requiere de dádivas adicionales ni propinas disimuladas, sólo el pago señalado con su correspondiente comprobante oficial y términos de entrega fijos.
La modernización del sistema está al día con la digitalización de todos los documentos de los juzgados más alejados con un avance del 30% en tan sólo un año y con tiempos estipulados como siguen: La rectificación administrativa de actas es de 15 días; las notificaciones para sentencias administrativas y judiciales es de ocho días hábiles y las actas actualizadas, 24 horas.
A pesar de ser una labor titánica que revierte los errores acumulados en ocho años, el abandono en el que se encontraba el Registro Público y la profunda y generalizada corrupción, a quien me comentó el evento arriba descrito, porque hilvanaba fino ese día al hacer fila, le dije: “¡‘Perfect timing!’ La pandemia y el encierro dan la oportunidad de que la gente se acostumbre a que corren nuevos aires en el Registro Civil de Puebla. Queda incluida en la nueva modalidad.”