Atlixco. “En nuestro caso media tonelada de papaya terminó echada a perder. Ya no logramos sacarla en el puesto. Quedó amontonada en el camión. Desde casa vendimos muy poco. Nadie quería salir a la calle”, recordó con cierto enojo María Rosales, ama de casa y comerciante de esa fruta en los alrededores del parque de La Rotonda, en el corazón del tianguis regional.
Ayer martes, a diferencia de aquel 25 de mayo de 2020, tenía el cubrebocas puesto, un delantal verde y aún no terminaba de colocar el amplio puesto. “Ya está un poco mejor la situación. Ofrecemos la mercancía sin problemas y creo muchos ya la brincamos en cuanto a la salud. Solo falta el tema económico”, finalizó en voz baja a pregunta de La Jornada de Oriente sobre la fecha de la cancelación histórica de esa plaza regional.
Aquel sábado de la última semana de mayo de 2020 miles de personas de tres o cuatro municipios de la región llegaron como de costumbre entre las 5 y las 6 de la mañana para instalar sus puestos sobre las calles de la colonia Álvaro Obregón. Aunque ya estaban advertidos por sus líderes y por la autoridad local en turno, no creyeron en hacerse realidad el mandato o decreto estatal de suspender los mercados por el avance del Covid-19.
En todo el perímetro de esa zona había patrullas de la policía local, estatal y de la guardia nacional, cintas amarillas, granaderos y representantes de los grupos de vendedores intentando convencerlos de dejarlos pasar. Entonces surgió o se replicó la famosa frase: “O morimos de Covid o de hambre”.
Hace 24 meses por primera vez en más de 150 años el tianguis regional no podía instalarse. A pesar de ser un actividad esencial, el riesgo de contagios masivos, de hospitalizaciones y de muertes en la primera ola fue más importante, comparado con la actividad e intercambio comercial y económico de todo el valle de Atlixco.
“¿Cuántas cosas aprendí con esa situación y decisión? De entrada estoy vivo. No sé, en caso de seguir vendiendo en esa época, si hubiera padecido y resistido a esa enfermedad. No había vacunas. Por momentos pensé esto terminaría en un caos. Pero logramos adaptarnos. A la distancia desconozco si resultó bueno o malo cerrar el tianguis”.
“Hoy es mejor pensar hacia adelante. Mis plátanos están de nuevo en el puesto. ¿La pasé mal? Sí, unos cuantos meses por la falta de entradas de dinero”, contó finalmente a este diario Roberto, un comerciante cuyas pencas estaban perfectamente formadas en una larga mesa. Como estudiantes en un desfile. La plaza duró casi tres meses así, aparentemente clausurada.