Enrique Peña Nieto fue a la reunión del G-20 en Alemania, para escuchar lo que ya sabemos por voz de Donald Trump: México pagará el muro. Las elucubraciones de Luis Videgaray, que ahora encabeza Relaciones Exteriores, acerca de los nuevos y buenos acercamientos entre México y Estados Unidos, fueron echadas abajo en una sola frase del empresario golfista. No necesito ni siquiera de un tuit.
Anotan bien Helio Flores (El Universal, 7 de julio) y Magú (La Jornada, ídem). El primero dibuja a los lejos a EPN que pregunta: “¿Cómo te va, Donald?”, mientras que Trump en primer plano, medio enfadado, pisa un mapa de la República Mexicana. El segundo, Magú, plantea que Enrique va pensando: “Me vine sin cash (Ernesto Zedillo) ni tarjetas por si Trump insiste en cobrarme el muro… si se pone necio, empeño el avión” (presidencial). El sometimiento al vecino es evidente.
Cómo no estar en esas condiciones, ya que no tenemos política exterior. Internamente, la aceptación de Peña Nieto es ridícula. Según la más reciente encuesta Gea-Isa, el 55 por ciento de los entrevistados dice que la gestión de Enrique es mala y el principal asunto no resuelto es la creciente inseguridad. El 62 por ciento señala que es necesario un cambio de partido en el poder (en dicha cifra se refleja el miedo a López Obrador). El 74 por ciento desaprueba al ejecutivo y al gabinete. Justamente a un año de las elecciones de 2018, la aceptación del mexiquense es de 19 por ciento, la peor de los últimos tres mandatarios; o sea, debajo de Vicente Fox y Felipe Calderón, ambos hoy impresentables en público.
En los últimos meses, únicamente hay dos personajes que alaban a Peña Nieto, el gobernador de Chiapas, Manuel Velasco, que afirma: Enrique es mejor presidente que Benito Juárez, y Ricardo Alemán, que lo presenta como sumamente honesto y responsable.
Mientras eso sucede, nos informan que el uno por ciento de mexicanos se queda con el 43 por ciento de la riqueza nacional y México está considerado el país más corrupto del orbe.