En principio, para el desarrollo de este tema se impone una pregunta: si el gobierno afirma que el petróleo seguirá siendo de los mexicanos, y que no se venderá un solo tornillo de Pemex, ¿para qué entonces la reforma constitucional?
Bastaría con reformar las leyes secundarias para dar cabida a una inversión privada limitada, sin que el Estado pierda el control y dirección de Pemex.
Daré mi visión de este gran tema desde la óptica del ciudadano, que no es perito en materia energética e hidrocarburos, y adolece de información.
Es incuestionable y evidente que esa gran industria petrolera, que es Pemex requiere una reforma profunda, de cirugía mayor, que la haga cimbrar desde sus cimientos. Sabemos todos de:
La dirigencia sindical voraz, la costosa alta burocracia, “los aviadores”, los ductos “ordeñados”, la corrupción que brota a flor de piel. Se requiere, se necesita más que reforma constitucional, que permita a empresas trasnacionales, participen de la renta petrolera; de voluntad política para corregir esa monstruosidad de corrupción.
La carga fiscal de Pemex es desmesurada, ninguna empresa en el mundo la soporta; se requiere reforma fiscal que aligere y la haga competitiva, sin dañar a la población de menos recursos, trasladándole los impuestos que ahorraría de Pemex.
El gobierno ha iniciado un “bombardeo” de spots publicitarios a través de los medios de comunicación, que pretende doblegar la opinión de la sociedad. No informa en qué consiste la bondad de esa privatización; cómo sería el crecimiento económico de 6 por ciento anual, cual es el modelo de los contratos de utilidad compartida; como se crearán las decenas de miles de plazas de trabajo. Es decir, no explica con suficiencia a la población que no es perito de las elementales estrategias que implementaría para no dilapidar nuestra riqueza petrolera.
En las más amable de las expresiones, es una burla, que ahora pretendan regresar a enderezar la industria a los que hace 75 años “se fueron” por un acto de dignidad y soberanía del presidente Lázaro Cárdenas.
Las privatizaciones en México no han sido nada exitosas; un ejemplo reciente, la banca, que en manos de extranjeros, nos consta que sus servicios son muy caros y deficientes y sus grandes utilidades, sin control, las envían sin recato a sus matrices. Para los mexicanos no han sido benéficas, por el contrario nada rentables.
No basta que el Congreso de la Unión (que sabemos, difícilmente sus miembros nos representen) apruebe la iniciativa del Ejecutivo, hay muchas, muchísimas personas más que no están de acuerdo; en un régimen democrático debe respetarse y atenderse, la opinión y posición de la “otredad”, a los otros, por pocos que sean; ante la importancia de lo que está en juego, ante las opiniones respetables encontradas, se impone información suficiente a la población y un real, veraz y auténtico debate.
(*) Abogado postulante.