París fue seleccionada, por segunda vez, sede de los Juegos Olímpicos, esta vez para la VIII edición. La sede principal fue el estadio de Colombes, con capacidad para 60 mil espectadores, construido en 1909 y que posteriormente también albergaría, entre otros encuentros, la final de la III Copa del Mundo de Futbol, en 1938.
Por primera vez se construyó una villa olímpica para los atletas. Por primera vez también fue recitado el lema “citius, altius, fortius”. Estos serían los últimos juegos con Coubertin como presidente del COI, puesto que dejaría en 1925.
Francia se quedó muy atrás de su actuación en París 1900, e incluso fue desplazada al tercer puesto de la tabla de preseas por Finlandia. Los juegos vieron una vez más a Estados Unidos al frente del medallero, en esta ocasión con 45 de oro, 27 de plata y 27 de bronce. Los fineses, por su parte, obtuvieron 14 medallas de oro, cinco de las cuales fueron a parar al cuello de Paavo Nurmi, merced a sus victorias en mil 500 metros, 5 mil metros, 10 mil metros a campo través, 3 mil metros por equipos y campo a través por equipos.
La otra gran figura de la justa fue Johnny Weissmüller, vencedor en los 100 metros y 400 metros estilo libre, y en los relevos 4 por 200, todo ello en natación, además de ser integrante del equipo de waterpolo de Estados Unidos, que obtuvo el bronce. Cuatro años después, en Amsterdam 1928, obtuvo el oro en 100 y 200 libres y en los relevos 4 por 200. Al final de su carrera en la natación, en la cual impuso 67 marcas mundiales, Weissmüller fue el encargado de inmortalizar en Hollywood a Tarzán, merced a una entrevista con Clark Gable en 1930. Curiosamente, también protagonizó un serial de Jungle Jim, personaje creado por el excelente dibujante Alex Raymond (también inventor de Flash Gordon) para competir con el famoso “hombre mono”. Weissmüller se casó con la bellísima actriz mexicana Lupe Vélez, quien se suicidó el 14 de diciembre de 1944, cuando contaba con sólo 34 años de edad. El célebre nadador y actor le sobrevivió 40 años. Pasó las últimas décadas de su vida en su casa de Acapulco, y al morir sus cenizas fueron esparcidas en la bahía del puerto.
Los juegos de 1924 sirvieron, en el futbol, para ver el nacimiento de una potencia mundial: Uruguay, que asistió con un seleccionado de amplia experiencia en el entonces Campeonato Sudamericano (hoy Copa América), el cual ya había conquistado en tres ocasiones. Los europeos, escépticos, jamás imaginaron antes del torneo el nivel con el que el balompié era practicado al otro lado del Atlántico. En el primer partido oficial entre una escuadra europea y una sudamericana, los uruguayos aplastaron a Yugoslavia 7–0. Eso fue solamente el principio de una vertiginosa serie de triunfos para obtener el oro: 3–0 a Estados Unidos en octavos de final, 5–1 a los estupefactos anfitriones franceses en cuartos y 2–1 a Holanda en una semifinal en la que se dieron el lujo de jugar a medio gas. En el partido definitivo, ante Suiza, los celestes dieron una exhibición que no sería borrada de la memoria futbolística mundial hasta los tiempos del Brasil de Pelé. Su victoria por 3–0 los convirtió en celebridades en París y en auténticos héroes de la patria en Montevideo. En aquel equipo destacaban el capitán José Nasazzi, líder de la defensa; el medio José Leandro “Negro” Andrade, y los delanteros Ángel Romano, Pedro “Perucho” Petrone y José Pedro Cea. Pero por encima de todos estaba Héctor “el Mago” Scarone, mejor futbolista charrúa de la historia y considerado por muchos digno de estar en la lista de los mejores cracks de todos los tiempos.
Tanto el equipo uruguayo de futbol como el finés Paavo Nurmi volverían a protagonizar los juegos en 1928, tal como veremos en este espacio el día de mañana.
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