Como cada cuatro años, los atletas paralímpicos mexicanos regresarán de la Olimpiada paralela con más triunfos y medallas que los que participaron en los Juegos en versión original. Como de costumbre, la información mediática a los paralímpicos –escrita y audiovisual– ha sido mínima en comparación con la otorgada a la “gran” justa cuatrienal. Es lo normal y nadie puede darse por estafado. Y sin embargo…
Y sin embargo, algo nos dice que ese trato es profundamente injusto. Que tanto mérito tiene, por ejemplo, ganar los cien metros libres en una pista o en una alberca para el atleta mejor preparado, atendido, patrocinado y entrenado del mundo –sin descontar una genética privilegiada– como que lo hagan personas capaces de superar el hándicap fisiológico que las hubiera condenado a flagrante inferioridad no ya ante un campeón olímpico multiaclamado sino al lado de cualquiera de nosotros, los “normales”, y no obstante cuentan con el caudal de perseverancia, coraje y voluntad que haga falta para convertir sus limitaciones en un trampolín ideal para coronar sus esfuerzos con la victoria.
Esos son para mí los paralímpicos y de esa magnitud es su triunfo. Y que no nos vengan los medios que con sus eventos “no se venden bien” y por lo tanto no vale la pena transmitirlos, pues además de la belleza visual que encierran, ver y admirar cualquier competencia paralímpica es una lección de vida que debiera inspirarnos a todos.
En los Juegos Paralímpicos que terminaron ayer en París, México obtuvo un total de 17 medallas: tres de oro (Juan Pablo Cervantes (atletismo), 100 m. libres T54; José Arnulfo Castorena (natación), 50 m. braza SB2; y Gloria Zarza Guadarrama ,(atl), bala F54), seis de plata (Ángel Camacho (nat), 50 m. espalda S4; Edgar Fuentes (atl) jabalina F54, Gilda Cota (atl), lanzamiento de peso F33, Luis Nájera (taekwondo), K44 80 kg; Haideé Aceves (nat S2), dos medallas, en 100 m espalda y 50 m. espalda) y 8 de bronce (José Castillo (halterofilia), -107 kg; Paola Bárcenas (halt) -86 kg; Ángel de Jesús Camacho (nat), 2 bronces más y máximo ganador por México, en 50 m. espalda S4 y 150 combinado SM4; Juan Diego García (taek), -70 kg; Osiris Machado (atl), disco fem. F64; Amalia Pérez (halt), -61; Jesús Alberto Gutiérrez (nat), 400 m. libre S6; José de Jesús Castillo (hal), -107 kg). Con esto, México ocupó el lugar número 30 del medallero encabezado por China (220 preseas), Gran Bretaña (124), Estados Unidos (105) y Holanda (56).
Compárese con las nueve medallas –ninguna dorada– obtenidas por nuestros atletas “normales” en los recientes JO París 2024. O mejor no. Porque se trata de dos realidades muy distintas y, por lo tanto, no equiparables.
El estreno del Vasco. La primera sorpresa fue ver las gradas semivacías en Pasadena, la ciudad californiana donde el Tri hacía su presentación con Javier Aguirre al timón y Rafa Márquez haciéndole segunda. En la carpeta del Vasco se nota un afán de renovación de la plantilla luego de la sucesión de fiascos de los últimos años, aunque el cuadro bajo, y no se diga el Tala Rangel, portero debutante, prácticamente no fueron puestos a prueba porque enfrente trotaba un grupo de turistas llegados del último rincón del planeta. Ganarles como se les ganó (3-0) significa poco menos que nada.
En realidad, la victoria, condicionada por un gol de vestidor (Pineda, 4’), se fincó en 5 minutos de inspiración –entre el 52´ y el 57´, cuando cayeron el segundo y el tercero–, durante los cuales México aumentó las revoluciones de su juego, bien comandado por Luis Romo y Orbelín Pineda, que encontraron en el recién ingresado “Chino” Huerta un excelente revulsivo tanto para terminar la jugada –Huerta cacheteó con suavidad el centro de Romo para anotar el segundo– como para facilitar el remate de Romo desde fuera del área que se desvió ligeramente en un defensa y terminó en la red. Vino después el carrusel de cambios y, entonces, el relajamiento de los tricolores se combinó con el decaimiento físico y anímico de los neozelandeses, dando como resultado no la goleada que parecía estar en camino sino media hora de futbol sin mayor chiste; César Huerta, que seguía en tono alto, hubiera podido continuar como factor desequilibrante de haber contado con el respaldo del equipo y un mayor tino para concluir sus jugadas. Le falta bastante para madurar como futbolista pero, de conseguirlo, podría llegar a convertirse en el hombre que marque diferencias dentro de un plantel de nivel medio tirando a bajo, de acuerdo con la realidad actual de nuestro futbol.
Quedaron a deber Alvarado, Luis Chávez y Santi Giménez, suplentes como Córdoba, Láinez y Carlos Rodríguez mostraron muy poco. Y nadie se explica la convocatoria del colombiano Quiñones, tan perdido el sábado como durante la Copa América. Pero habrá que esperar futuras evidencias para tener una idea aproximada de lo que Javier Aguirre pretende. Y de lo que pueda llegar a conseguir en esta su tercera etapa al frente de la Selección.
Abierto de EU para Sinner. El tirolés Yannik Sinner, de 23 años, es el primer italiano que se corona en un Abierto de EU, segundo grand slam del año a su cuenta luego de su victoria en en Australia. Y lo logró de manera categórica, derrotando en tres sets corridos al local Taylor Fritz (6-3, 6-4, 7-5).
Se sabía de antemano que sería un duelo entre dos formidables golpeadores, de esos que obligan al rival a esperar sus saques colocado bien atrás del caliente rectángulo de los intercambios, y que vencería quien le agregara más tenis técnico y cerebral a la sobredosis de musculatura presente; en ese terreno, Sinner no dejó lugar a dudas, muy superior en variedad de golpes, seguridad y tino para aplicarlos y manejo sicológico de las situaciones del partido. Y conste que esto último no era fácil, dada la presión a que se ha visto sometido el italiano en las últimas semanas, con acusaciones de dopaje de las que finalmente quedó absuelto.
En pocas palabras, podríamos decir que el futuro del tenis masculino está asegurado en manos de tipos como Carlos Alcaraz y Jannik Sinner, tan distintos entre sí como formidables jugadores ambos.
Sabalenka, avante. Más reñida que bien jugada resultó la final entre féminas, que la bielorrusa Aryna Sabalenka le ganó a la local Jessica Pagula (7-5, 7-5). Aunque Sabalenka ya sabía qué se siente al alzar el trofeo de un grand slam –dos veces en Australia, 2023 y 2024–, éste fue su estreno como reina del Abierto de EU luego del intento fracasado en la final de 2021. La bielorrusa había arribado a Flushing Meadows como segunda clasificada y se vio beneficiada por la caída de la número uno, la polaca Iga Swiatek, en cuartos de final, una vez que Coco Grauff, su vencedora en la final de hace tres años, se quedara en la cuneta desde la ronda de octavos.
Con todo, el panorama en la rama femenil no mejora: existe un puñado de buenas jugadoras pero ninguna tiene ese sello que distingue a las campeonas de auténtica alcurnia, a las grandes de verdad. Y son ya varios años sin que tal situación se modifique, de modo que seguiremos llegando a las citas cimeras de la temporada preguntándonos quién irá a ganar, y, sobre todo, sin poder disfrutar de un tenis femenil de alta jerarquía. Aunque Sabalenka se haya emocionado al máximo al recibir la Copa de manos de la legendaria Billie Jean King tras ganar la final del sábado.