Expresar el dolor en palabras representa un reto, como lo demuestran investigaciones científicas, obras literarias y vivencias personales. No obstante, el lenguaje sigue siendo la principal herramienta para comunicar nuestra experiencia dolorosa a otros, incluidos los profesionales de la salud.
Recientemente, la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor (IASP) actualizó su definición de dolor, describiéndolo como “Una experiencia sensorial y emocional desagradable, vinculada o similar a la asociada con un daño tisular real o potencial”. Además, enfatiza que “el relato de una persona sobre su dolor debe ser respetado”, subrayando que su naturaleza subjetiva no lo hace menos válido o confiable.
El dolor se define y evalúa principalmente mediante informes subjetivos. Aunque existen medidas objetivas de anatomía y fisiología que lo pueden evaluar, el informe verbal sigue siendo el estándar de referencia. Esto ha llevado al uso de cuestionarios en investigaciones médicas, donde los pacientes describen su dolor mediante términos estandarizados.
Dado que la comunicación del dolor depende en gran medida del lenguaje, es clave entender cómo el cerebro procesa la relación entre palabras y dolor. Estudios indican que el dolor físico (nociceptivo) y el dolor semántico (transmitido por palabras) interactúan a nivel conductual y neuronal. Es decir que el dolor físico influye en cómo procesamos términos relacionados y viceversa. Esto sugiere que el lenguaje actúa como un modulador endógeno en la percepción del dolor; sin embargo, aún no se comprende del todo la arquitectura neuronal detrás de esta conexión bidireccional.
Investigaciones en personas sanas muestran que, incluso sin estímulos dolorosos, las áreas cerebrales que procesan palabras relacionadas con el dolor coinciden parcialmente con las involucradas en el dolor físico, tanto en el componente afectivo como en el sensorial.
En muchos idiomas, términos usados para describir dolor físico, por ejemplo, la expresión “puñalada” o “doloroso”, también se aplican al dolor social como el “rechazo” o la “exclusión”. Esto no es una mera metáfora. Estudios demuestran que ambos tipos de dolor comparten sustratos neuronales, especialmente en la dimensión afectiva. Por supuesto hay un sentido evolutivo particularmente desarrollado, ya que los mamíferos dependemos de vínculos sociales para sobrevivir y su ruptura puede ser tan amenazante como un daño físico.
En el mes de septiembre del año 2023, en la revista Frontiers in Neuroscience, se publicó un artículo que, titulado: Words hurt: common and distinct neural substrates underlying nociceptive and semantic pain (Las palabras duelen: sustratos neuronales comunes y distintos que subyacen al dolor nociceptivo y semántico), se describe cómo estudiaron a treinta y cuatro mujeres sanas sometidas a dos sesiones de resonancia magnética funcional cada una. En una denominada Sesión Semántica, a las participantes se les presentaron palabras positivas, palabras negativas no relacionadas con el dolor, palabras relacionadas con el dolor físico y palabras relacionadas con el dolor social. En la segunda a la que se le llamó Sesión Nociceptiva, las participantes recibieron estimulaciones mecánicas cutáneas que podían ser dolorosas o no. Durante ambas sesiones, se pidió a las participantes que calificaran lo desagradable de cada estímulo. Los estímulos lingüísticos también se calificaron en términos de valor, excitación, relación con el dolor e intensidad del dolor, inmediatamente después de la sesión semántica.
El Dolor Nociceptivo activó áreas como la corteza somatosensorial, ínsula, tálamo y corteza prefrontal; mientras que el Dolor Semántico, demostró que las palabras de dolor social activaron regiones similares a las del componente afectivo-motivacional del dolor físico. Palabras de dolor físico activaron principalmente áreas sensoriales (circunvolución poscentral).
Los resultados confirman que el dolor semántico y el dolor físico comparten sustratos neuronales, pero con algunas diferencias: El dolor social activa redes asociadas a la dimensión afectiva. El dolor físico activa regiones sensoriales.
Este estudio es pionero en comparar ambos tipos de dolor en los mismos individuos, destacando un “solapamiento” neuronal. En conclusión, aunque las áreas cerebrales involucradas son similares, la intensidad de activación varía según el tipo de dolor (físico o social) transmitido por las palabras.
Las palabras no son meras etiquetas; pueden exacerbar o aliviar el dolor, tanto físico como emocional. Entender su influencia permite mejorar tratamientos médicos, estrategias psicológicas y la comunicación en general, destacando el papel del lenguaje como una invaluable herramienta terapéutica.
Referencia: (1) Borelli E, Benuzzi F, Ballotta D, Bandieri E, Luppi M, Cacciari C, Porro CA and Lui F (2023) Words hurt: common and distinct neural substrates underlying nociceptive and semantic pain. Front. Neurosci. 17:1234286. doi: 10.3389/fnins.2023.1234286
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