Recuerdo muy claramente el primer día en el que bebí hasta el exceso. En la casa de un caballerango llamado Pedro Zárate, ofrecieron pulque curado de tuna y de sandía. El primer trago me pareció francamente desagradable; pero al poco rato, sintiendo sus efectos, comencé a tomar hasta llegar al mareo y caminar haciendo “eses” (y verdad de dios que no caminé haciendo heces), finalizando en un sueño profundo que culminó con una resaca impresionante. Aunque fue una experiencia francamente desagradable por el dolor de cabeza, las náuseas, el malestar general y la sed, fue por esta misma razón por la que se convirtió en algo inolvidable aunque tenía apenas ocho años de edad. Las siguientes ocasiones en las que bebí se repitió el desagradable sabor del alcohol en un inicio y luego, el mayor consumo por sus efectos. La desinhibición, la sensación de calor, la risa fácil, la alegría desbordante y la temeridad inconsciente son apenas unas cuantas de las percepciones que se llegan a sentir cuando tomamos alcohol (químicamente llamado etanol o alcohol etílico) y son de un carácter especial, a tal grado que condicionó que los alquimistas medievales, en su época, buscaran en él una sustancia que en su esencia contuviese el elixir de la vida (la bebida que garantizara la juventud eterna). Podemos entonces deducir que el gusto por el alcohol es adquirido y relacionado estrechamente con un incremento gradual en la cantidad, hasta experimentar el efecto deseado, independientemente del sabor. La resaca, cruda, o como se llame, es espantosa y es provocada por una sustancia llamada Acetaldehído, que es derivada del metabolismo del etanol por medio de tres vías: la enzima alcohol deshidrogenasa, el sistema microsomal de oxidación del etanol y otra enzima llamada catalasa. Estos procesos de degradación se dan principalmente en el hígado, una vez que se absorbe por el estómago e intestino, llegando directamente a él por una vía venosa llamada sistema porta hepático. Pues no se sabe a quién se le ocurrió, pero actualmente hay algo que está muy difundido entre adolescentes y es el consumo de alcohol a través de inhalaciones que lo transportan directamente a los pulmones, por medio del contacto con la membrana ocular o por vía vaginal y rectal. En internet abundan videos de jóvenes aplicando botellas de vodka directamente en los ojos e incluso como lavativas. El alcohol se absorbe directamente por las mucosas llegando al torrente sanguíneo sin pasar por el hígado y condicionando elevados niveles de etanol en la sangre en una forma muy rápida, por un lado y por otro, una disminución en la cantidad de producción de Acetaldehído y ninguna resaca como consecuencia. Buscando información sobre este asunto he llegado a leer documentos que impresionan por su contenido (desde someter a discusión la probabilidad de otorgar premios a los inventores o quienes manifiestan que es una maravilla de las invenciones modernas). Lo cierto es que el contacto del alcohol con las mucosas en una forma directa se relaciona con una cantidad innumerable de efectos secundarios, desde adquisición de infecciones hasta alteraciones en la superficie, provocando ceguera cuando se utiliza en los ojos, neumonías cuando es inhalado y vaginitis grave cuando se aplica en tampones. Yo siempre preferiré disfrutar del exuberante sabor de un buen vino, una cerveza generosa, un whisky quemado en las rocas y cualquier bebida espirituosa, incluyendo al pulque, solito o curado con cualquier fruta de temporada. Habrá quienes con alcohol rejuvenecen, pues después de una borrachera amanezcan como bebés (vomitados, orinados, zurrados y gateando); al pulque le seguirán diciendo ¡agua de las verdes matas! Tú me pierdes, tú me matas y me haces andar a gatas; siempre habrá bebedores que beban para olvidar que son borrachos y muchos que, como yo, al paraíso lo preferimos por el clima, pero al infierno ¡por la compañía!