Los respectivos boicots de Estados Unidos y la URSS a los Juegos Olímpicos de Moscú 1980 y Los Ángeles 1984 motivaron al empresario Ted Turner a crear los llamados Juegos de la Buena Voluntad, cuya primera edición se celebró en Moscú, en 1986, con la idea de que las dos superpotencias pudieran volver a competir entre sí en un gran evento deportivo.
La Turner Broadcasting System, cadena televisiva del creador de estos nuevos juegos alternativos, fue la depositaria de los derechos de transmisión de los mismos. La primera edición fue promisoria: 3 mil atletas de 79 países participaron. Como era de esperarse, la URSS, siendo local, dominó de manera aplastante el medallero, obteniendo 118 preseas doradas y un total de 241, por 42 y 142, respectivamente, de Estados Unidos. La tercera posición la ocupó Alemania Oriental, con apenas 28 medallas totales (siete de ellas doradas).

A pesar de que estadounidenses y soviéticos volvieron a los Olímpicos en 1988, los Juegos de la Buena Voluntad siguieron efectuándose, cada cuatro años y de manera alterna con los organizados por el COI. No obstante ello, el interés por los mismos fue decreciendo en cada edición. Para la segunda, Seattle 1990, la participación decayó a poco más de 2 mil atletas de 54 países. Estos juegos, sin embargo, destacaron por incorporar de manera paralela a las competencias deportivas un festival artístico con unos mil 300 participantes, entre ellos el famoso Ballet Bolshoi. Pese a su condición de local, Estados Unidos fue incapaz de vencer a la URSS en la tabla final de medallas. El equipo rojo obtuvo 66 medallas de oro y 188 totales, contra 60 y 161, respectivamente, de los anfitriones.
En lo estrictamente deportivo, las dos primeras ediciones de los Juegos de la Buena Voluntad sirvieron para mostrar lo que probablemente hubiese ocurrido en Moscú 1980 y Los Ángeles 1984 si los dos gigantes hubieran contendido. Aparte de ello, tanto en la capital soviética en 1986 como en la ciudad más grande del estado de Washington en 1990 se rompieron récords mundiales, lo que habla de la seriedad con la que los competidores se tomaron las pruebas. En la primera, Serguei Bubka pasó de los seis metros en el salto con garrocha, estableciendo en ese momento la marca mundial; Ben Johnson derrotó por primera vez a Carl Lewis en los 100 metros planos; Jackie Joyner–Kersee también rompió el récord de heptatlón. Estas competencias parecían, entonces, destinadas al éxito.

Pero por desgracia estos juegos constituían un proyecto condenado a desaparecer, debido a su nula rentabilidad. Turner no la resistió y se vio obligado a vender su compañía a la Time Warner en 1996. A pesar de las sostenidas pérdidas financieras, hubo todavía tres ediciones más: San Petersburgo 1994, Nueva York 1998 y Brisbane 2001. Rusia, al fin Estados Unidos y –sorpresivamente– Australia encabezaron el medallero en cada uno de ellos. Siete récords mundiales más se batieron, pero luego de ello la buena voluntad se agotó.