Palabras clave: Historia, libro de texto, Mesoamérica, Neolítico, poblamiento de América, nuevas teorías.
Dos noticias recientes sobre los pobladores más antiguos de nuestro continente me llevaron a corroborar varias cosas y a cuestionarme otras, como veremos más adelante. Primero, me llegó por redes sociales la noticia en el portal Science Daily (disponible en https://www.sciencedaily.com/releases/2021/06/210601165038.htm) de la publicación de un artículo académico en la revista Latin American Antiquity en 2021(disponible en https://www.cambridge.org/core/journals/latin-american-antiquity/article/new-ams-radiocarbon-ages-from-the-preceramic-levels-of-coxcatlan-cave-puebla-mexico-a-pleistocene-occupation-of-the-tehuacan-valley/F4C32FB10E73D660CB7D9B44E2C29A72) que da cuenta de nuevas investigaciones en el Valle de Tehuacán, concretamente con evidencias de la cueva de Coxcatlán y que podrían cambiar la cronología de la llegada de los seres humanos a América. La investigación fue desarrollada por Andrew Sommerville de la Universidad Estatal de Iowa, Isabel Casar del Instituto de Física de la UNAM y Julio Arrollo- Cabrales, del INAH. Según dice Science Daily, “Andrew Somerville, profesor asistente de antropología en idiomas y culturas del mundo, dice que él y sus colegas hicieron el descubrimiento mientras estudiaban los orígenes de la agricultura en el Valle de Tehuacán en México. Como parte de ese trabajo, querían establecer una fecha para la ocupación humana más temprana de la Cueva de Coxcatlán en el valle, por lo que obtuvieron fechas de radiocarbono para varios huesos de conejo y venado que se recolectaron de la cueva en la década de 1960 como parte de la Proyecto Arqueológico-Botánico Tehuacán. Las fechas de los huesos de repente llevaron a Somerville y sus colegas en una dirección diferente con su trabajo. (…) Los rangos de fecha para las muestras de huesos de la base de la cueva oscilaron entre 33.448 y 28.279 años. Los resultados se publican en la revista académica Latin American Antiquity. Somerville dice que aunque estudios previos no habían fechado elementos del fondo de la cueva, no esperaba edades tan antiguas. Los hallazgos se suman al debate sobre una teoría de larga data de que los primeros humanos cruzaron el puente terrestre de Bering hacia las Américas hace 13.000 años”. En efecto, una de las teorías más aceptadas a lo largo de los años es que los seres humanos habrían migrado al continente americano desde Siberia vía el estrecho de Bering durante la última glaciación y la presencia más antigua de presencia humana aceptada por académicos, especialmente norteamericanos, es la de Clovis, nombrada así por una zona arqueológica encontrada en Nuevo México y que data de hace 13, 500 años, aproximadamente. Como se ve, estos datos estarían echando muy atrás tales fechamientos. Como sostiene Somerville, “‘Retroceder la llegada de los humanos a América del Norte hace más de 30.000 años significaría que los humanos ya estaban en América del Norte antes del período del Último Máximo Glacial, cuando la Edad de Hielo estaba en su peor momento’ (…) ‘Grandes partes de América del Norte habrían sido inhóspitas para las poblaciones humanas. Los glaciares habrían bloqueado por completo cualquier paso por tierra procedente de Alaska y Canadá, lo que significa que la gente probablemente habría tenido que venir a las Américas en barcos por la costa del Pacífico’”.
La segunda noticia fue la relacionada con el hallazgo de huellas humanas en el parque White Sands en Nuevo México, Estados Unidos. El artículo fue originalmente publicado en la revista Science, también en 2021 (disponible en https://www.science.org/doi/10.1126/science.abg7586) pero podemos encontrar información de libre acceso en el portal del Parque (disponible en https://www.nps.gov/whsa/learn/nature/fossilized-footprints.htm) Según se afirma en el portal, las “últimas investigaciones muestran que los seres humanos han estado viviendo en América del Norte y la cuenca de Tularosa durante al menos 23.000 años. Anteriormente se pensaba que los humanos llegaron a América del Norte hace más de 13.500 a 16.000 años. (…) Se llevó a cabo una investigación para ver qué se podía encontrar debajo de la superficie al cavar una zanja en el suelo de yeso en la playa occidental del parque. Se encontraron huellas humanas dentro de diferentes capas de sedimento debajo de la superficie del sitio de excavación. Por encima y por debajo de estas huellas había semillas de hierba antigua (Ruppia cirrhosa) que se analizaron mediante datación por radiocarbono. Se reveló que las fechas calibradas eran de hace 22.860 (∓320) y 21.130 (∓250) años”. Lo anterior no sólo desafía el llamado Consenso de Clovis que ya hemos comentado con antelación, sino que también plantea dudas con respecto a las vías del poblamiento del continente. Los autores de tal investigación encabezada por Matthew R. Bennet y David Bustos, afirman que, según aparece en la publicación en Science, “Las rutas de migración viables desde Asia dependían del momento y las condiciones ambientales asociadas y podrían haber ocurrido a través de una ruta interior a través del Corredor sin hielo, la Ruta costera del Pacífico o ambas; sin embargo, estas rutas habrían sido cerradas o al menos improbable durante la LGM (Último Máximo Glaciar, por sus siglas en inglés)”. Por supuesto, ya existen críticas a esta investigación pues se argumenta que la datación podría haber sido alterada gracias a que sedimentos en el agua del proceso de enfriamiento y calentamiento del lecho podrían haber contaminado las semillas. Sin embargo, los investigadores ya han respondido en la misma revista que sus pruebas son contundentes.
Ambas notas se suman a otros hallazgos encontrados en Pedra Furada, Brasil y en Chiribiquete, Colombia, y que he comentado con detalle ya en columnas anteriores (ver https://www.lajornadadeoriente.com.mx/puebla/memoria-colonizada/; https://www.lajornadadeoriente.com.mx/puebla/chiribiquete-y-naledi/; ), donde se da cuenta de evidencia humana hace unos 40 mil años en zonas tan al sur. Sin embargo, persisten las críticas a estos hallazgos por minucias sustentadas en procedimientos científicos exagerados, es decir, un saber francamente colonizado. Gracias a todo esto, corroboro que es necesario proponer nuevas teorías para explicar el poblamiento de América y que amplíen el espectro de evidencias. Por otro lado, me provocó ciertas dudas, que, como anticipé al inicio de esta columna, comparto ahora. Para empezar, qué de todo este debate llega a nuestros estudiantes de primaria, es decir, qué es lo que se enseña sobre estos temas y qué aparece en los libros de texto. Para ello, busqué el libro de texto de la materia de Historia de Cuarto de Primaria cuya última edición es de 2019 y la reimpresión fue en 2022. En el libro, se mencionan de forma somera las teorías sobre el poblamiento de América, tanto la del estrecho de Bering, como la de la navegación vía el Pacífico. Se afirma que, “Es así que el poblamiento de América fue un largo proceso que se originó por varias migraciones, aproximadamente entre los años 40000 y 6000 a.C.” No obstante, varias propuestas anteriores (al menos de 2014) afirman que el poblamiento se habría dado hace 70 mil años, tomando en cuenta las dataciones de Pedra Furada y otros hallazgos en Chile. Por otro lado, en las páginas 16 y 17 se coloca una línea de tiempo que va del 40000 al año uno d.C. en donde se registran varios estadios y se coloca entre el 40000 y el 35000 a la cultura Clovis (ubicada, como hemos visto, hace 13 mil años) sin ninguna información al respecto, es decir, sin explicar a la cultura Clovis y tampoco las controversias de las que hemos hablado. ¿Las y los profesores que enseñan estos temas hablarán de esto en clase, o se queda la información así? Mi otra duda es cuánto tarda en llegar la nueva información a las aulas o si siquiera lo haga. Me parece que sería muy conveniente que los estudiantes de cuarto de primaria se dieran cuenta de que la ciencia está llena de discusiones y que el conocimiento se construye de esa manera. A esa edad, están en un momento perfecto para que ellos mismos puedan jugar a construir teorías y a argumentar posturas. Sin embargo, estoy seguro de que se piensa que a los niños hay que darles certezas, independientemente de lo atrasadas o criticables que sean. Lo único que se logra, es perpetuar un sistema de conocimiento, sus resultados truncos o discutibles y “verdades” que no tienen nada de inocuas.
Como sea, me parece que la difusión y promoción de estos conocimientos tampoco ayuda mucho para que los nuevos datos lleguen a los docentes. Para empezar, ambas noticias sobre estos acontecimientos fueron publicadas en medios norteamericanos y, por ende, están en inglés. A su vez, los artículos científicos citados en esos medios también están en inglés, con independencia de que, como en el de Coxcatlán, hayan participado científicos mexicanos. Y, para colmo, el artículo sobre las huellas en White Sands que se encuentra en la revista Science, no es de libre acceso (cuesta 15 dólares, es decir, casi 300 pesos); pude acceder a él gracias a que la Universidad Autónoma de Puebla, institución en la que laboro, tiene intercambio con esta revista, de lo contrario, tendría que pagar para obtenerlo. Como se ve, se dificulta enormemente obtener estos nuevos datos. El conocimiento es algo que se mueve constantemente y lo fascinante de su construcción no es el resultado final, sino el proceso por el cual se consigue. Es importante reconocer también que ese proceso con frecuencia es agreste y repleto de obstáculos, muchos de los cuales no están en las limitaciones técnicas, sino en las propias academias, anquilosadas, verticales, totalizadoras y colonizadas. De igual manera, la difusión de ese saber que tiende a ser de difícil acceso por ser con frecuencia confuso por su “erudición”, inentendible por estar en otros idiomas o, quizá lo más absurdo, costoso. Lo relevante de insertar en el pensamiento de los niños la idea de la duda, el escrutinio de nuevas teorías y su discusión, es fundamental para construir sociedades más libres, imaginativas y comprometidas con su conocimiento y con su identidad. Hacia allá precisamente debemos caminar.
La expansión del Pleistoceno tardío de las poblaciones humanas en las Américas es el capítulo más reciente en la migración “fuera de África” de los humanos modernos (1). La evidencia más temprana de dispersión y ocupación
sigue siendo controvertida (2). Las hipótesis van desde aquellas que favorecen a Clovis como la ocupación más temprana [hace ~13 mil años (ka)] (3) hasta aquellas que favorecen sitios más antiguos (“anteriores a Clovis”) que datan de ~16,5 ka [es decir, posteriores al Último Máximo Glacial (LGM); 26,5 a 19 o 20 ka (4)] o incluso mayores (5).