Jueves, julio 17, 2025

Nos hace falta utopía, dice Aurelio Fernández al presentar la vida anarquista de su bisabuelo

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Con el ánimo del derecho a la utopía, la misma que para el escritor Paco Ignacio Taibo II distingue al protagonista del libro Saavedra, un anarquismo, fue presentado en Puebla el libro escrito por Aurelio Fernández Fuentes que delinea, con fluidez narrativa y ardua investigación, el quehacer, la vida y el pensamiento anarquista de Abelardo Saavedra Toro, su bisabuelo.      

Este sábado 14 de agosto en el Centro de convenciones de Ciudad Universitaria de la UAP, universidad que a través de su Dirección General de Publicaciones coeditó el volumen con el Fondo de Cultura Económica (FCE), fue comentado este material que, una vez entregado al lector, se abrió a las diversas lecturas: del personaje, de su multiplicidad de quehacer, de su época y del anarquismo mismo. 

Acompañado lo mismo de manera virtual que presencial por el rector de la UAP, Alfonso Esparza Ortiz; el director del FCE, Paco Ignacio Taibo II; el antropólogo Julio Glockner Rossáinz, el escritor Juan Sebastián Gatti y el director general de Publicaciones de la UAP, Hugo Vargas Comsille, además de amigos, familiares y colegas, Aurelio Fernández señaló que el libro constituye un viaje, mismo que disfrutó en sí mismo, más allá de pensar en el puerto de encalle.

Con la caricatura que Antonio Helguera (1965-2021) hiciera sobre la figura de Abelardo Saavedra de fondo, el director de esta casa editorial resaltó que su entrega al lector ha sido algo maravilloso, por la lectura que ha suscitado y se ha visto en otras presentaciones y entrevistas. “Una vez que uno pone un libro ya no le pertenece, ya está en el alma de quienes lo han leído y se lo han apropiado”. 

El también director del Centro Universitario para la Prevención de Desastres Regionales (Cupreder) de la UAP refirió que el libro no tiene un ánimo didáctico sino el de abordar un personaje familiar para suscitar reflexiones sobre “qué sociedad queremos y qué sociedad tenemos”. 

“Estamos en luchas muy puntuales… nos hace falta utopía, sí nos hace falta, no la tenemos prefigurada. Yo regresaría al debate del inicio y volvería a pensar qué sociedad nos merecemos porque esta que tenemos hoy ya no da para más y hay que cambiarla”, expuso el economista de formación. 

El rector Alfonso Esparza señaló que conoce la trayectoria del libro desde 2012, cuando su autor comenzó las investigaciones en diferentes ciudades de España, Cuba y México, a la par de sus avances y su entusiasmo transmitido. “El periplo de su personaje por varias ciudades españolas, de África, francesas y cubanas que nos hablan de un ser humano excepcional para su tiempo”, consideró. Acotó que su narrativa atrapa al lector pese a las intenciones dichas por su autor de apartarse de la novela.  

Esparza Ortiz destacó que como director del Cupreder desde hace 26 años, Aurelio Fernández ha desarrollado diversas labores que llevan a asemejarse con su bisabuelo, siendo uno de esos temas la alfabetización. “Hay una gran identificación que plasma este autor con las que él desarrolla en su vida cotidiana”, consideró el rector de la UAP. 

Por su parte, el escritor Juan Sebastián Gatti estimó que la historia de Abelardo Saavedra es muchas historias. De inicio, señaló la obsesión del autor por el personaje durante varias décadas, obsesión de la que fueron “víctimas colaterales” sus amigos, familiares y colegas.

Expuso que el personaje, que al tomarlo como tal da la impresión de hacer del libro una novela, fue muchas cosas entre 1860 y 1938, tantas que en el libro aparecen numeradas: boticario, impresor, orador, periodista y preso, por citar algunas. 

Gatti acotó que el volumen es también una mitología familiar. “¿Cómo se cuenta una historia así?”, cuestionó y dijo que como lector enfrentado al relato, una seña de respuesta es el anarquismo, de qué tipo es, en que se parece a los otros, y que hace Saavedra en él. Así, en la primera página y en primera persona se entra al cementerio de Montjüic, buscando una tumba. Entonces ya no hay un narrador, sino un cementerio, tres lápidas y sus nombres, y en ellos no está Saavedra. “Aurelio eligió un procedimiento narrativo. Un lenguaje casi policiaco, en el que el lector se entera de a poco, en los hechos y cómo y en qué circunstancia se produjeron… Se agregan otros procedimientos que son necesarios al lector cuando se va viendo la mitología familiar de Saavedra y se entiende por qué alcanzaba para hacer un libro”, opinó el autor del libro Los días contados.

Destacó que el autor escarba con las herramientas académicas y se ve obligado a cotejar lo documental con lo oral, y en ello intenta la verdad.

“Aurelio escribe el relato sobre Saavedra a la vez que desmonta o muestra o desmonta para mostrar los mecanismos con los que se hace de investigación y el relato se escribe. Como el viejo Saavedra tuvo entre sus profesiones la de periodista, la de preso y la de maestro, a mí me parece que estos procedimientos narrativos, periodísticos y didácticos resultan indispensables para contar la historia como es debido”. 

Como lector, apuntó Gatti, se puede pasar el tiempo leyendo y releyendo el libro, y notar que al toparse con los primeros artículos y cartas de sus descendientes fue teniendo la impresión que el exiliado, el preso y el errabundo que era Saavedra debía haber encontrado formas de comunicación con los suyos, que dirían a dónde estaba y podían figurarlo; ahora, notó, es gracias al trabajo de Aurelio Fernández que se tiene a donde voltear para encontrarlo.

En su turno, el antropólogo Julio Glockner mencionó que lo primero que salta del volumen es que Aurelio Fernández es buen narrador, algo que carecen muchos historiadores, creando puentes entre autor y personaje. “Estoy seguro que vivió la escritura de este libro como una aventura intelectual y existencial, como se deben escribir los libros”. 

Desde una pantalla refirió que el libro conduce al lector a Abelardo Saavedra, un prominente anarquista de finales del siglo XIX y principios del XX, siendo un homenaje al periodismo de causa. A la par, cuenta un periplo de la historiografía familiar, un recorrido genealógico que incluye una exposición de los movimientos sociales, de represión y huelgas obreras que tenían como resultado la prisión y el encarcelamiento.

En ese sentido, el también investigador y profesor de la UAP destacó que el anarquismo por el que optó Abelardo Saavedra se sustentó en su sensibilidad humanista no exenta de humor. Asimismo, refirió que sus ideales consistían en impulsar una oposición al pensamiento dominante de la iglesia y el estado, el oponerse a la opresión y al luchar por la instauración de un orden social diferente, así como la igualdad de razas y géneros, lo que le provoco destierro, tortura y cárcel.

Destacó que Aurelio Fernández propone el concepto de contracultura, un acierto al pensar al anarquismo actual con sus nuevas formas y configuraciones sociales que no son las de finales del siglo XIX y principios del XX. “Anarquistas en un sentido amplio como ejercicio de libertad y de oposición fueron y son el dadaísmo, el surrealismo, los hippies, los punks y los darketos, son Patty Smith y Chavela Vargas, son José Agustín y los poetas Beat; anarquistas institucionales son Green Peace y ongs que luchan por el medio ambiente, por la paz y por millones de familias en el mundo…”.

“Anarquismo como doctrina política y social que plantea un nuevo régimen y una vida comunitaria en la que cada quien aporta según sus capacidades, y el anarquismo como ejercicio libertario… las dos propuestas son utópicas pero hay una tercera, mas practicada que reconocida: la anarca que plantea la libertad personal compartida. Se distingue por eliminar cualquier tipo de poder inquisitivo. No quiere cambiar el mundo, actúa por una ética personal y tiene a la libertad como su centro de acción. No confronta al poder para lograr su libertad: es libre de antemano… Ahora se busca incidir en lo local, porque el cambio no está en las nubes utópicas sino aquí, al ras del suelo”, reflexionó el antropólogo.

Por último, también desde la virtualidad, Paco Ignacio Taibo II dijo que halló coincidencias con la obra de Aurelio Fernández en tres aspectos. De inicio, el “problema de la historia” que pone a los historiadores de oficio en una zona oscura, ligada a que nadie les dijo que es necesario “narrar la historia”. En ese caso, notó que Saavedra, un anarquismo, “está cuidadosamente bien contado”, haciendo que de la nada aparezca un personaje que se pone a manos del lector, “una virtud nada desdeñable”.

La segunda coincidencia, es que pone en debate “de una manera extraña el anarquismo”, ya que al ser el material del libro un anarquista y su reflexión, cómo vive, actúa y dedica su vida, el autor lo revisa, recorre sus caminos y sus intenciones de poner la verdad en los medios, de organizar al pueblo, su vocación de educador.

La tercera virtud que encontró señaló el director del FCE, fue el uso del periodismo, mismo que no es un arte menor pues implica técnica investigativa. “El libro es producto de un historiador proto anarquista saavedriano y periodista. Eligió formatos de ficción revelada y explícita, y sin hacer trampa pone a discusión la verdad y pone una técnica: contar lo investigado y la investigación que lleva a cuestionar el oficio de historiador narrador”.

Por último, Taibo II destacó que el volumen se convierte en una lectura apasionada amena y conflictiva. “Me conduce a otro camino diferente, a una reflexión sencilla: que no me van a quitar el derecho a la utopía, es un derecho natural que se reproduce en los seres humanos críticos, lo dice Saavedra y me lo digo yo. Son luces en la distancia que le dan sentido a la vida”. 

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