La Cuarta Transformación, que en las elecciones de 2018 llevó a la Presidencia de la República a Andrés Manuel López Obrador (AMLO), ha sido en los últimos años un referente fundamental en la vida política nacional, lo que ha permitido eliminar varias máscaras que enturbiaban la vida política nacional; particularmente, salió del clóset ese largo y oculto amasiato entre el PRI y el PAN, siempre negado para simular una democracia realmente inexistente, cuyo logró mayor fue representar una farsa para hacer creer a la sociedad mexicana que en el 2000 habría una alternancia. Más pronto que tarde, se supo de la comedia, pues lo único que cambio fue el fortalecimiento de la oligarquía que se mantuvo intocada en el poder.
Otra definición política obligada por la Cuarta Transformación, es un hecho que la derecha no ha logrado entender: hoy, el pueblo de México no vota a ciegas, ahora llega a las urnas a sufragar por un proyecto de nación con el cual se siente identificado, donde él es el protagonista del cambio y el receptor de sus beneficios. El rencor, el odio y el miedo con los que la derecha ha tratado de atraer a los ciudadanos son repudiados por una población mejor informada, que sabe del esfuerzo necesario para lograr cambar el régimen político que durante tres décadas y media diseñó formas organizativas que dificultan el cambio.
Sin entender nada, la derecha está empeñada en una campaña de mentiras y calumnias contra el presidente, cuyo gobierno lucha, entre otros frentes, por apagar el fuego provocado por los gobiernos del PRIAN, en materia de seguridad; a su vez, en el Congreso de la Unión, al no tener un proyecto de nación que proponer, la derecha ha utilizado su situación de minorá para impedir la mayoría calificada que establece la constitución a las dos cámaras para concretar los cambios en la Constitución. Eso ha impedido llevar a delante varias iniciativas presidenciales vinculadas al proyecto de nación presentado a los mexicanos en las elecciones de julio de 2018 y que recibió más de 30 millones de sufragios.
A pesar del negacionismo de la oposición minoritaria, la Cuarta Transformación ha logrado uno de sus objetivos: redefinir el papel del gobierno y fortalecer la democracia promoviendo la igualdad, la inclusión, el respeto a la diversidad y la justicia social. También, ha logrado la separación del poder político y el poder económico, proceso estrechamente vinculado a la Cuarta Transformación, lo cual ha permitido evitar a los intereses oligárquicos influyendo en las decisiones políticas correspondientes al gobierno. Por supuesto, en México, como en cualquier parte del mundo, esta separación a menudo se ve frenada por la influencia y poder de las grandes corporaciones y grupos políticos de poder que lo usan en su exclusivo beneficio, tal como fue asumida la toma de decisiones gubernamentales durante la fase neoliberal del capitalismo.
Para romper con esta perversa relación, la Cuarta Transformación tiene necesariamente que lograr una creciente integración con los sectores populares, única vía para seguir avanzando en la separación de ambos poderes y la consolidación de un nuevo régimen político, donde el accionar del Estado, tenga siempre presente que, por el bien de todos primero los pobres.
Por estas razones, entre otras, no volverán quienes buscan el poder por el poder mismo y su proyecto de nación, es más bien un proyecto de negocios privados con recursos públicos.
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