Jaime Lozano podrá ser reservado, novatón o lento de respuestas como DT, pero, por favor, no lo dejen ir. El tipo tiene una suerte envidiable, que era uno de los requisitos que Napoleón consideraba indispensables en todo buen general. Lo del martes en el Azteca fue alucinante. México salió lanzado en tromba sobre el área enemiga, en menos de lo que se cuenta había estrellado un balón en el poste, cobrado instantáneamente un córner (Jorge Sánchez sorprendió hasta a su compañero Henry Martín, que falló su cabezazo a metro y medio del arco) y arrinconado a los asustados hondureños. Todo a punta de pelotazos, porque de futbol, nada. Los catrachos capearon el temporal y se habrían ido al descanso con su meta en cero si tan sólo supieran cómo formar barrera ante un tiro libre. Pero en el pecado llevaron la penitencia, Menjívar –arquero irregular, pésimo actor para fingir faltas–no alcanzó el zurdazo de Chávez al rincón izquierdo de su cabaña, el Tri cobró una pieza que ya no esperaba y se marchó en ventaja al vestidor.
Su regreso a la cancha, en medio de un diluvio, no fue el mejor: la visita recordó que tiene gente que sabe jugar –Nájar, Rodríguez, Elis, Palma, “Choco” Lozano…– y, durante diez o quince minutos desplegó sobre el húmedo tapete el único futbol que se vio en la noche. No les alcanzó para emparejar el marcador y terminaron físicamente desfondados, pero tampoco se veía por ningún lado que el Tri fuera capaz de armar una ofensiva decente. Las ocasiones que se topó ante el arco de Menjívar, a tropezones pero claras, las fue desperdiciando una por una. Más peligrosos eran para sí mismos los amontonados defensores hondureños y su alocado arquero que el peloteo sin imaginación y los tres centros delanteros Verdes que tanto ha inflado la publicrónica (Henry, Santi y Quiñonez: todos tuvieron su chance y de los tres no se hizo uno). Además, al lanzarse al frente sin miramientos, el Tri exponía a su lenta defensiva al latente contragolpe catracho, muy tímido por fortuna.
A México lo mantuvo en la lucha el temperamento de su capitán Edson Álvarez y el espíritu guerrero de Jorge Sánchez, pero nada más. Y el gol anhelado llegó porque el árbitro salvadoreño Iván Barton –¿no fueron Honduras y El Salvador enemigos mortales en la desdichada guerra del futbol de 1969?– prolongó el tiempo de compensación más allá de los nueve minutos anunciados (el gol de Edson cayó a los 102´ del segundo tiempo).
La prórroga se fue en blanco pese a que Honduras perdió a dos jugadores por expulsión –los motivos habría que preguntárselos al tal Iván Barton–, y así se llegó a la definición desde los once pasos. Y allí, Malagón fue decisivo con su paradón al primer fusilamiento, como lo había sido antes, al contorsionarse para desviar un frentazo de Anthony Lozano a bocajarro en uno de los contados ataques en forma que armó Honduras. Barton tuvo razón al triplicarle las ocasiones de encontrar red al “Chino” Huerta, empeñado en atinarle al cuerpo del arquero en sus dos primeros disparos, pues, efectivamente, el guardameta visitante se adelantó neciamente en las dos ocasiones fallidas. Por cierto que Huerta tiene jalón con la gente y un llamativo control en corto de la pelota, pero se anula a sí mismo buscando siempre la ruta más poblada de contrarios para ensayar sus vistosas cuanto estériles incursiones. Mucho habrá de madurar si desea trascender más allá de los vanos fuegos de artificio.
En fin, que gracias a los penales anotados por Giménez, Orbelín, Hirving Lozano y el mentado Chino Huerta –a la tercera–, y a las ayudas de un salvadoreño con silbato, México eliminó a Honduras, esa potencia, y estará en la próxima Copa América. La calificación da asimismo acceso a las semifinales de una cosa llamada Copa de la Concacaf, invento de la FIFA para seguir alimentando a la gallina de los huevos de oro.
Y por favor que nadie nos toque a Jimmy Lozano.
Sub17, el desastre. Se ufana la publicrónica de la avanzada mexicana sobre el viejo continente y omite referirse al descuido cada vez mayor de la cantera. Por lo que, ante el 5-0 que le recetó Malí al pequeño Tri desalojándolo del mundial Sub17 en cuartos de final, prefirieron ver para otro lado. Allá ellos. Y que conste que en esa categoría México ha sido alguna vez campeón (Perú, 2006). Es verdad que Malí fue la revelación del torneo, pero cómo borrar la losa de una paliza de ese tamaño. Por cierto que a Brasil, cuesta abajo en todas las categorías, Argentina lo goleó y eliminó en cuartos (3-0), terceto a cargo del jovencito Echeverri, posible estrella en ciernes.
Calientita Conmebol. Las eliminatorias sudamericanas para el próximo mundial –previsible pachanga con 48 participantes–, evidenciaron la decadencia de Brasil, que con su derrota en Maracaná frente a Argentina ligó la histórica suma de tres descalabros en fila. El esperado duelo valió sorbete, y lo mejor del partido fue, con diferencia, el gol de Otamendi, levantándose limpiamente entre dos defensores para colocar su frentazo en el mero vértice (62´). Lo demás fue calderilla, y el descontrol de los locales quedó sellado con la expulsión de un tal Joelinton (81´).
El que no afloja es Uruguay, que pasó sin problemas sobre Bolivia (3-0) con doblete de Darwin y está a dos puntos del líder Argentina (13-15); tercero va Colombia (12), que fue a ganarle a Paraguay en Asunción con un penal ejecutado por Santos Borré, mientras Venezuela (9), que ya no es una ninguna sorpresa sino un buen equipo de futbol, empataba en Lima (1-1) pata hundir aún más a Perú (colero absoluto con sólo 2 puntos). En el último encuentro, en Quito, Ecuador (8) venció ajustadamente a Chile (5) con gol del leonés Angelito Mena.
Detrás de los ecuatorianos, Brasil (7) sería el sexto clasificado a EU 2026. Una miseria.
Ajedrez en Abu Dabi. Último GP del año y 19ª victoria de Max Verstappen, estableciendo una marca dificilísima de igualar hasta por él mismo. Buena pista y todo el interés concentrado en la lucha entre Ferrari y Mercedes por el segundo lugar del campeonato de fabricantes, ganado al cabo por la marca alemana. Pero antes, justo al final, Leclerc había hecho algo insólito tratando de rescatarlo para su escudería, martingala consistente en dejarse rebasar por Checo Pérez para poder obstaculizarle a Rusell su cierre de carrera, habida cuenta que pesaba sobre el mexicano un castigo de cinco segundos, que eran los que el monegasco intentaría conseguir que separaran al hombre de Mercedes del piloto tapatío.
No lo logró finalmente y la marca de Maranelo cayó al tercer puesto, mientras Checo, que tomó la bandera a cuadros detrás de Verstappen, perdía dos lugares en los resultados oficiales debido a su castigo, cediéndole el segundo a Leclerc (Ferrari) y el tercero a Rusell (Mercedes).
Ofreció Pérez, en la semana final del campeonato, una síntesis de los altibajos que marcaron su campaña, tan pronto piloto de élite como sujeto a errores de principiante. Aunque hay que señalar que el castigo de ayer olió a cacicada de los inefables comisarios de carrera, pues su rebase sobre Norris (vuelta 49/58) no tuvo la agresividad que vieron los jueces, persuadidos quizá por el choque de ruedas que lanzó fuera de pista al británico.