Sábado, mayo 17, 2025

No son los cárteles, es México

Cada vez que tiene oportunidad de decirlo, lo recalca “Necesitamos una operación militar” contra los cárteles, dice Trump; afirma que narcos “son muy ricos y muy malvados” (msn.com); <<México tiene, creo yo, mucho, mucho miedo de los cárteles en realidad>>. Qué puede explicar esta enfermiza “diplomacia” que hace decir a Donald Trump: <<…estamos trabajando con México (…) creo que los cárteles controlan grandes sectores de México y no quiero decir eso porque me llevo muy bien con su presidenta>>. (“México tiene, creo yo, mucho miedo de los cárteles en realidad”, dice Trump; asegura que controlan grandes sectores del país). Ambas afirmaciones se asientan en el “creo”. Aquí empieza el problema. Creer, es tener algo por cierto sin conocerlo de manera directa o sin estar comprobado o demostrado. Nada tendría de raro si tales afirmaciones viniesen de un ciudadano cualquiera, pero, proviniendo del presidente del país más poderoso del planeta, algo no anda bien. Cierto es que no podría esperarse altitud de miras de quien, rodeado de poder político, económico y militar, ha convertido las relaciones diplomáticas en pendencias internacionales con la imposición universal de aranceles; y, banalizado el ejercicio de gobierno orillándolo a la degradación: <<Se los digo, estos países nos están llamando. Me están besando el trasero. Lo están haciendo. Se mueren por llegar aquí. Por favor, por favor, señor déjenos llegar. ¡Haré lo que sea! ¡Haré lo que sea, señor! (Trump presume de aranceles y se burla de líderes mundiales | Watch). (La Jornada: Trump ordena mayor flujo de agua para lavar su hermoso cabello). (No es broma: Trump aprueba ‘hacer las duchas grandes de nuevo’). Trump desea ser admirado, como en el famoso cuento de niños: <<Admirar significa reconocer que soy el hombre más hermoso, mejor vestido, más rico y más inteligente del planeta>>; la imagen viva de un empresario siendo jefe de Estado.

No es el primero y, quizá, tampoco sea el último. Que este empresario dirija el gobierno del país más belicoso, lo pone en el escaparate mundial para que sus actos híbridos, de empresario-jefe de Estado, sean observados y evaluados no solo por quienes lo eligieron y encumbraron en el cargo, sino por todos aquellos que sufran los efectos, benéficos o perniciosos, de sus decisiones políticas que, surgiendo en su país, están afectando al mundo entero. Donald Trump en Estados Unidos (EU) dará ejemplo de los resultados que arroje su híbrida política, en el manejo de los destinos sociales de la colectividad estadounidense y sus efectos en las del resto del mundo. La lección tendrá que ser bien aprendida. Sus acciones de gobernanza, deberán observarse centrando atención en las aristas que definen a cada componente: la teleología de cada actividad; la pertinencia de su fusión y, los resultados que produce. En el corto periodo que lleva como presidente, ha mostrado que, sin atender a razonamientos, cree estar en posesión de la verdad absoluta; se comporta como rey pues, para él, los hombres y mujeres del mundo son súbditos (Trump pide a sus asesores que tomen medidas más drásticas y considera un impuesto universal, según informan); no solo se cree monarca absoluto, sino también monarca universal.

La teleología que define a las actividades de empresario y jefe de Estado, está claramente diferenciada en la realidad social cotidiana, con independencia de que las circunstancias políticas en cada país permitan, electoralmente, reunirlas en una sola persona, por motivos que no corresponde analizar aquí. Explotar el trabajo ajeno para acumular riqueza y, conducir los destinos de una Nación. Dos actividades distintas, regidas por reglas diferentes, con objetivos diametralmente opuestos han sido fusionados colocando al empresario beneficiado con la jefatura de Estado, no en la disyuntiva de conducir, o no, al Estado como una empresa -empresario de toda la vida, Trump no tendrá otros horizontes de referencia al desempeñarse como jefe de Estado- sino, solo en la circunstancia de determinar en beneficio de quiénes debe ejercer el poder político de modo tal que su resultado sea el mismo: acumular riqueza. El afán desmedido de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas, es el talante del gobierno oligárquico que encabeza Trump. (La Jornada: El republicano forma un gabinete de y para los multimillonarios de EU). (¿El gobierno de los ricos?). La combinación de riqueza extrema, poder político, e influencia fáctica ha adquirido cuerpo en el gobierno de EU, dando vida a la vieja definición que hace 175 años dio el Manifiesto del Partido Comunista: <<El Gobierno del Estado moderno no es más que una junta que administra los negocios comunes de toda la clase burguesa>>.

La fusión de estas dos actividades nunca debería considerarse pertinente, por insana, al implicar la reunión del poder económico privado con el poder político en el ejercicio de gobierno; ello permite que la representación, custodia y disposición del patrimonio del Estado, queden a cargo de la pequeña élite cuya única finalidad en la vida es acumular riqueza a costa de los demás, provenga de donde provenga: <<A los muchos inversionistas que vendrán a Estados Unidos y que invierten enormes cantidades de dinero, jamás cambiaré mis políticas”, afirmó Trump en su red Truth Social. “Este es un gran momento para hacerse rico, más rico que nunca antes>>. (“Jamás cambiaré mis políticas”, dice Trump mientras los mercados se hunden; afirma que China entró en pánico por los aranceles). Investidos con poder político, siempre tendrán “el recurso del método”: Que los fondos públicos vayan a la baja (La caída de los bonos de EEUU hace saltar las alarmas en los mercados mundiales), y los privados al alza (Trump anuncia pausa de 90 días en los aranceles y Wall Street se dispara). Si la oferta de riqueza la dirige a los grandes inversionistas excluye, en automático, al grueso de la población. La población trabajadora, generadora de la riqueza social, invariablemente, será la fuente donde los inversionistas abrevarán para hacerse más ricos “que nunca antes”. Y, el dinero público está, ahora, en custodia y a disposición de la oligarquía gobernante.

En este contexto, la obsesión por México ha sido explícita (“Si subsidiamos a México, que se convierta en un estado de EU”, dice Trump; asegura que aranceles “son hermosos” | El Universal). Una especie de “fiebre del oro” -por la que muchas personas abandonaron sus empleos y modos de vida convencionales para ir en busca del oro a California, EU, en el siglo XIX- parece persuadir a Trump, transformada en “fiebre” de las tierras raras y el petróleo (Comenzará una edad de oro económica en EU con Trump: Scott Bessent), para abandonar su convencional modo de vida empresarial y conseguir la jefatura de Estado que lo ha puesto en contacto con esos materiales y el dinero público. Son abiertas sus intenciones de anexión sobre Canadá, adueñarse de Groenlandia, retomar por la fuerza el Canal de Panamá, controlar el petróleo de Venezuela, y echar al pueblo palestino de su tierra para convertir la franja de Gaza en lujoso destino turístico. La visión empresarial del ejercicio de la fuerza, puesto al servicio y utilizado, para hacer grandes negocios. (Despidos masivos: Trump convierte al gobierno en “negocio”).

La vecindad territorial con México, que sea su principal socio comercial, tener suscrito un tratado de libre comercio e, incluso, que diga llevarse <<muy bien con su presidenta>>; no parecen ser obstáculos que Trump considere insalvables para contener sus pretensiones de intervención militar en este país. (Congresista de Donald Trump asegura que el gobierno de Claudia Sheinbaum es incapaz de desmantelar cárteles mexicanos y promueve una nueva iniciativa de intervención militar en México) (La Jornada: Trump no descarta usar la fuerza militar para sus planes de expansión). Poco a poco, ha venido tejiendo el entramado político, jurídico y militar que a mediano plazo pueda permitirle asestar un golpe al gobierno mexicano con el pretexto de combatir a los cárteles del narcotráfico. (Marco Rubio advierte que “una acción militar” contra los cárteles mexicanos es una opción para Trump). Para establecer si el objetivo de la acción militar serían los cárteles de la droga o, en realidad, el gobierno mexicano; debe tenerse presente que en el tema de las adicciones, Trump no ha diseñado en su país ninguna estrategia de salud pública para combatirla; que el trasiego de drogas hacia EU es un negocio de miles de millones de dólares que llegan a nutrir su sistema financiero; que las propias autoridades de ese país contribuyen a dotar de armamento sofisticado a las organizaciones criminales mexicanas desde los tiempos del operativo Rápido y Furioso pactado con el expresidente Felipe Calderón; y, que, una acción militar unilateral en suelo mexicano, sería una invasión a la que deberá responder el gobierno mexicano, no los cárteles. (La Jornada: Autoridades de EU, en conspiración que inunda de armas a México: Gertz) (La Jornada: Imparable y al alza, tráfico de armas de EU a México). Es un claro contrasentido abastecer de armamento al enemigo que, supuestamente, quiere combatirse.

La finalidad de cualquier organización criminal al llevar a cabo sus actividades delincuenciales, es la acumulación de riqueza; para conseguirla, no dan cabida a escrúpulos de ninguna naturaleza; es el faro que alumbra la configuración de su visión de la vida y, toda su vida gira en torno a ella. Los cárteles fueron prohijados, históricamente, para servir a un modelo político social concreto, del que recibieron protección política para el desarrollo, crecimiento y permanencia de sus actividades ilícitas. Atendiendo a esos fines y, a las formas organizativas que utilizan para “legalizar” sus ingresos, son grandes empresarios cuyas fortunas acumuladas les permiten, bajo las reglas del anonimato de las sociedades mercantiles y la azarosa vida social, tener vidas llenas de lujos similares a las de los grandes empresarios o figuras políticas con las que guardan afinidades motivadas por el afán de lucro.

Políticamente, estas organizaciones, distinguen entre gobiernos con los que pueden trabajar y, con los que no. Las recientes extradiciones de connotados capos hacia EU, les indican que con el gobierno en turno “no gozan de libertades”. Su descontento lo hacen patente arreciando, cuantitativa y sanguinariamente, sus actividades criminales con el objetivo definido de que la población cuestione la eficiencia y eficacia gubernamentales en el combate a la inseguridad pública. De esta manera se colocan, objetivamente, como un poder fáctico de oposición política al gobierno. Esta circunstancia encadena y explica una triada de sucesos: el abastecimiento de armas para los cárteles desde EU, las amenazas de acción militar en México y, las posturas favorables a la intervención militar estadounidense manifestadas públicamente por la oposición partidista.

El encubrimiento mediático de este alineamiento de fuerzas, se viene efectuando a través de la construcción sincronizada de una narrativa de ataque a los gobernantes de México, anterior y actual, que pretende sembrar la perversa idea de asociar a los gobiernos de izquierda con el narcotráfico tal como hacen, desde EU, los republicanos con Trump a la cabeza, “coincidiendo” con la desplegada, desde antes del proceso electoral presidencial, por los partidos de oposición manejando las etiquetas “narcopresidente” y “narcocandidata” arrojados contra el  presidente López Obrador y la, entonces, candidata oficial. Bajo tales consideraciones, esa confluencia de intereses y esfuerzos no están dirigidos a combatir a los cárteles, sino a armar un golpe político militar contra el gobierno de México, donde los criminales jugarían un papel paramilitar. La voracidad económico-empresarial del presidente Trump parece no tener ningún límite; su monótona y enfermiza creencia en que el poderío político, económico y militar que ahora representa, puede utilizarlo para subyugar a todos los pueblos del mundo, tampoco los tiene. La oposición político partidista en México aplaude esos excesos, porque ve en ellos una posibilidad de retorno al control del poder político perdido sin elecciones, al costo político social que sea y, sin escrúpulos de ninguna índole. Sin proyecto político propio y sin conciencia social, la lumpen criminalidad se acomoda a cualquier circunstancia con tal de seguir amasando riqueza en las variadas formas que ha establecido durante años.

A Trump, la oligarquía que le acompaña en el gobierno y, la élite empresarial multimillonaria a la que representa, les interesaría sobremanera la posibilidad de adueñarse del petróleo, tierras raras y demás riquezas naturales de México, tal como anticipó -con aviesos propósitos- al cambiar unilateralmente la nomenclatura histórica del Golfo de México, por el de Golfo de América; no en homenaje al continente, sino dando sentido de pertenencia del golfo a “América” como gustan llamarse ellos: “Make América Great Again”. Sin embargo, esa pretensión pasa a segundo término frente a la fatal divergencia que para ellos representa el actual modelo económico, político y de gobierno soberanista impulsado en México. No es el comunismo chino, tampoco el socialismo cubano; ahora, es el tipo de capitalismo que practica el vecino. Económicamente, el contraste es entre el capitalismo salvaje, depredador y mezquino de EU; y, un capitalismo menos irracional en México que intenta limar los filos de la pobreza y la ignorancia. Siendo formalmente dos democracias representativas, aquella ha sido usurpada por la plutocracia dirigida por una oligarquía, mientras acá mantiene una mayor participación popular; y, frente a las actitudes imperiales del magnate, un gobierno soberanista no tiene cabida en su ideal político. Estas diferencias de modelo ya arrojan resultados en la política internacional de América Latina, donde EU domina políticamente a ciertos países -Argentina, Ecuador, Perú, Paraguay, Panamá, El Salvador- y México ha adquirido un liderazgo político y moral en el resto del continente.

La divergencia del modelo se centra, entonces, en la cuestión de la distribución de la riqueza social entre la población, perfectamente entendible por la predominancia histórica de la plutocracia en EU. La cultura de la estafa, la violencia y el despojo, que niega la esencia racional del ser humano y conduce a su decadencia moral, es la base primordial del avance del capitalismo en el mundo hasta el punto máximo en que hoy se presenta en el vecino del norte. Por voracidad económica y esquema ideológico los plutócratas siempre verán, en cualquier intento de democratizar la economía, un ataque a la propiedad privada. Partidarios del libre mercado, son incapaces de cuidar la fortaleza del mercado interno así sea, solo para aliviar las penurias económicas de una buena parte de la población, teniendo que suplir el Estado esa incapacidad. Los golpes que tira Trump hacia el exterior, y a México en particular, muestran su visión empresarial del manejo del poder del Estado; prueban que es capaz de ejercer el poder político, pero no que tenga capacidad para la conducción del Estado, pues, esta implica la de toda la Nación con su economía política; y, ahí, es donde la visión plutocrática es corta, por su miseria moral. A estas alturas, sostener la afirmación <<jamás cambiaré mis políticas>> hace cuestionar si Trump es un iluminado o, solo un equivocado con poder. (Wall Street y el dólar caen mientras los inversores se alejan más de EU).

La tarea política de hacérselo comprender está en el pueblo estadunidense, considerando sus magros aciertos y pingües dislates que, en menos de cien días, ya cuestionan su permanencia en el cargo. (Fiasco sin precedentes y golpe a Trump: ¿adiós, presidente, adiós?). La decadencia imperial de EU se asoma al mundo.

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