Ordinariamente las autoridades acusan a las industrias ubicadas en los márgenes de los ríos Alseseca y Atoyac de ser sus principales contaminantes, pero nada dicen acerca de que durante seis años y siete meses, ambos cauces reciben las descargas de miles de hogares, negocios y otros inmuebles de la capital y las poblaciones asentadas en sus orillas, debido a que las cinco plantas de tratamiento a cargo del gobierno estatal no están funcionando.
Esta casa editorial realizó un recorrido por las riberas de ambos cuerpos de agua y constató que la situación detectada en febrero de 2012: las aguas que deberían salir limpias de las saneadoras son expulsadas con el mismo color negro con el que ingresan, burbujeando por la descomposición de los químicos y otras sustancias que llevan consigo.
Los casos más evidentes suceden, por ejemplo, en la planta tratadora Atoyac Sur, en las orillas que dividen a la colonia popular de Castillotla de la zona residencial de Lomas de Angelópolis, donde se puede apreciar cómo el brazo natural del río fluye en el color café que caracteriza a las aguas que arrastran tierra, lodo y otros productos erosionados.
Ahí, el afluente empieza a ser contaminado por una corriente negrísima y burbujeante que sale expulsada del centro que supuestamente debería limpiarla. En la página que esta casa editorial tiene en Facebook hay un video que muestra con toda crudeza el momento el momento y lugar donde ocurre la polución.
En la zona de la confluencia la contaminación no solo se cierne sobre el manto acuífero sino también sobre el ganado que pasta cerca: vacas que brindan leche para consumo humano, toros, cabras y borregos que son engordados para servir de alimento y decenas de hectáreas de cultivos.
Lo mismo sucede con la planta tratadora Alseseca Sur –ubicada en las inmediaciones de San Francisco Totimehuacán–, en la que el agua sucia que ingresa para ser depurada no solo sale igual, sino que una buena parte del líquido contaminado ya ni siquiera puede entrar al centro de saneamiento y es desviado directamente a la corriente limpia.
Propuestas
La semana pasada, en la exposición que presentó en el Encuentro de Especialistas sobre el Tema del Agua: Problemática y Alternativas, realizado en la Universidad Autónoma de Puebla, el geólogo especializado en temas del líquido, Joel Gutiérrez Arroyo, se refirió a la inoperancia de las plantas tratadoras de aguas residuales.
Propuso “promover la realización de proyectos de reingeniería en las 22 plantas tratadoras de aguas residuales existentes en la Cuenca del Alto Atoyac con el fin de operarlas al menor costo, amén de construir la segunda etapa de las plantas de tratamiento del municipio de Puebla y concluir la red de colectores marginales y privilegiar el uso de humedales en comunidades rurales”.
Asimismo, dar mantenimiento de la infraestructura existente, auspiciar la vinculación y participación de usuarios, autoridades, investigadores, académicos y técnicos, amén de propiciar la recarga del acuífero de Puebla y promover el intercambio del uso del agua. Incluso se refirió a la necesidad de construir una nueva planta de tratamiento de aguas.
El origen del mal
Esta casa editorial registró que las plantas tratadoras no están activas desde el 21 de febrero de 2012, cuando el Sistema Operador de Agua Potable y Alcantarillado de Puebla (SOAPAP) finiquitó el contrato con Tapsa –filial del consorcio internacional Degremont– que operaba las cuatro plantas tratadoras que tiene la capital estatal: la de Barranca del Conde, San Francisco y Atoyac Sur –que se supone, deben limpiar el cauce del Atoyac– y la de Alseseca, que tendría que depurar la corriente del afluente del mismo nombre, pero tampoco lo está haciendo.
El argumento que dio el gobierno estatal encabezado entonces por Rafael Moreno Valle para cancelar con Degremont es que el agua vertida por las tratadoras no cumplía con los estándares oficiales y suponía riesgos para la salud de la población.
Extraoficialmente se supo que la supresión del contrato –que fue impugnada y ganada por la transnacional gala– se debió a que la empresa no cumplió con el cronograma para edificar la segunda parte de cada una de las cuatro plantas y que, al retirarse, dejó al SOAPAP sin una serie de reactivos indispensables para ejecutar el aseo de las corrientes.