Viernes, mayo 16, 2025

Neurobiología de la atención

La complejidad de la conducta humana depende menos de la especialización de sus neuronas individuales que del hecho de que un gran número de ellas forman circuitos anatómicos. Uno de los principios esenciales de la organización del cerebro es que neuronas con propiedades básicamente similares pueden producir acciones bastante diferentes según la forma en que estén conectadas entre sí, con los receptores sensoriales y con los músculos. Por ejemplo, en el caso de la información sensorial, la transformación de este flujo de información en representaciones mentales requerirá que la neocorteza las procese en las áreas sensoriales y las integre. Finalmente, la sensación de percepción se forma en las áreas de asociación temporalparietal. Para un control consiente de este estado mental la corteza pre–frontal debe actuar como centro ejecutivo del pensamiento y de la acción.

La acción voluntaria requerirá, pues, un estado presente (conciencia), experiencia del “sí mismo” en el pensar, la cual emana de las funciones cognitivas. Debido a que el “sí mismo” no es una función cognitiva en sí, carece de un sustrato neuronal, por lo que la consciencia debe considerase como un fenómeno concomitante del pensar –de la cognición. Dado que la experiencia consciente emerger de cualquiera de las funciones cognitivas al estudiar su sustrato neuronal encontramos que la arquitectura cortical de la consciencia es la arquitectura de las funciones cognitivas: percepción, memoria, atención, lenguaje e inteligencia1.

En el caso de la atención, como función cognitiva, esta se requiere tanto para fortalecer las uniones neuronales en el aprendizaje–memoria así como para facilitar la experiencia cognoscente. La capacidad selectividad de la atención permite comprender el mundo que se presenta ante nosotros con múltiples estímulos simultáneos. En el caso del ser humano, éste puede dirigir su atención hacia el mundo interior que, aunque se encuentra fuera del contexto de los estímulos sensoriales del medio, no deja de estar poblado de información. Cuando pensamos tomamos en consideración aquello que se asienta presente y, metafóricamente, podemos decir que dirigimos nuestra mirada hacia dentro.

Los mecanismos sensoriales y motores que el control atencional facilita tienen tanto componentes inhibitorios como excitatorios. Ambos operan a nivel del sistema nervioso central. Es a través de la mutua cooperación, excitación–inhibición, en los sistemas motores y sensoriales donde emergen las dos operaciones básicas de la atención: (1) intensificación de los procesos en un sector discreto de la motilidad, lo sensorio y de la cognición; (2) reducir o suprimir la competencia de otros estímulos2. Por lo tanto, en un momento determinado, el control atencional implica la selección e intensificación de la activación de una red neuronal, mientras otras, que podrían compartir por elementos neuronales comunes, son suprimidas.

La atención selectiva implica al mismo tiempo un cierto grado de alerta a la información desatendida que puede acceder por cualquier canal sensorial. Este aspecto interesante de la atención es denominado atención “automática”. Consiste en un estado de alerta que se mantiene sobre la información desatendida. Desde un punto de vista neuroanatómico, esto implica relacionar las partes del cerebro que trabajan con lo consciente y lo inconsciente. Por ejemplo, en una tarea de aprendizaje se involucra gran parte de la corteza cerebral, con la práctica, la atención consciente ya no se requerirá, automatizándose el ejercicio, al igual que cuando corremos bicicleta. En estudios topográficos se puede observar que la corteza cerebral deja de involucrase en actos automatizados a menos que se introduzca algo novedoso, lo que a su vez requiere una atención consciente3.

En la interacción entre lo aprendido y lo por aprender, la atención se involucra en un grado variable. En la medida en que se requiera mayor atención habrá una mayor interacción entre las áreas del cerebro encargadas de las funciones ejecutivas, motoras y perceptivas. Diversos estudios de imágenes del cerebro sugieren que la corteza parietal se activa cuando se exige atención a lugares, la corteza occipitaltemporal se activa cuando se requiere la atención en colores y formas, y la corteza pre–frontal presenta actividad cerebral en ambas tareas.

El sentido de atención del cerebro está anatómicamente separado de los sistemas que procesan operaciones específicas. Por ejemplo, cuando deseamos inspeccionar visualmente algo, movemos nuestros ojos de tal manera que el objeto de interés se forme en la fóvea de cada ojo que corresponde a la región de la retina con mayor capacidad de discriminación de detalles. El mecanismo que permite “decidir” sobre qué estímulo dirigiremos los recursos perceptivos involucra la función visuoespacial del cerebro, la cual engloba toda capacidad relacionada con la ubicación en el espacio, la capacidad para utilizar las referencias del medio y desenvolverse en él y la capacidad de orientación intra–psíquica, además del conjunto de procesos relacionados con la percepción y la acción.

Para que un individuo ponga atención sobre un objeto requerirá integrar la información proveniente de varias partes del cerebro. El dónde miramos, exige un control sobre la dirección de los movimientos en el momento de alcanzar los objetos en el espacio, lo que hace necesario la asociación del procesamiento motor y la coordinación de los movimientos con nuestras intenciones4. En este sentido, la concepción fenomenológica de la atención es limitada, ya que excluye los elementos motores de ésta al considerarla exclusivamente como la conciencia de un sector sensorio limitado o la percepción sensorial en un momento determinado.

El inicio de una acción, así como su subsecuente curso, resulta de la competencia de múltiples influencias que arriban concomitantemente a la corteza frontal, de diferentes y variados sectores del organismo5. En un momento dado, debido a su intensidad y a la probabilidad de ocurrencia, sólo unas cuantas de esas influencias prevalecen en la competencia por la atención ejecutiva. En humanos, las influencias pueden venir del medio interno, el cual es la fuente de los conductores inconscientes. Algunas de estas influencias pueden ganar acceso a la toma de decisiones sin ser checadas por los controles inhibitorios normales de la corteza frontal. En la medida en que no nos damos cuenta de estos conductores, nos sentimos libres de ejecutar las acciones que éstos determinan.

En animales inferiores, la adaptación a su medio se basa en un flujo continuo de información que fluye desde los órganos sensoriales a los órganos efectores y devuelta a través del medio ambiente a los órganos sensoriales. La acción es esencialmente reacción, procesada por receptores especializados en un extremo y efectores especializados en el otro. En los animales superiores, el control interno emerge en la forma de retroalimentación negativa neuronal desde los órganos de acción a los órganos sensoriales. En estos animales, los órganos motores proveen señales regulatorias a los órganos sensoriales que preparan a éstos para una receptividad y análisis de las impresiones del mundo mejor. En este sentido, la atención no genera nuevos estímulos sensoriales, pero prepara y modula los receptores, así como lo hacen los analizadores neuronales, de esta forma los estímulos pueden ser analizados de mejor forma y los subsecuentes pueden ser traídos para su análisis.

Dese la perspectiva cortical, la atención es el proceso de activación de unidades cognoscentes sensorial y temporalmente para atender a las demandas cognitivas eternamente cambiantes para la adaptación en el medio. Está implicada directamente en la recepción activa de la información, no sólo desde el punto de vista de su reconocimiento, sino también como elemento de control de la actividad psicológica6.

 

1Fuster, JM., Cortex and Mind, (2003) Oxford University Press, USA.

2Ibid Fuster.

3Geral M. Edelman, Wider than the Sky, 2004, Yale University Press, US p. 87–96.

4Luria AR. Las funciones corticales superiores del hombre. La Habana: Orbe; 1977.

5Ibid, Fuster.

6García J. psicología de la atención. Madrid: Síntesis; 1997; Rev Neurol 2008; 46 (Supl 1): S69–S70.

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