Sábado, febrero 8, 2025

Neoliberalismo: economía y más

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No sin razón, Edgardo Lander advierte que han sido notorias las dificultades para “formular alternativas teóricas y políticas a la primacía total del mercado, cuya defensa más coherente ha sido formulada por el neoliberalismo” (Lander, E, 2011. Saberes coloniales y eurocéntricos, p. 15). Esas dificultades las atribuye Lander a que el neoliberalismo se ha enfrentado como una teoría económica, cuando en realidad es un “proyecto civilizatorio”.

Ciertamente, el proyecto neoliberal tiene como fundamento la economía de mercado autorregulado, sin empresas públicas, ni intervención estatal, sin control de precios y apertura indiscriminada a las mercancías y al capital foráneo, que recibe trato de nacional, y la naturaleza convertida en “capital natural”, como fueron convertidos también en “capital humano” millones de jóvenes despojado de su humanidad desde su infancia en la que son capacitados exclusivamente para calificarse en el trabajo anulando así su juicio crítico, lo que termina por impedir reconocerse como los únicos creadores en el proceso de producción del valor de las mercancía, valor del que se apropian los capitalistas; al mismo tiempo, se lleva a cabo una rígida política de contención salarial y destrucción de los sindicatos “rojos”.

Sin duda, estos son aspectos esenciales sin los cuales el proyecto neoliberal no sería tal, sin embargo, hay otras cuestiones también esenciales que le dan sentido al neoliberalismo: ideológicamente, se sustenta en el individualismo y el éxito personal merecido por el mérito de la herencia, el pedigrí familiar o el nivel de estudio alcanzado; políticamente, se erige sobre la democracia representativa en la que el ciudadano elige, pero no decide, es decir, cede su soberanía para que otros decidan por él. Asimismo, el mito del fin de la historia (Fukuyama, F. 1992, Planeta), es el sustento para negar la posibilidad de existencia de cualquier otro modo de producción que no sea el capitalista. Según Fukuyama (p. 13), el neoliberalismo es la culminación de la historia como desarrollo de la sociedad y lo único que corresponde es perfeccionar tanto la democracia representativa como el libre mercado., es decir, el fin de la historia no significa, dice Fukuyama, que el ciclo natral de nacimiento, vida y muerte llegara a su fin, ni que ya no hubieran de ocurrir acontecimientos importantes, significa, más bien, que no habrá nuevos modos de producción, ni nuevos principios e instituciones diferentes a las capitalistas, ya que éstas son insuperables.

Esto significa que, para superar al neoliberalismo, es necesario renovar el discurso y la práctica política para desmontar no sólo la estructura económica, sino también aspectos de la superestructura política y cultural impulsando la democracia participativa, combatiendo el individualismo que antepone el yo al nosotros y mostrando que el desarrollo social no se detiene y que es posible construir una sociedad incluyente y sin desigualdad, donde el bien social se anteponga a la voracidad del capital.

Son muchas las cosas que se requiere hacer y eso pasa por convertir la actividad política en parte de la vida cotidiana de la población.

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