Martes, abril 16, 2024

Necesidades, problemas, amenazas, conflictos y lucha organizada

Sin que haya grados en las luchas de los pueblos, de las clases, las mujeres, las generaciones, las culturas, de las posiciones ante el ambiente, en los hechos el reconocimiento de sus facetas, nos sirve para ver cómo las enfrenta en las sociedades capitalistas el poder, particularmente el Estado en sus diferentes niveles de gobierno.

Nuestro análisis se sitúa en el México actual con un gobierno que llegó con una votación muy amplia a su favor, enlaza en esos votos el hartazgo social y las expectativas populares ante la falta de respuesta a la solución de necesidades y problemas básicos como el empleo, los ingresos, la seguridad, y la exclusión que el neoliberalismo ha realizado en la educación, la salud, la vivienda, el transporte y la paz ante violencias contra la población. Esos aspectos son necesidades y problemas.

Pero en el voto por Andrés Manuel López Obrador, no se manifestó todo el hartazgo y todo el descontento social. El nuevo poder ejecutivo y las mayorías que su partido y sus aliados obtuvieron en las cámaras legislativas se dan en medio de miles de conflictos en todo el territorio nacional ocasionados por acciones y amenazas desde el poder empresarial y sus gobiernos. El despojo de los recursos naturales y comunes, la represión, la depredación del ambiente, los feminicidios, la desaparición forzada y las ejecuciones extrajudiciales, los cientos de miles de asesinatos, y las  decenas de miles de desplazados, los presos políticos, las reformas educativa, a la seguridad social, la energética, la negación de la democracia mínima en sindicatos, en elecciones, en asambleas de productores rurales, y la presencia de las fuerzas paramilitares narco políticas cumpliendo junto a la militarización su papel como parte de un Terror de Estado, son los hechos que desataron y mantienen los conflictos.

El pueblo ha respondido con peticiones, denuncias, demandas legales, mil trámites, alertas, marchas, mítines, huelgas de hambre, huelgas, paros y la defensa legítima. Se mezclan ante los conflictos, las formas que entregan al poder la solución de los mismos, con las luchas basadas en decisiones autónomas de las comunidades, pueblos, colectivos y organizaciones conscientes de que debemos ir contra las raíces que los ocasionan.

Aún en la lucha organizada, no siempre se logra pasar de la lucha emergente a crear un movimiento organizado, consciente y planificado que una las vías jurídica, técnica y de acción directa para crear una defensa ante la cada vez más violenta guerrerista e invasora ofensiva del capitalismo.

El engaño con programas sociales, la manipulación de la información y de las consultas a los afectados por empresas y gobiernos, la división de las organizaciones de lucha por infiltración o por cooptación de dirigentes, pero también por la dependencia a asesores, caudillos y mandones, todo este equipaje de instrumentos y procedimientos del poder empresarial y de los gobiernos, sigue limitando la lucha popular organizada al control o al menos a administrar los conflictos (por ejemplo, la prolongación de conflictos para que se desgasten en el silencio, se desalienten y se rindan).

A nueve meses del gobierno de López Obrador las expectativas porque “él” solucione las necesidades y problemas, si bien continúan abiertas por la propaganda ante millones de personas, en la práctica han tenido respuestas con programas que ni acaban de aplicarse y ni mucho menos van a la raíz de las mismas.

La austeridad (recorte del gasto social y de inversión productiva básica) pegó en el empleo de muchos empleados sin contrato o base, así como en el abasto de medicamentos, de alimentos, fertilizantes, etcétera. Las becas y las ayudas a vejez se tardan en llegar, además se presentan discriminaciones y nuevas amenazas a los mismos: dejar fuera a estudiantes, científicos e intelectuales, y, lo peor, se amplían las ganancias de las afores y los grupos financieros, buscando aumentar el ahorro obligatorio, especulando en la bolsa o se pagan los megaproyectos con el ahorro para el retiro,  y se deja sin retiro asegurado y digno a las nuevas generaciones de trabajadores.

Otros programas “sociales” como el de sembrando vida, conducido principalmente por militares (que solo el presidente llama “pueblo uniformado”), se dedican a crear un cordón contrainsurgente en las zonas sur y sureste del país contra comunidades en lucha, se ofrecen para encubrir el muro fronterizo desde el Istmo de Tehuantepec contra migrantes centroamericanos ordenado por Estados Unidos con la sumisión de los gobiernos mexicano, guatemalteco, hondureño y de El Salvador.

En el Sur-Sureste, cargado de conflictos y luchas comunitarias contra el poder y sus megaproyectos, los programas sociales, también sirven para manipular asambleas y consultas, para intentar dividir y para seguir aislando y señalando a luchadores sociales para que policías, paramilitares y soldados los ejecuten, los desaparezcan o caigan presos de un gobierno que se declara “no represor”.  Y del Centro y Norte del país sucede lo mismo, y la guardia nacional militarizada junto con las fuerzas represivas estatales disuaden o atentan contra los movimientos y contra migrantes, pero dejan que aparezcan como actos de paramilitares los asesinatos de luchadores sociales contrarios a los megaproyectos del régimen como asesinaron a Samir Flores en Amilcingo, Morelos y a decenas de policías y guardias comunitarios en Guerrero y en Michoacán. El terror contra el pueblo permanece en el bajío y las costas este y oeste de México, y la militarización cubre fronteras como un apéndice de la migra estadunidense, mientras la guerra entre narcos, o el dominio de regiones por los mismos despeja territorios donde el capital sigue sus negocios: gasoductos, maquilas, puertos y narco.

Así tenemos a un gobierno que llegó para pacificar o “serenar” al tigre popular: con programas sociales y austeridad que fomentan el individualismo entre quienes piden atención a sus necesidades y problemas, convirtiéndolos en personas dependientes de sus limosnas, o en votantes cautivos para próximos periodos. Sin embargo es un gobierno que sabe que los conflictos deben ser controlados, administrados o anulados con la fuerza de la ley, la cooptación o el desgaste y desánimo de quienes  y ve que seno tiene  modo inmediato de detenerlos.

Es un gobierno que sabe que perderá su maquillaje de “amor y paz” si no hace que se detengan, con la fuerza de la ley,  del ninguneo, el cerco físico o mediático, los procesos de organización y conciencia en las luchas anticapitalistas y anti patriarcales que crecen ante cada despojo, explotación, desaparición de derechos o agresión represiva a las resistencias y rebeldía de hombres y mujeres libres

Son las mujeres en cada organización y comunidad y algunos jóvenes rebeldes al consumismo y la enajenación quienes construyen junto con los pueblos originarios redes y movimientos que superan el desánimo y el miedo  de 30 años de guerra contra los pueblos. Cuando el conflicto no revienta en el espacio público, callejero, de masas, político, entonces pierde su potencia rebelde, reventando hacia adentro y eso incrementa la violencia doméstica y el delito contra las personas, entre los sectores populares que perdieron la esperanza.

El poder de los capitalistas mandata al gobierno para que enfrente a estas luchas e impida su unidad. Por eso AMLO califica de “conservadores de izquierda y radicales” a quienes resisten desde bases sociales organizadas. Por eso en los medios obradoristas se clasifica falsamente a la “izquierda” en democrática y pacífica (los morenistas) y en extrema (fomentando la imagen de los zapatistas como sus único “adversario”, tratando de borrar del mapa de fuerzas a otros movimientos sociales en el país, principalmente en las ciudades).

La realidad es otra: la decisión de luchar crece, falta articulación, pero la lucha contra el capitalismo y sus guerras patriarcales, racistas y depredadoras no se detienen. El reto es cambiar la cultura de lucha y crear un pensamiento crítico propio.

Macri ya fue. La lucha sigue organizándonos desde abajo y en la calle

Mientras haya miseria no hay democracia.

Macri y su gobierno llegaron mal y aturdidos a las PASO (elecciones primarias). Propios y ajenos sabían de las pocas chances que tenían de ser reelectos. El gran rechazo que recibieron es el reflejo de una bronca contenida en el pueblo trabajador acumulada en estos últimos años en dónde las burocracias sindicales y políticas surfearon los conflictos y pisotearon el enojo a costa del empobrecimiento general. El pueblo tuvo en las elecciones primarias la oportunidad de hacer un voto defensivo y plantear un ¡basta, andate! Tras saberse el destino definitivo de la alianza Cambiemos, dos palabras se apoderaron del escenario político: gobernabilidad y transición. Un llamado a la racionalidad y a la paz social pero ¿a qué costo? ¿Y quién paga la cuenta?

Como militantes socialistas y libertarixs entendemos que la resistencia más efectiva y las condiciones para las conquistas de derechos se logran en la calle, con organización, democracia directa y apoyo mutuo. El verdadero freno a este modelo de saqueo se fue construyendo activamente y desde abajo. Esta construcción fue más allá de la apuesta consiente del kirchnerismo, el peronismo y sus organizaciones tributarias a una salida ordenada y a la construcción -de espaldas a la participación real de las masas- de una nueva hegemonía política que concilie intereses en medio de una nueva crisis social. Recuperar la senda de organización desde abajo se hace urgente y necesario, en el marco de un nuevo ciclo político que se va configurando.

La derrota de Macri se gestó en estos años a fuerza de movilizaciones callejeras en contra del ajuste, los despidos, en contra de la impunidad, en la resistencia en los lugares de trabajo, estudio, desde los barrios más pobres, y en las asambleas feministas. Desbordando -o desobedeciendo- a las burocracias sindicales y políticas y acudiendo a los métodos de la acción directa, la autoorganización y las asambleas pudimos sortear la enorme barrera que tenemos delante: demostrarnos a nosotrxs mismxs nuestro poder, nuestra capacidad.

La perseverancia de las izquierdas y la unidad de acción en la calle fueron una gran base desde donde agitar al pueblo trabajador: tremendas movilizaciones en contra del 2×1 y los fallos a favor de los genocidas, la búsqueda y el reclamo de justicia por Santiago Maldonado y el fuera Bullrich a garganta pelada, las protestas en contra del recorte en educación y salud, y las multitudinarias movilizaciones en contra de la violencia patriarcal y por el derecho al aborto marcaron el rumbo, y mantuvieron las calles encendidas. Sin embargo, al seguir aún sin una clara dirección política de ruptura con el orden social, sigue pendiente el hacer estratégico que nos permita dar saltos cualitativos como clase en los momentos de rearme defensivo que están en curso.

El plan se puso en marcha.

El plan desde el 2015 iba dirigido a profundizar las condiciones de ganancia del Capital. Como consecuencia, el gobierno necesitaba hacer efectiva la Reforma Laboral, Previsional e Impositiva y debía generar condiciones de un Estado de guerra contra quienes iban a resistirse, de confrontación directa, judicializaciones, adoctrinamiento y persecuciones a militantes.

Las expectativas que Macri sostenía para seguir en la gestión del Estado eran: pisar el dólar para contener la inflación y mostrar señales positivas mientras los datos económicos se desmoronaban. Pensaba avanzar con la agenda represiva, “Que vuelva el servicio militar obligatorio” era la consigna que intentaba impregnarse en lo social con el Servicio Cívico Voluntario en Valores, para lxs jóvenes. La fracción más conservadora y fascista de las patronales fue avanzando en términos culturales para convencer a lxs trabajadorxs que la salida es estatal y con más ajuste y represión. Siguió naturalizándose el papel de Gendarmería en tareas de seguridad interior e inteligencia interviniendo en los conflictos sociales, de la mano con la sanción de la ley antiterrorista durante el kirchnerismo. En las semanas previas a las PASO se decretó la creación de una lista de organizaciones y personas consideradas terroristas desde el Ministerio de Seguridad. Una herramienta más que intenta allanar el camino para judicializar, encarcelar y perseguir a quien se oponga a este Estado de miseria e injusticia.

Las batallas de diciembre del 2017 en contra de la Reforma Previsional, defendiendo la calidad de vida en la vejez a piedrazos, fueron la clara señal de que los planes del gobierno tenían pocas chances de triunfar. La devaluación de abril del 2018 y el acuerdo con el FMI marcaron el ocaso de sus intenciones. La apuesta definitiva del kirchenrismo por la salida electoral, construyendo la unidad con el peronismo de los gobernadores e intendentes, la burocracia sindical, la Iglesia Católica y sectores del evangelismo, a la cual se sumaban “las fuerzas progresistas”, solo prolongó las penurias del pueblo trabajador, mientras colaboraba con asegurase una transición “ordenada”. El Frente de todxs hoy sigue en el programa las coordenadas del FMI. Romper no está en los planes. Y pagar los compromisos asumidos de una deuda inmoral a costa de mayor pauperización de la mayoría se hizo parte de las promesas de campaña.

La gran diferencia en los resultados de las elecciones primarias abrió un escenario inesperado. Profundizó la crisis de lxs de abajo y aceleró, sin tensiones, las negociaciones de transición de los de arriba.

¿Quién puede esperar a Octubre?

El lunes luego de las primarias amanecimos siendo 30% más pobres. Nuestros salarios se pulverizan al ritmo de un gobierno que pierde legitimidad en el medio de una crisis muy profunda. El ataque del capital más concentrado contra el conjunto de trabajadorxs no se hizo esperar. Tampoco lo hicieron los paños fríos del poder dominante, incitando a la desmovilización y a ser moderadxs.

Alberto Fernández es presentado como un “estadista” a ser moldeado y rodeado del consenso  que garantice que el peso de la crisis salga de nuestros bolsillos. Mientras, se llama a esperar a octubre “respetando los tiempos de la democracia”. ¿Cuánto más tienen que aumentar la pobreza y la indigencia para que dejemos de esperar? ¿Cuántos puestos de trabajo más se tienen que perder? ¿Cuánto peso más tiene que recaer de esta crisis sobre las cuerpas de mujeres y disidencias? ¿Cuántxs niñxs más tienen que pasar a la desnutrición o sub-alimentarse? La pelea por un aumento del salario que recupere lo perdido y el mínimo esté por encima de la canasta básica se convierte en una batalla clave y urgente.

Cuando se agudiza el embate del Capital patriarcal, es importante que recuperemos la iniciativa como pueblo trabajador, tomando las calles para presionar y poner en la agenda nuestras prioridades, que son diametralmente opuestas a las de quienes hoy pactan la gobernabilidad por arriba. Es necesario recuperar el protagonismo popular con la mayor unidad y con los métodos propios de nuestra clase, la acción y la democracia directa junto al apoyo mutuo, como medios efectivos para recuperar la confianza en nuestra historia, e ir mejorando las condiciones para el combate contra el capitalismo patriarcal. Es tiempo de seguir construyendo la mayor unidad de la clase, reforzando la cooperación con los sectores más precarizadxs como el movimiento piquetero, que ya ha reaccionado y plantó bandera en contra del pago de la deuda. Hay que reforzar la solidaridad y la coordinación entre quienes resisten despidos, suspensiones y toman fábricas que cierran; y quienes pelean y se organizan contra la violencia patriarcal que se agudiza con el ajuste.

Hijxs del pueblo: los poderosos tiemblan si los hacemos temblar.

ACCIÓN SOCIALISTA LIBERTARIA.

www.elzenzontle.org

[email protected]

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