La imperante necesidad de reconstruir y resarcir el espacio público, se aborda desde una perspectiva de amor y esperanza. Esto reclama la acción consciente, la toma de postura, y el desarrollo de la compasión. Parece ambicioso, pero puede ser desde las narrativas de amor y esperanza que comencemos a abrir los espacios de diálogo y cambio social, no únicamente desde la palabra, sino desde nuestras prácticas vitales.
Consciente de la dificultad que esto representa, convoco a recuperar la posibilidad de los amores desde un énfasis social y revolucionario. Desmontar las narrativas que solamente han ensalzado el amor romántico, que resultan insuficientes, y contra aquellas que lo han desprestigiado. Es tiempo de reclamar una perspectiva amplia, incluyente y diversa de lo que el amor representa, desde la colectividad, desde la posibilidad del compromiso social, con una mirada crítica y propositiva.
El trauma colectivo, histórico y generacional, puede sanar desde la comunidad. Ante problemáticas sociales colectivas, requerimos soluciones colectivas. Sin embargo, la comunidad pareciera no estar preparada para ello. Resulta urgente desmontar las narrativas de soledad, aislamiento e individualidad que han sido alimentadas por el sistema capitalista, mezquino, explotador y que despoja vidas y territorios, y que va creando una sensación de insatisfacción e impotencia generalizada. Reforzada por los discursos de odio y terror, con la intención de atemorizar y deshabilitar comunidades. Pese a la incoherencia de los discursos de odio, que se nutre de opuestos identitarios, aparecen triunfantes. Se nos impone desde la distancia y lo ajeno, con la intención de separarnos como personas. Fragmentan comunidades.
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Es en estos contextos, donde la comunidad y la sanación colectiva es ampliamente necesaria. Contrario al individualismo rencoroso, el amor, la fraternidad, sororidad y diversas expresiones solidarias nacen y pueden florecer desde la comunidad misma. Es desde lo colectivo, que podemos explorar el florecimiento civilizatorio, desde la agencia, y el fortalecimiento participativo, emancipatorio, tanto en la persona como en sociedad.
Una propuesta desde las narrativas de amor y esperanza, apelan a que las personas y comunidades recuperemos la confianza y la fe en nuestra capacidad creativa, recuperemos nuestra agencia, conscientes de las estructuras de opresión a desmontar, y recobremos nuestra capacidad transformadora por el bien común.
Reconocernos como comunidades, como humanidad, nos invita a reconocer que merecemos las cualidades y habilidades para construir sociedades prósperas, sanas, amorosas, y felices. Requerimos desenmarañar las narrativas que nos plantean un discurso apocalíptico y desesperanzador. Los complejos contextos de crisis climática, guerras, empobrecimiento y diversas formas de violencia, parecieran desarmarnos, y dejarnos simplemente nostálgicos de un pasado que no era del todo armonioso. Pero ante las cortinas de humo, parece esperanzador.
Lo que necesitamos en cambio, es reconocer nuestras capacidades y potencialidades para cambiar las cosas y como comunidades ser constructoras de nuestros propios destinos, donde otro mundo es posible. No desde la culpa y el castigo, sino desde el amor y la esperanza. Desde nuestras más legítimas y cotidianas prácticas. Donde nuestras acciones pueden hacer la diferencia.
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