16 días, siete conciertos, viajar, llegar, tocar, dormir y regresar. Partir de Santiago de Chile, pasar por Puerto Montt y Puerto Varas, llegar a Valdivia y a Temuco, e ir a Santiago de Chile de vuelta. Bares, centros culturales, un espacio comercial, la Facultad de Filosofía de la Universidad de Chile y una escuela básica pública. Ciudades con rasgos europeos, un invierno adelantado, los tianguis que allá se llaman “ferias” en las que prevalece el rock sobre otros géneros musicales, el miedo a temblores y el disfrute de los “completos”: hot dogs con aguacate y “mayo”. Todos ellos, aspectos clave que se mezclaron en la gira México con Chile y blues en la lengua que encabezó Híkuri, banda de blues y rock con 23 años de trayectoria, lucha y permanencia musical hacia este país sudamericano.
La gira, señalan el bajista y cantante Adolfo Ortiz, y el guitarrista y también voz en la banda, Ludwig Ortiz, fue resultado de la labor, la amistad y el profesionalismo que han acreditado y trabajado de manera local y nacional durante más de dos décadas, que encontró eco en la invitación hecha por la Universidad de Chile y Javier Aravena, líder de la banda La rata bluesera, además del empuje propio para lograr el viaje apoyado por su público y seguidores, a través de conciertos y venta de productos.
Durante una entrevista, los músicos hablan de su paso por Basement 415 y el Árbol cervecero, su encuentro con la Rata Blusera –reunidos a casi 10 años de conocerse en Puebla-, con los Coolcats, con Iván Torres y su Zapatillas Social Club, y con profesores de la escuela Juan Moya Morales, así como académicos de la Plataforma cultural del campus de Artes de la Universidad de Chile, todos chilenos que mostraron su cariño hacia ellos y hacia la cultura mexicana.
No dejaron fuera la convivencia en el viaje: la labor de Dassein Flores, como gestora, y la suma de Eréndira en la batería, en un quehacer cotidiano que implicaba llegar, dormir, comer y viajar en conjunto, respaldados por su familia y cobijados por otras familias –como la de Iván Pérez o la de Javier Aravena-, así como la presencia del equipo de Hikuri que se quedó en México: proyecciones diseñadas por Adolfunk Leyva, y los gráficos de María Garfias y Gabriela Torres.
Su blues, que señalan llamó la atención por la fuerza de la música, por su composición y letrística, fue escuchado y bien recibido lo mismo en bares que en espacios comerciales, entre universitarios con evidente conciencia social, y por alumnos de nivel básico, como lo fue en la escuela básica Juan Moya Morales, una de las pocas escuelas públicas establecidas, que tiene un apartado para la música, para formar a los menores en música y en producción, y tiene su Moya´s Band, con niños que desarrollan sus primeras aptitudes musicales.
La gira por Chile, afirman los hermanos Ortiz, “da constancia que vamos bien porque, con el repertorio que tocamos fue bien recibido y demuestra que las canciones de Hikuri no son nada más para Puebla y para México, sino que las recibe gente de Chile y de otro país. Lo notamos de viva voz y a todo color, pues son canciones que se identifican por la temática, como No los olvidamos que pegó porque aunque era un ambiente festivo y blusero, sonó esta canción dedicada a las personas desaparecidas, siendo que el rock y el blues dieron el mensaje de que son géneros que no son indiferentes al entorno, sino son sociales y de protesta. Así, en Chile, con una generación que vivió represión y desaparecidos, la canción fue bien recibida”.
Destacan que además del idioma, que facilitó la comprensión mutua, la situación entre Chile y México es parecida: la marcada migración interna y externa con allegados peruanos y venezolanos, la desigualdad social, la calidez humana, el empeño en el trabajo y el gran movimiento social.
“Del viaje nos queda que tenemos que continuar haciendo una música sincera, sin pretensiones, manejando el blues de una manera fresca como somos como personas, como agrupación y como mexicanos. Nos queda seguir aprendiendo y escuchar lo que trajimos de la música chilena. Del viaje, tiene que salir un nuevo viaje a mediano plazo. El hecho a suma, por la participación de todos los factores, para que se abran otras geografías”, señala Adolfo Ortiz.
En ese sentido, Ludwig Ortiz completa que para Híkuri viene un nuevo material que se fragua con la experiencia de 23 años de la banda, con temas que se bordarán de manera más madura, que serán presentados al público para ser medidos en su aceptación y luego seleccionados para que formen parte del quinto material.
Concluye que como músicos se seguirán con los otros proyectos musicales: con la Sticky Fingers Blues, banda de blues y rock clásico acústico que cumple siete años; con el proyecto homenaje a Chava Flores al lado de Alberto Figueroa, el cual es lúdico y les permite encontrar otros caminos musicales; y con Felinis y con tenis, una agrupación infantil que empezó hace cinco años con el Callejón del Blues, un centro cultural ubicado en la calle 23 Norte número 6601, de la colonia La Loma, impulsado por ellos, su familia y la comunidad.