Mujeres indígenas, portadoras de herencias y saberes ancestrales, cuidadoras de la madre
tierra, defensoras del territorio. Para la comunidad indígena, el territorio es dimensión sagrada, presupone posible la reproducción de la vida. Despojar a las personas de su tierra, no sólo representa la pérdida de su patrimonio, sino que pone en riesgo la existencia de sus comunidades. Para las mujeres indígenas la tierra no es un bien comerciable. Ellas reclaman la tierra como una entidad indisoluble tierra-naturaleza-comunidad-vida. En Cuetzalan, por citar un ejemplo, la organización simbólica del espacio se centra enreplicar el orden del universo, donde en el mundo nahua existen tres planos fundamentales: el Cemanahuac, rodeado por aguas, el Ilihuac, representado en el cielo y el Talocan, el inframundo. Lupo (2001) señala que “tanto la casa como los espacios más relevantes de su interior (altar y fogón) se conciben como reproducciones, a escala reducida, del universo, cuya estructura comparten y revelan”. Cuentan que “el origen del pueblo está centrado en la presencia del agua”. La palabra nahua para nombrar pueblo es “altepet”, conjunción de los vocablos Atl = agua y Tepetl = cerro, y contiene la importancia y respeto al líquido vital desde la cosmovisión indígena.
Una dimensión mítica del mundo nahua es el Talocan, variante del Tlalocan del Valle de México. El Talocan, inframundo, casa de las aguas, sitio en que habitan deidades de la lluvia. Conocer el lugar de los mantenimientos. donde se interrelacionan elementos del universo y la madre tierra en la cosmovisión de las mujeres indígenas, es de suma importancia para comprender el modo en que se relacionan con su territorio y lo que se pone en juego ante los despojos contemporáneos desde la lógica de la acumulación de capital. Las mujeres representan el cosmos, se convierten en cuidadoras del fuego y el agua, con una connotación a la leyenda del Talocan tata y Talocan nana, la dualidad femenina-masculina. Cuando la mujeres narran un día de su vida, refieren actividades en la naturaleza, el hogar y con otras mujeres. Las mujeres se perciben como parte de la naturaleza, pero, también, esto ha posibilitado que históricamente se les atribuya el rol de cuidadoras, tanto en el ámbito doméstico como en la comunidad. En temporada de sequías, son las mujeres quienes andan largas distancias para abastecerse de agua; lo mismo sucede para la recolección de la leña, son las mujeres y niñas y niños quienes históricamente han realizado esta labor, en condiciones cada vez más precarias, emprenden largas y pesadas caminatas, como resultado del cambio climático.
Las mujeres indígenas que han optado por participar en procesos organizativos surgen inicialmente como una necesidad económica para comercializar sus productos agrícolas y artesanales, para posteriormente transitar a otras demandas por resolver, como la lucha por sus derechos sexuales y reproductivos, la detección y prevención de la violencia, el cuidado de la madre tierra, entre otras. En todo caso, resulta urgente garantizar los derechos de las mujeres indígenas y aprehender su sabiduría.