El Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), el partido creado por el presidente López Obrador y que lo llevó a la Presidencia en 2018, sigue inmerso en una severa crisis de identidad y unidad, donde predominan los intereses personales, las ambiciones de poder y la ausencia de tamices con puertas abiertas a todo personaje, incluso con antecedentes grises y negros. Nacido a tan solo ocho años atrás, Morena se encamina al dominio de cacicazgos, donde solo predomine la búsqueda del poder y la ausencia de principios.
En 2018, las mayorías exigían un cambio, el nivel de descomposición de las instituciones había rebasado todo límite. No importaron los medios, la tercera era la vencida, como el propio López Obrador lo expreso, y había que ganar a como diera lugar, aun haciendo alianzas con personajes del oportunismo que algunos de ellos terminaron traicionando, caso Lily Téllez o German Martínez, entre otros. Desde entonces, López Obrador abrió las puertas a calañas y personajes de pasado obscuro con el simple hecho del supuesto arrepentimiento, el fin era asegurar la presidencia. El triunfo histórico quedó comprometido en buena parte para personajes del PRI-PAN-PRD que, con charola servida a la mesa, llegaron a ocupar la titularidad en los diversos órganos de gobierno, y unos cuantos nacidos en Morena a otros cargos. Las bases de Morena se desatendieron, a la fecha ni siquiera se tiene certeza de un padrón confiable de afiliados. Mario Delgado siguió entregando candidaturas a personajes provenientes del viejo régimen que aseguraran una estructura y el triunfo sin importar consecuencias. Pareciera que había que aprovechar las viejas estructuras, aunque pasaran por encima de los valores del Morena, olvidándose de la militancia donde sigue habiendo mucha inconformidad.
La extinción del PRI es imaginaria, puesto que ahora muchos se han vestido de color marrón y no solo usando las siglas de Morena, sino abriéndoles las puertas para ocupar candidaturas a puestos de elección popular, predominando los marrulleros, corruptos y oportunistas; muestra de ello, fue la jornada de elección de consejeros del pasado 30 y 31 de julio, que estuvo plagado de irregularidades a la vieja usanza: dinero de a montón, acarreos, compra de votos, despensas, tortas y refrescos, violencia, quema de urnas, mentiras y traiciones por muchos de los llamados fundadores, y acusaciones de manipulación de las listas de candidatos a consejeros.
Para muchos personajes indeseables que se han infiltrado en Morena, lo importante es treparse que, más da la política sin ética y el poder para servirse de él cuando se han probado sus delicias. Personajes agazapados de dudosa reputación, logran en el oportunismo y el dinero, colarse a ocupar candidaturas u ocupar importes cargos sin mayor vocación al servicio público que conseguir una posición.
El control del Congreso Nacional de Morena, significa el control del partido en áreas estratégicas como la Secretaría de Finanzas, que administra los recursos; la Comisión Nacional de Encuestas, que es la única facultada para diseñar los instrumentos de selección de candidaturas y para procesar los datos; la Comisión Nacional de Elecciones, que palomea los perfiles elegibles como aspirantes a candidaturas; y la Comisión Nacional de Honestidad y Justicia, que abre procedimientos disciplinarios en contra de la militancia.
Pese a sus actos que muchos califican como antidemocráticos, hay condiciones para que Morena gane las elecciones de 2024, tanto federales y muy posiblemente las nueve gubernaturas, pero si moral e ideológicamente no hay una renovación en el corto y mediano plazo, el vaticinio hacia el ocaso será irreparable ante su rápida descomposición.