En su más reciente libro, la historiadora del arte Montserrat Andrea Báez Hernández hilvana a Sebastián de Aparicio como un personaje que deja ver cómo desde la época novohispana a la actualidad ha generado una idea de identidad y continuidad en la ciudad de Puebla.
Titulado El cuerpo prodigioso de Sebastián de Aparicio en la Puebla de los Ángeles, en el libro de reciente aparición coeditado por Ediciones de Educación y Cultura y el Instituto Municipal de Arte y Cultura, la investigadora ofrece una mirada sobre este fraile franciscano que desde el siglo XVI gozó de fama de santidad, cuyo cuerpo se conserva como reliquia y goza de religiosidad popular.
Durante una entrevista, señala que el libro se gestó a partir del trabajo de investigación realizado en su tesis de maestría en Historia del arte que cursó en la Universidad Nacional Autónoma de México en torno a la importancia que tiene Sebastián de Aparicio para esta ciudad.
Sobre todo, porque Sebastián de Aparicio fue un personaje que no es de origen poblano, pues nació en la provincia de La Gudiña, en Galicia, en enero de 1502, que llegó como miembro de la orden franciscana y fue a través de su labor como fraile limosnero como se dio a conocer en la región, además que al fallecer ya gozaba fama de santidad, misma que a la fecha conserva.
“Sigue siendo beato, pero para la religiosidad popular es un santo popular, cuyo cuerpo se conserva siendo una reliquia insigne”, destaca la actual doctoranda en Estudios Históricos por la Universidad de Teramo, Italia, y la Universidad Católica de Lovaina, Bélgica.
Acota que en esta investigación que combina las fuentes escritas con las fuentes gráficas, su mirada se centra en estudiar cómo influye la presencia de este cuerpo en el proceso de beatificación y en el desarrollo de su iconografía.
“Sebastián de Aparicio llega siendo ya miembro de la orden con una edad avanzada. A él, se le atribuye el haber introducido el uso de la carreta en la Nueva España, siendo que con esa carreta realizó su labor de fraile limosnero pues hizo uso de este medio de transporte para captar las limosnas en especie en la región de Puebla- Tlaxcala para el mantenimiento de la comunidad de franciscanos. Esto fue lo que le permitió estar en contacto cercano con la población de todos los estamentos”, refiere.
Báez Hernández completa que, según los biógrafos, por su carácter y por la manera de tratar a la gente, Sebastián de Aparicio comenzó a ser querido y posteriormente considerado santo, siendo que estando en vida ya se le adjudicaban milagros, cosa que con su muerte aumentó y luego, al ser encontrado su “cuerpo prodigioso”, su fama aumentó.
“Podríamos decir que desde 1600 a la fecha, su devoción ha ido manteniéndose con algunos momentos importantes”, apunta la historiadora formada en la Universidad Autónoma de Puebla.
Señala que para que llegar a ser beato, Sebastián de Aparicio tuvo que pasar por varios procesos: el inicial, para recuperar las noticias sobre su vida, algo que sucede después de su muerte en 1600; posteriormente, en 1628, cuando llega el cuestionario donde la Sagrada congregación de ritos de la propia Roma decidía levantar informaciones de manera oficial para iniciar el proceso de beatificación.
Prosigue que iniciarán en 1768, cuando se declara al personaje como venerado, que significa estar más cerca del camino de la santidad; en 1789, cuando la misma Sagrada congregación de ritos lo declara beato, noticia que llega a la Nueva España en 1790, siendo que a partir de esta fecha su cuerpo vuelve a ponerse a la veneración pública al interior del templo de San Francisco, aquí en Puebla.
La historiadora del arte Montserrat Andrea Báez destaca que esta investigación tiene una gran riqueza de fuentes, a la par de que deja ver que es un tema abierto en vertientes para trabajar.
Si bien considera que no es un trabajo exhaustivo, apunta que integra fuentes de las ciudades de Puebla y México, de la Biblioteca Lafragua y el Fondo Reservado de la Biblioteca Nacional de México, así como del Archivo de la Provincia del Santo Evangelio en Cholula, a la par de la Biblioteca del Palacio Real de Madrid y la Biblioteca Nacional de España. Destaca que incluso consultó fuentes documentales de la propia Roma que en esta investigación no están incluidas, pero que permiten continuar con esta narrativa.
Por tanto, considera que esta investigación es resultado de “un mapeo de documentos”, debido a que Sebastián de Aparicio es un personaje de origen español asentado en México, cuyo arranque de su causa se generó desde la Nueva España hacia España y hacia Roma.
“Este personaje que proviene de la época novohispana refleja los valores de su sociedad, y genera una idea de identidad y continuidad, pues a la fecha, como en su tiempo, se venera y sigue siendo considerado un personaje milagroso dentro del entorno religioso”, menciona la autora del libro publicado en la Colección H.
Dicho reconocimiento, continúa la autora de numerosos textos de divulgación sobre el patrimonio de Puebla, se deja ver en la propia capilla en la que reside, donde hay peticiones y agradecimientos, además de que es festejado por comunidades foráneas asentadas en Puebla, como la comunidad gallega.
“Es un personaje que sigue invitando a la gente, que cualquier poblano fue llevado alguna vez a verlo, que tiene veneración dentro y fuera de la ciudad como en la junta auxiliar que lleva su nombre y que, según la biografía del personaje, era un punto de descanso para cuando salía como fraile a recoger las limosnas para su comunidad, conocida como la ermita de san Sebastián”, refiere Báez Hernández.
Para cerrar, la autora señala que esta investigación le permitió conocer más al personaje no sólo desde la parte devocional sino desde lo histórico: el ver cómo los documentos hablan del origen, el desarrollo y el impacto que tiene el personaje como devoción y elemento identitario.
A la par, considera que el libro prologado por el reconocido investigador Antonio Rubial García que tiene su edición física y virtual sirve para seguir dando voz a un personaje que pareciera lejano pero que a través de las fuentes deja ver que sigue presente en lo cotidiano no sólo desde lo devocional, sino en lo histórico.
“Puebla al ser una ciudad con nombramientos de la Unesco (siglas en inglés de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) para su Centro Histórico y para su procesos artesanales en torno a la talavera o su reconocimiento como Memoria del mundo para la Biblioteca Palafoxiana, invita a seguirla estudiando y conociendo; así, las nuevas generaciones de investigadores tienen la labor de continuar aportando conocimiento”, apunta.
Por tanto, concluye Montserrat Andrea Báez, este tipo de publicaciones invita a seguir investigando, conociendo y cuestionando, además de que llama a divulgar esas mismas indagaciones para que no se queden sólo en el ámbito académico, sino para que se abran al público en general, sin importar si es o no apegado al ámbito devocional.
