Parece mentira que Italia, cuna del arte renacentista más refinado, fuese teatro del mundial más menesteroso de la historia. Lo amenizaron, eso sí, hermosas bandas de música —nada de himnos grabados— y lo remató una final completamente olvidable, como todo lo que hizo Argentina, que solamente en la semifinal contra los dueños de casa se acordó de que era campeón defensor. Todo lo demás, a partir de su catastrófico estreno el día de la apertura (Camerún 1-0, gol de Oman Biyik), fue como andar sobre arenas movedizas, incluido su afortunado 1-0 sobre Brasil en octavos —única gran jugada de Maradona en todo el torneo, con medido servicio a Caniggia que el “Pájaro” convirtió tras gambetear a Taffarel—, afeado por el incidente en que el lateral brasileño Branco se “refrescó” con un purgante enviado por Bilardo con el aguador de los albicelestes (Turín, 24.06.90).
Alemania fue justo vencedor, con el equipo mejor armado y más poderoso de la Copa y Franz Beckenbauer en el banquillo —igualó el récord de Zagallo, campeón como jugador y como DT—, aunque el penalti ganador, anotado por Voeller cuando el partido expiraba, se lo haya sacado de la manga Edgardo Codesal (de existir el VAR lo habría desautorizado), triste final de un pésimo partido, con Argentina plagada de suplentes, Diego Armando infiltrado para poder jugar y los teutones chocando permanentemente contra una pared.
Italia, sin demasiado vuelo pero yendo mucho al ataque, navegaba invicta hasta que se atascó ante los de Bilardo en Nápoles, donde ni la copiosa ayuda arbitral —gol en fuera de juego de Schillachi (17´), Caniggia expulsado luego de anotar (67´) y un primer tiempo extra de cerca de 30´, pifias todas a cargo del francés Vautrot— impidió que los ches se llevaran los penaltis, instancia en que habían eliminado en los cuartos a Yugoeslavia, que jugaba por última vez como país. Goycochea, arquero suplente de los ches, asumió todo el protagonismo tras la fractura de Nery Pumpido en el segundo encuentro de la Copa.
Lo rescatable. Desde luego, el planteamiento y la fina clase de Colombia para frenar a la maquinaria teutona y, cuando Littbarski, con su gol, parecía haber resuelto el crucigrama (89´), el bellísimo tanto que Freddy Rincón, servido por un inspirado Pibe Valderrama, coló entre las piernas del arquero lllner para dejar a Alemania con un palmo de narices (1-1, Milán, 19.06.90). Lástima que una gambeta fuera de su área del clown Higuita, bien explotada por Roger Milla, le costara la eliminación a Colombia en octavos de final.
Por cierto que, además de derrotar a los dos sudamericanos que se cruzaron en su camino, los leones indomables protagonizaron un encuentro memorable en los cuartos contra Inglaterra, que ganó en la prórroga gracias a dos penaltis convertidos por Lineker (3-2). Camerún pecó de ingenuo cuando estuvo en ventaja pero, aun perdiendo, ofreció el espectáculo más brillante de un opaco torneo (Nápoles, 01.07.90).
Otro choque digno de mención fue la semifinal entre alemanes e ingleses, rivales clásicos. Ambos igualaron en méritos y en goles (1-1) durante 120´ de gran intensidad y excelente juego, y fue en las tandas desde los 11 metros donde se definió el finalista teutón.
Muchas prórrogas y pocas figuras. La abundante mediocridad —en Sicilia, Inglaterra, Holanda, Eire y Egipto anotaron apenas siete goles, sumados sus seis encuentros del Grupo F— se correspondió con eliminatorias tan igualadas por lo bajo que en ningún otro mundial ha habido necesidad de tantas prórrogas (8), cuatro de las cuales tuvieron que dirimirse desde el punto de penal. Fue, además, la Copa con peor promedio de goles.
No dejó de ser paradójico que la columna vertebral del campeón —Brehme, Matthaus, Klinsmann— acabara de alcanzar el scudetto del calcio italiano con el Inter de Milán, mientras el arquero titular de los nerazurri y la Selección, Walter Zenga, que llevaba 517´ de meta invicta, fallara en el gol de Cannigia en la semifinal del San Paolo de Nápoles, estadio que, por cierto, esa noche no fue italiano sino argentino por obra y gracia de la idolatría de la gente napolitana por su Diego Armando Maradona.
Jugadores destacados fueron Biyik y Milla (Camerún), Valderrama y Rincón (Colombia), Gabelo Conejo (Costa Rica), Prudhome, Scifo y Ceulemans (Bélgica), Skurhavy (Checos), Brolin (Suecia), las bujías del vencedor germano Haessler y Voëller, y por Italia Roberto Baggio y Salvatore Schilachi, que de suplente pasó a figura y campeón de goleo, con seis.
Por qué no fue México. Porque pesaba sobre el Tri la suspensión de la FIFA en castigo por el caso cachirules. Rápido resumen para el lector joven: la Selección Sub 20 de México es sorprendida alineando jugadores de más edad en la eliminatoria de la Concacaf celebrada en Guatemala (1987) con vistas al mundial de la especialidad Arabia Saudí 89; de rebote, el futbol mexicano se perdió los Juegos Olímpicos de Seúl 88 y el mundial Italia 90. Una lástima, porque se hubiera armado una Selección más que interesante, con Pablo Larios, Hugo Sánchez, Fernando Quirarte, Benjamín Galindo, Manuel Negrete y Luis Flores en plena madurez, y Jorge Campos, Claudio Suárez, Luis García apuntando ya a lo más alto. Total, un ridículo más de nuestros ilustres telefederativos, entonces como hoy y siempre.
Digno papel de Costa Rica. El único representante de la Concacaf en Italia 90, Costa Rica, en su debut mundialista, tuvo el coraje de superar la primera etapa calificando segundo detrás de Brasil en el Grupo C luego de imponerse a Escocia (1-0) y Suecia (2-1). La frenó en octavos Checoeslovaquia (4-1), que luego sería eliminada apretadamente por Alemania (1-0), pero los ticos impresionaron y hasta colocaron algunos jugadores en clubes europeos, como Gabelo Conejo, milagrero guardameta, que jugaría en la Primera División de España con el Albacete.
¡Ya ganó el Puebla! Y superando en todos los terrenos a un Tigres domesticado, con Nahuel y Gignac al borde del viejazo, cero creación ofensiva y un cuadro bajo endeble y poco trabajado. Noche inspirada de Martín Barragán, al que el árbitro le robó su primer triplete con la Franja al anularle un segundo gol a los 15´—el primero lo hizo de zurda con apenas 29´ en el cronómetro, récord madrugador del torneo, y el otro que sí subió al marcador de suave toque con la frente a los 34´, con arquero y defensa norteños hechos nudo. No sobresalieron como tras veces Cortizo ni Araújo, de discreta actuación, pero el colectivo se mantuvo alerta y bien asociado en todo momento, con De Buen agrandado y Antony a su nivel, vencido por un impecable frentazo del central Samir (42´). Se esperaba fuerte reacción felina en el segundo tiempo, algo que nunca llegó, siendo el Puebla el que estuvo cerca de aumentar la ventaja en remate de Omar Fernández al palo (57´). Con este resultado, el Puebla (16 puntos) ascendió transitoriamente al octavo lugar.
Y no hay forma de salvar al juez central César Ramos ni tampoco al VAR, confabulados en la anulación de un tanto de Barragán perfectamente válido puesto que el balón rematado por Martín procedía del lateral regiomontano Loroña. Para redondear su infame noche, Ramos Palazuelos expulsó sin motivos claros a Quiñones y Thauvin, cuando ya Tigres era cadáver. Miguel Herrera, con su lectura habitualmente pobre del partido.
El Canelo y el América. La velada sabatina culminó con las victorias de ambos, basadas más que nada en su inercia ganadora, porque la simple presencia del tapatío, esa montaña de músculos, le impuso demasiado respeto a Golovkin, que reaccionó muy tarde. En cuanto a las Águilas, está claro que son el equipo que más fuerte llega a la fase definitoria del torneo. Si Saúl retuvo su título por decisión unánime en Las Vegas, en el Azteca las Chivas, aun luchando, fueron incapaces de alcanzar al menos el empate (2-1).
Europa calienta motores. Por ahora, las diversas copas discurren tibiamente, a salvo un buen Bayern-Barça (2-0), de buen ritmo y engañoso resultado, pues los culés hicieron méritos para tomar ventaja en el primer tiempo pero carecieron de la frialdad con que el once bávaro resolvió el partido en cuestión de minutos (Lucas Hernández 50´y Sané 55´). En la pugna entre teutones e iberos la semana fue para los alemanes, pues Leverkusen, jugando en casa, dio cuenta del Atlético por idéntico 2-0, marcador que sirvió al Madrid para deshacerse del Leipzig en el Bernabéu y a los españoles para atizar la hoguera del racismo al llamar “mono” a Vinicius por su modo de festejar sus goles, con bailables que nubes de redistas y hasta cronistas y funcionarios hispanos llamaron “irrespetuosos” mientras Pelé y Neymar, coterráneos célebres del goleador merengue, han alentado. El cuarto teutón en la ChL, Borussia Dortmund, no pudo con el City en Manchester (2-1). Y el otro español, Sevilla, terminó tablas en Copenhague (0-0).
Ingleses, italianos y franceses. Además del City ganó el Liverpool, 2-1 al Ajax en Anfield con gol agónico de Salah y el mexicano Jorge Sánchez en liza. Flojo en cambio lo del Chelsea, que no pudo vencer al Salzburgo en Stanford Bridge (1-1) y peor el Tottenham en Lisboa, donde el Sporting les pegó un verdadero repaso, aunque solamente consiguiera reflejarlo muy al final (2-0). Mejor les fue a los italianos, con los dos de Milán victoriosos —Viktoria 0-2 Inter, Milán 3-1 Dinamo Zagreb— y Napoli goleador en Escocia (0-3 al Rangers Glasgow) con Lozano en la banca. En contrapartida la Juve cayó en casa ante el Benfica (1-2), que entró al campo como víctima propiciatoria y acabó dándole un meneo a la cebra turinesa.
El PSG regresó de Tel Aviv con un cómodo 1-3 sobre el Macabi Haifa en las maletas mientras el Marsella caía en su Velódromo con Eintracht Frankfurt (0-1), pero la peor pesadilla la vivió el Porto, barrido por los belgas del Brujas en su propio patio (0-4).