Martes, abril 23, 2024

Mis mundiales: Inglaterra 66

Destacamos

En 1963 se había celebrado en Wembley el centenario de la Asociación Inglesa de Futbol con un encuentro entre la selección de Inglaterra y un conglomerado de estrellas internacionales denominado Resto del Mundo: el triunfo de la escuadra local (2-1) fue tomado como buen augurio de cara a la VIII Copa del Mundo, que se verificaría en la patria del futbol tres años después.

Solo que al presidente de la FIFA, que era el inglés Stanley Rous, se le pasó la mano en su intento por asegurar el éxito del torneo, que incluía por supuesto la consagración del equipo de la Rosa. Para no errar, ordenó la inclusión de diez árbitros británicos en el elenco de 25 que impartirían justicia durante el Mundial. El obstáculo principal que avizoraban los ingleses no era otro que Brasil, bicampeón vigente, y, de entrada, los silbantes designados para los tres encuentros de los brasileños en primera ronda fueron un alemán y dos locales. Los tipos se esforzaron todo lo posible por descarrilar al scratch mediante una más que sospechosa tolerancia con el juego rudo de sus adversarios, y un Brasil errático, sin juego de equipo y bajo la torpe dirección técnica de Vicente Feola ni siquiera consiguió calificar en su grupo, ganado holgadamente por el gran Portugal de Eusebio, Coluna… y Moraes, el feroz defensa central que dejó a Pelé para el arrastre.

Sí pasaron a cuartos Argentina y Uruguay, los otros dos sudamericanos en liza, por lo que el inefable Sir Stanley se encargó de poner un árbitro inglés para el partido de los uruguayos contra Alemania, y un alemán en el Inglaterra-Argentina. Con dos desempeños escandalosamente parciales, ambos jueces cumplieron a cabalidad su cometido. El siguiente paso fue, violentando el programa original, llevar la semifinal entre Inglaterra y Portugal a Wembley, donde el silbato del francés Schwinter permaneció convenientemente mudo ante una mano de Jacky Charlton área propia, mientras su hermano Bobby clavaba en el arco lusitano los dos goles que situaron a Inglaterra en la final (2-1), finalmente ganada a Alemania al cabo de 120 minutos con el famoso gol fantasma señalado como bueno por un juez de línea ruso, y otro más, el cuarto, con la cancha invadida por fanáticos (4-2). Como sea, fue la única vez en que un mismo jugador –Geoffrey Hurst— ha anotado tres tantos en una final, y el estadio entero estaba en éxtasis cuando la reina Isabel II puso la Copa Rimet en manos del capitán inglés Bobby Moore. El partido, emocionante y todo, no valió gran cosa, entre otras razones porque los creativos de cada equipo –Bobby Charlton y Franz Beckenbauer—se anularon entre sí (30.07.66).

Televisión intercontinental. Por primera vez pudimos disfrutar en directo partidos que se jugaban en Europa. En mayo de 1965 se había estrenado el primer satélite capaz de transmitir imágenes originadas al otro lado del mundo –Pájaro Madrugador le llamaron— y Telesistema Mexicano nos trajo los tres encuentros del Tri en Londres y de pilón la final. Y siguiendo el mismo procedimiento de cuatro años antes, cuando el mundial de Chile, pudimos ver, a día perdido y en videocintas traídas por avión, otros diez encuentros, sin duda los más rescatables de un Mundial más bien áspero y claramente trampeado por mano del arbitraje. Así contemplamos, a deshoras de la noche, el Hungría-Brasil (3-1) y el Portugal-Corea del Norte (5-3), sin duda los dos mejores encuentros de la World Cup 66, y casi casi los únicos a la altura de lo esperable de un Mundial.

El Tri se esfuerza en vano. Nacho Trelles llevó a Inglaterra un buen equipo y el grupo de México, a pesar de la presencia de Inglaterra, ganador por descontado, no era nada del otro mundo. Un gol abridor de Enrique Borja a los franceses alentó efímeras ilusiones –a poco de eso el “Cura” Chaires quiso gambetear a un delantero enemigo, lo desarmaron y llegó el empate (1-1)–, pero la alineación de nada menos que siete defensas contra los ingleses hizo que la generalidad de los cronistas mexicanos la emprendiera contra la “táctica miedosa” de Trelles –el partido se perdió 2-0 al sumarse a gol de bandera de Bobby Charlton una pifia de Nacho Calderón ante Hunt. Con todo, hubiera podido aspirarse a la calificación si el Tri hubiera sido capaz de romper el 0-0 contra Uruguay, que ya le había impuesto el mismo marcador al orgulloso dueño de casa; lo que más se recuerda de ese encuentro, claramente dominado por los verdes, es un remate al poste de Chava Reyes y la despedida de Antonio Carbajal, que completó con señorío su quinta Copa del Mundo y jamás, ni a nivel local, volvió a vestirse de futbolista (19.07.66).

Portugal, Hungría, Argentina… Entre lo sobresaliente del mundial inglés estuvieron Portugal –que coronó campeón de goleo al mozambiqueño Eusebio Ferreira da Silva pero se achantó ante Inglaterra, por lo que tuvo que conformarse con el bronce–; el último representativo neto de la gran Hungría del período 1954-68, aunque su terso y hermoso futbol sólo alcanzó para darle un baño a Brasil en memorable encuentro (Albert, Bene, Mezsoly son los nombres que ahora mismo me saltan; sus porteros, en cambio, eran infumables), y una albiceleste argentina muy bien compactada por Juan Carlos Lorenzo y dotada de futbolistas formidables especialmente en defensa (Ferreiro, Albrecht, Perfumo y Marzolini), que pasó sobre España con dos goles de Luis Artime (2-1) y sólo pudo ser frenada por el futuro campeón (1-0) luego de sufrir la expulsión de su capitán Rattin –culpable de absolutamente nada—por parte de un incalificable silbante alemán de apellido impronunciable (Rudolf Kreitlein).

Sin lucir poco ni mucho, la URSS de Lev Yashin quedó en cuarto lugar, luego de comerse vivo a un grupo en el que figuraba también Italia, uno de los candidatos al título cuyo fracaso fue mayúsculo, pues su derrota ante Norcorea, con el gol de Park Doo Ik, un dentista, no conocía más antecedente negativo que la de Inglaterra vencida por Estados Unidos en Brasil 50, también por 1-0. Como en el Mundial anterior, Yashin tuvo la desgracia de colaborar en un gol decisivo, anotado por Beckenbauer para resolver en favor de Alemania la semifinal jugada en Liverpool (2-1), que es donde debió celebrarse la otra, Inglaterra-Portugal, traslada a Wembley a última hora.

Fue este de Inglaterra 66 el último mundial en blanco y negro y sin cambios de jugadores durante el partido. Por eso Pelé, vendado y cojeando, tuvo que permanecer en el campo más de una hora en la derrota ante Portugal que eliminó a los amazónicos (1-3).

El Puebla fue mejor, pero….  Fue el martes en la Bombonera, en partido adelantado correspondiente a la Jornada 16. De entrada, la Franja se afirmó muy bien sobre el terreno y al minuto 16 cobraba ventaja cuando Araújo interceptó un pase de la defensa y se la puso con ventaja a Omar Fernández, que no perdonó a Tiago Volpi. Después, el equipo siguió creando –y desperdiciando—nuevas ocasiones de gol, y hasta tuvo a su favor la expulsión del toluqueño Sierra casi al principio del segundo tiempo. Pero ni por esas.

Tras nuevas oportunidades perdidas –no hay ariete que valga–, los larcamoteros acabaron cediendo el empate en cabezazo que Andrés Mosquera les ganó a los centrales (82´). Cortizo, golpeado en el costado, tuvo que abandonar prematuramente, Reyes volvió a su puesto de líbero y mejoró el rendimiento de Omar y Araujo, pero fue Antony quien tuvo que salvar los muebles ante un Toluca en general inferior que al final mereció la igualada.

Jornada 7. La etiqueta de alto riesgo que colgaba del Atlas-Querétaro se resolvió sin problemas para los rojinegros, que hundieron aún más en el sótano al bocabajeado visitante queretano (3-1). Al día siguiente, viernes, las Chivas tocaban fondo en Mazatlán, vencidos a última ahora en tiro libre desviado por un defensa que en lugar de aguantar a pie firme saltó y le volvió la espalda al disparo de Alanís (87´), resultado justo (2-1) dado el dominio mazatleco sobre un Guadalajara completamente extraviado.

Y el sábado, goleadas. El León fue a Monterrey a confirmar todas sus carencias y Ponchito González tuvo una noche soñada no sólo por los tres golazos que marcó, siendo mediocampista, sino por todo su inspirado desempeño. El local cazó a la fiera a puros contragolpes (5-1), desnudando la debilidad del descompensado sistema del técnico que fueron a conseguirse quién sabe dónde –Renato Paiva, portugués–, justo cuando el plantel verde acusa más agujeros, sobre todo en contención y zaga. Y ya encarrerados, el Cruz Azul fue a Torreón a facilitarle al Santos una inesperada resurrección ante su público, en este caso por 4-0 y hasta con goles de fantasía como la volea del lateral Orrantía, alguna vez poblano. La defensa visitante fue de cemento pero por lo pesada y rígida, y adelante Romero regaló un penalti lanzado directamente fuera previo ridículo saltito.

“Amistoso” 6-0. El Barcelona firmó a Pumas como sparring para un entrenamiento final sin sobresaltos previo al inicio de la Liga española y se encontró ganando 4-0 en menos de 18´. El resto fue puro cotorreo, y lo aprovechó para rotar a todo su plantel, incluidos viejas glorias, novatos de la cantera y nuevas adquisiciones, que le prestaban el balón a ratos al apocado visitante, y aun así cayeron otros dos tantos para completar la media docena.

La multitud que colmaba en Camp Nou –la mayoría turistas de veraneo, más que socios—encantada de la vida, vio anotar por primera vez como azulgrana a Robert Lewandowski,  hizo cien veces la ola y acabó un tanto desentendida, pensando tal vez que le habían dado gato por liebre, pues se anunció un partido de futbol y resultó una parodia de la fábula del gato y el ratón, con la escuadra local haciendo de felino y el visitante en posición ratonil. Que es más o menos la situación en que han dejado al futbol mexicano sus propios dueños, con sus multipropiedades, el sobrecupo de foráneos y la supresión del descenso.

Antecedentes manchados. A lo largo de la historia, dos clubes mexicanos habían visitado el Camp Nou para jugar encuentros amistosos. El campeonísimo Guadalajara, que empató a dos con el Barsa (30.04.64), y el Puebla, en partido homenaje al capitán blaugrana Juan Manuel Asensi, que cerró su carrera con la Franja y jugó un tiempo para cada equipo en la victoria catalana (2-1) del 24 de mayo de 1981. Compárense tan dignos resultados con el ridículo de ayer.

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