Para empezar, México ausente. Bastó con que el hexagonal clasificatorio se trasladara a El Salvador para que el Tri se atascara, incluso con Hugo Sánchez y la posibilidad de dos boletos para la Concacaf, que obtuvieron El Salvador y Honduras. El año anterior Alemania había visitado el Azteca y sudó para empatar a dos con los verdes, que por una noche dejaron de ser ratones. Ya en España, los teutones alcanzarían la final tras superar un sorpresivo revés inicial (1-2 ante ¡Argelia!), protagonizar un espectáculo vergonzoso de arreglos y conveniencias mutuas con Austria (calificaban los dos solo si Alemania ganaba por 1-0, tal como sucedió desde el minuto 10 de un partido versallesco en que la protesta pública llenó de cojines el césped de El Molinón gijonés), y regresar del inframundo de una desventaja de dos goles en plena prórroga para eliminar a los franceses en una semifinal épica, primera vez en la historia de los mundiales que una igualada se resolvía desde los once metros. Allí, tras los 120 minutos de una batalla memorable (3-3), la sangre fría germana dominó las ansiedades y el derrumbe emocional de los galos (5-4).
Tampoco fue plácido el recorrido de Italia rumbo a su tricampeonato. De entrada, dejó ir la primera ronda sin triunfo y, de sus tres empates, al 1-1 contra Perú lo manchó un posible penalti no marcado en favor de los incas y la sospecha de acuerdos bajo cuerda con Camerún (1-1), entre críticas ácidas de la prensa italiana con la que los jugadores decidieron romper toda relación. Pero luego, cuando nadie daba una peseta por ellos, los azzurri eliminaron al campeón defensor Argentina (2-1) y, ya encarrerados, a un Brasil delicioso con la pelota pero garrafal defendiéndose (3-2 en Sarriá, el estadio del Espanyol, en partido tristemente inolvidable).
Nuevo formato. La FIFA de Havelange no dejaba de experimentar novedades y a España 82 concurrieron por primera vez 24 selecciones –lo que aumentaba a seis los grupos de inicio–, con la mira de que hubiera 12 clasificados a la ronda siguiente, a repartirse en cuatro grupos de tres –una especie de cuartos de final– para, con los ganadores, integrar las dos duplas semifinalistas. Con Paolo Rossi desatado –tres goles a Brasil–, la squadra azzurra pasó sobre Polonia –dos más de Rossi–, mientras los alemanes, en Sevilla, eliminaban al hermoso futbol francés gracias a que el nuevo reglamento sustituyó el volado (al que nunca se llegó) por los penales y la muerte súbita, que lo fue para los galos.
Final dispareja. El estadio Bernabéu (11.07.82), vio a una Italia señorial frente a una Alemania empequeñecida (3-1). Incluso se permitió Cabrini errar un penalti, pues poco tardarían Rossi, Tardelli y Altobelli en poner contra la pared a la mannschaft, que solo al final consiguió descontar por medio de Breitner, su veterano lateral diestro, ferviente maoísta por cierto y a la sazón jugador del Real Madrid. Las expresiones de júbilo del premier italiano Sandro Pertini en el palco presidencial pertenecen ya a la iconografía imborrable de la Copa del Mundo. Mucho antes de convertirse en presidente socialista de su país, Pertini había formado parte activa del grupo de partisanos que detuvo y ejecutó al duce Benito Mussolini (28.04.45).
El último Brasil brasilero. Aunque posteriormente ganaría dos Copas del Mundo, el mítico equipo de Telé Santana de 1982-86 ha pasado a las antologías como el último exponente cabal de la incomparable escuela brasileña; se le consideró el animador principal -con Francia- de una Copa más áspera que estética. Había maravillado en Sevilla, donde sus goleadas a Escocia y Nueva Zelanda escondieron un inicio complicado contra la URSS -tuvo que remontar para vencerla 2-1, con ciertas complacencias arbitrales-; luego, en cuartos, le puso un baile a Argentina, que defendía su título del 78 (3-1, con Maradona expulsado por el mexicano Mario Rubio por inconsecuente entrada sobre Zico). Toda esa belleza se derrumbó en Sarriá, cazado el scratch a contragolpes por una Italia con Rossi en estado de gracia y el arquero Valdir Peres y sus defensores al servicio del enemigo.
Si España fue una completa decepción, incluso con ayudas indecorosas (2-1 tramposo a Yugoslavia luego de empatarle a Honduras con muchos apuros y caer ante Irlanda del Norte), Inglaterra se marchó del mundial sin haber perdido un solo encuentro al quedar un punto por debajo de Alemania en la terceta cuartofinalista con los españoles. Polonia, pian pianito, terminaría tercero porque los franceses pusieron un equipo alterno para la disputa del bronce (3-2). Como incidente pintoresco tuvimos la irrupción en la cancha del estadio Zorrilla de Valladolid del jeque kuwaití que obligó al árbitro ruso Stupar a anular un gol que ya había decretado como legal (21.06.82: no impidió que Francia ganara 4-1).
Figuras. El campeón, dirigido por Enzo Bearzot, estaba integrado por casi todos los titulares de la Juventus, pero sus mejores hombres –Antognioni, Conti, Causio– no jugaban en la cebra turinesa, que no obstante aportó cracks de la talla del eterno Dino Zoff, el imperial líbero Gaetano Scirea y el campeón de goleo a Paolo Rossi (con seis). Alemania se presentó con Karl Heinz Rumenigge lesionado y aun así fue él quien le rescató la semifinal contra Francia, en la que el arquero Schumacher mandó al hospital a Battiston -era penalti- sin que el árbitro holandés Corver se inmutara. Pero lo mejor de los franceses fue su medio campo, que la tocaba por nota (Tigana, Genghini, Giresse y Platini), sin olvidar al central Tressor, ejemplar por colocación y limpieza. Coincidentemente, Brasil le había dado brillo al Mundial con su cuadrado mágico del medio campo, integrado por Toninho Cerezo, Junior y los estelares Zico y el gran Sócrates. De la envejecida Argentina de Menotti lo rescatable fue el debutante Diego Armando Maradona, cuyos mejores días aún estaban por venir. Ya declinaba la gran generación polaca de los Tomazsewski, Boniek y Lato, y más aún Perú, al que apalearon 5-1; y hablando de golizas, el 10-1 récord de Hungría a El Salvador sería el último bocinazo del futbol magyar, que en su hora estelar tuvo magia y estilo. Ni lo uno ni lo otro encontraron la decepcionante España ni Inglaterra, que empezó muy bien y no pasó los cuartos de final, con su astro Kevin Keegan en plan gris. Más afanosos que brillantes soviéticos, belgas, irlandeses y austriacos, clasificados todos a la segunda ronda. Y la sorpresa fue Honduras, que no calificó por muy poco pero propició que sus estupendos Yearwood y Figueroa se quedaran en Europa.
Ausencias notables. Holanda, vicecampeón de los dos mundiales anteriores, y Uruguay.
Empató el árbitro. Esta vez no hubo gol tempranero del Puebla porque Moreno desperdició miserablemente el que envuelto para regalo le ofreció Araújo (9´), pero sí una decisiva intervención del silbante Ortiz –inducido a error por el mismísimo VAR– que impidió que la Franja rompiera con la sucesión de empates que lo atribula. Acababa de poner el 1-1 Altidore (de nuevo suplente cuando debía ser el único “9” titular) y la repetición evidenció a Araújo en posición legal tras el rechazo de Aguerre a tiro libre de De Buen, lo que exhibe por enésima vez la ineptitud del cuerpo arbitral, incompetente de arriba a abajo y de ida y vuelta, detestables todos.
Tampoco es que el Puebla se haya salido del libreto conocido, lo demuestra la facilidad con la que Nahuelpán (20´) batió por alto a Iván Rodríguez -suplente de Antony de muy buena actuación-, y los cpomodos desbordes por las bandas de los aleros de los Gallos, Barrera sobre todo, que más terminaron comprometiendo al guardameta poblano. Total, nuevo reparto de puntos, puebla al 9º y la calificación cada vez más complicada.
Jornada 12. El América reafirmó su mando pasando sobre el riquísimo Tigres, que no hizo gran cosa por evitar la derrota (2-1) ante el equipo más en forma del torneo. Antes, San Luis y Tijuana, empatando a cero, le habían facilitado las cosas al Puebla, que despreció olímpicamente la invitación a despegarse de ambos (15 puntos para los tres), Necaxa regresó al León a la zona fría de la tabla (3-2), mientras, en el Miguel Hidalgo, el Pachuca rompía con la racha positiva del Santos (2-0) y se ubicaba a un punto del América y el Monterrey, que a pesar de mantenerse arriba parece haber perdido el paso.
Lo confirma el 0-0 que el modesto Mazatlán se llevó del parque Fundidora, marcador este que también exhibió la precariedad de Atlas y Pumas, enfrentados en el jalisco, donde Dani Alves ofreció al fin algunas pinceladas de buen futbol en forma de hermosos servicios de gol puntualmente desperdiciados por Delprete, Dinneno y Diogo. Para no ser menos, el Cruz Azul continuó regando el tepache al admitir un empate a 2 en tiempo de descuento en Ciudad Juárez.
México, como el Puebla. Se dice y se repite que no mereció perder contra ese Paraguay opaco y medroso del miércoles (0-1). Pero el caso es que la multitud reunida en el estadio de Atlanta se cansó de gritar ¡Fuera el Tata! y acabó subrayando cada despeje de Antony Silva con el famoso grito homofóbico, anticipación de la pita generalizada que despidió a los presuntos ídolos de las chicanada fiel.
El juego de los nuestros recordó al del Puebla, bonito a ratos pero sin fuerza ni gente para alcanzar la red. Resumiendo: el Mundial cada vez más cerca y las dudas y temores cada vez más fuertes. Nadie, ni siquiera la publicrónica, habla ya del ilusorio quinto partido.
Verstappen se lo lleva todo. La victoria de Max en Zandvoort, casa suya y de la festiva ola naranja que lo acompaña, tuvo una intriga favorable siempre al holandés, con los “cerebros” de Ferrari y Mercedes -y hasta los de Alpha Tauri, la filial de Red Bull-colaborando ampliamente a su décima victoria del año. Detrás, pero lejos, llegaron Rusell, Leclerc y un malhumorado Hamilton, saboteado por su propia escudería. El Checo, en una de sus presentaciones más flojas, terminó sexto pero se clasificó quinto gracias a la penalización de 5´´ impuesta por los comisarios del GP de Holanda a Carlos Sainz, castigado asimismo por los increíblemente ineptos cambiallantas de Ferrari y su parada de 18´´ en la v19.