La arquitecta del Centro en Puebla del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Teresita Miravete Barrios, señaló que además de los criterios, teorías de restauración y normas que se deben aplicar al restaurar un edificio patrimonial, los especialistas de hoy se enfrentan al empleo y la aplicación de nuevas tecnologías y nuevos materiales.
Al hablar sobre su tarea en la reconstrucción de los 621 inmuebles afectados por el sismo del 19 de septiembre de 2017, particularmente en la zona donde ha desarrollado su labor que ha sido en los conventos de Huejotzingo, Calpan, Tochimilco y Huaquechula, dijo que el reto vigente es para el INAH como institución y para sus especialistas.
Durante una entrevista, refirió que en Puebla los arquitectos y restauradores del Centro INAH han combinado su labor con los historiadores pues, en el caso de los complejos conventuales, es necesario conocer los antecedentes y la arquitectura religiosa de estos lugares.
Continuó que a estos espacios que están incluidos en la lista de Patrimonio mundial de la Unesco -con excepción de Huaquechula-, se suman las zonas arqueológicas y los demás inmuebles históricos y religiosos como capillas y templos -en Izúcar de Matamoros o Cuauhtinchan- que sufrieron daños hace más de dos años.
Miravete Barrios indicó que la intervención de estos inmuebles implica una preparación y un reconocimiento que se hace no de manera solitaria, sino en conjunto. Asimismo, que nociones sobre el patrimonio histórico y cultural han orientado el trabajo, así como el proponer acciones y procesos de intervención.
“Los daños leves y moderados no son de una complejidad mayor, pero sí requieren una atención de manera conjunta cuando hay daños en retablos, pintura mural o yeserías. En el caso de daño severo se revisan los sistemas constructivos y las intervenciones anteriores, para hacer un recuento de cuánto han padecido estos edificios”.
Precisó que, en el caso del Centro INAH Pueblas, seis especialistas en restauración y 10 arquitectos se distribuyen en 10 zonas, por lo que se complican las tareas de campo y de oficina, a la par que cada inmueble dañado es complejo, lo mismo que el trabajar con las empresas y la mano de obra.
La arquitecta del INAH consideró que no es lo mismo autorizar un proyecto en circunstancias normales para un mantenimiento que enfrentarse a la elaboración de un proyecto para intervención por sismo, ya que no sólo se atiende la arquitectura el edificio sino conjugar una serie de componentes como lo es la pintura mural, la portada labrada, la ubicación respecto al epicentro o su cercanía con el Popocatépetl.
“Esta tarea no la hemos hecho solos los arquitectos, sino que hemos estado -hasta 2019- trabajando día y noche, dentro y fuera, recibiendo la asistencia de las misiones de la Unión Europea, de Francia, Hungría y los dos simposios realizados que han servido para contar la experiencia de los especialistas de México y otros países”.
En ese sentido dijo que, en su tarea de atención a los conventos patrimoniales protegidos por la Unesco, como lo son Huejotzingo, Calpan y Tochimilco, a los que se les suma Huaquechula, no todos los edificios han tenido la misma intervención.
Así -continuó- se ha tenido que estudiar y comprender la causa de los colapsos en el convento de Huaquechula o la aparición de grietas y fracturas en Tochimilco, que se han estudiado con apoyo de la Oficina de la Unesco en México y la Facultad de Ingeniería de la UNAM, las cuales han señalado que los daños en el conjunto son extensivos y ponen en riesgo las bóvedas, la pintura mural, el claustro, la capilla tercer orden y el baptisterio. Recordó que incluso en Tochimilco se descubrieron documentos alojados en sus paredes desde hace casi 100 años.
“Existe un reto no solo en la oficina. Son 34 inmuebles, 10 o 12 con caso severo y la complejidad en su arquitectura, sus sistemas constructivos y sus materiales, pues ya no se encuentra el material original. Este es un reto para la institución y no solo para sus arquitectos”, concluyó la especialista.