Sábado, febrero 8, 2025

Mirada fresca, curiosa, espontánea para descubrir lo maravilloso del mundo

Destacamos

Se llamaba María; tenía ocho años; vivía en Cantabria, España, y era la hija única de Marcelino Sanz de Sautuola. Corría el verano de 1879 cuando María acompañó a su padre, en una de sus múltiples visitas, a unas cuevas ubicadas en sus fincas, mismas que Modesto Cubillas tenía en contrato de aparcería y le había dicho años antes, que había una que le podía interesar, que descubrió en 1868.

Sanz de Sautuola era hijo de una familia de origen hidalgo con buena situación económica. Estudió Filosofía y Letras y Derecho. Después desarrolló gusto por las Ciencias Naturales, Botánica, Geología, y Prehistoria. Él tenía una pequeña colección particular de material prehistórico que había juntado de su finca familiar, por lo que también había desarrollado una afición por la Arqueología y Antropología.

En 1878, Marcelino asistió a la ‘Exposición Universal de París’ como expositor de productos regionales ya que estaba al frente del patrimonio familiar, y al visitar el pabellón antropológico observó materiales similares a los que él coleccionaba, y al regresar a casa con una nueva mirada inició investigaciones y exploraciones más sistemáticas en cuevas cántabras.

Marcelino había visitado la cueva desde 1875, pero los trazos que había encontrado no los consideró de obra humano. Pero fue en esa visita de 1879 acompañado de su hija María de 8 años, quién al entrar y mirar al techo de la cueva, ésta le dijo a su papá: “¡Mira, papá! ¡Bueyes pintados!” ¡La niña acababa en descubrir las pinturas de la cueva de Altamira, al ver las figuras en el techo, donde sobresalen los bisontes rojos!

La cueva de Altamira es una cavidad natural en la roca en la q se conserva uno de los ciclos pictóricos y artísticos más importantes de la prehistoria. Forma parte del conjunto de la cornisa cantábrica declarado Patrimonio Mundial por la Unesco en 1985 al ser ‘la 1a cueva decorada q se descubrió y q continúa siendo la más espléndida’. La gran calidad y belleza del trabajo del ser humano de esa época, la hacen ‘la manifestación más extraordinaria del arte rupestre paleolítico’

Después del descubrimiento de su hija, Marcelino realizó estudios posteriores por lo que se le considera ‘el descubridor científico de la cueva de Altamira’, ya que el descubridor material fue Modesto Cubillas. Al año siguiente, 1880, Sanz de Sautuola presentó las pintura, sus conclusiones y demás materiales en sus “Breves apuntes sobre algunos objeto prehistóricos de la provincia de Santander” donde mostraba en la lámina 3 un completo esquema de la bóveda natural con sus pinturas.

Déjenme decirles que en ese entonces la publicación causó gran impacto y Marcelino sufrió el ataque masivo por parte de los especialistas en Prehistoria que se negaban a aceptar que las pinturas fuesen tan antiguas, ya que datan del Paleolítico superior que se extiende aproximadamente entre los años 40-30 mil antes de nuestra era, en la Edad de Piedra ya con el homo sapiens. Nadie se esperaba que nuestros ancestros prehistóricos exhibieran tan alto nivel cultural. Lo demás es historia…

Esto me confirma que se requiere una mirada fresca, curiosa, espontánea… infantil para mirar las maravillas del mundo como si fuera la primera vez.

Y sin ser feminista, ¡quizá fue una mujer la que pintó los bueyes que descubrió la niña!

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