Jueves, marzo 28, 2024

Migrantes bárbaros

Hace ya mucho tiempo, entre los años 2002 y 2004 viví en España mientras estudiaba un doctorado en Literatura de Vanguardia en Hispanoamérica en la Universidad de Salamanca. Mi estancia fue muy ilustrativa, no sólo por el estudio que decidí emprender, sino por que tuve la oportunidad de conocer la vida de un trozo de Europa que, por muchas razones, se convirtió en una representación general de muchas de las actitudes que se viven en ese continente. Observé sus libertades, su calidad de vida y la calidez de mucha de su gente; a la par, me percaté de la profundidad y antigüedad de muchos de sus vicios que tienden sus raíces en su pasado colonizador y en la falacia que ha significado en la vida real el pensamiento moderno. En pocas palabras, me di cuenta de que Europa ni es el centro del mundo, ni el llamado con pedantería “primer mundo” representa el modelo a seguir. En efecto, en muchos países europeos, la crisis económica, política y social es evidente para quien la quiera ver, espacialmente si nos atenemos al “deber ser” racional establecido por ellos mismos. No sólo el Holocausto fue el fracaso total de la modernidad… se han ido sucediendo numerosos acontecimientos en lo sincrónico igualmente sórdidos, algunos en el propio Continente, pero la mayoría que han operado en los territorios que han sido influencia de las ambiciones colonizadoras europeas, especialmente en África y Asia. En efecto, la injerencia negativa en las colonias europeas produjo condiciones desiguales, equiparables a la diferencia entre civilización y barbarie y, como una resaca terrible, produce migrantes al por mayor que tratan de encontrar mejores condiciones en los países que los colonizaron y luego los dejaron a su suerte. Allá por esos años, los medios se escandalizaban de los “lancheros” cubanos que arriesgaban la vida por mar para llegar a Estados Unidos; sin embargo, apenas si mencionaban los cadáveres de migrantes africanos que frecuentemente aparecían en las costas españolas, que en “pateras”, como le llaman a cualquier embarcación que los transporte en la clandestinidad, trataban de alcanzar el sueño del primer mundo y morían en el intento. En su momento, el racismo, la xenofobia y la necedad tenían voces tímidas tanto en los medios como en la población; hoy, con muy poca fortuna, las cosas son muy diferentes.

Hace unos días, circuló en redes una imagen impactante: una rescatista abrazando a un senegalés que llegó a las costas europeas como pudo. La imagen es desgarradora y pudiera ilustrar claramente el drama vivido por estas personas, pero también valores deseables como la solidaridad y la empatía. Empero, como sucede cíclicamente, lo que se vio fue un ataque en redes sociales a la chica e insultos terribles al migrante; de igual manera, mensajes descarnados de gente relacionada con los medios que, aprovechando el momento de avance de las derechas en el mundo, deciden sacar la cabeza y lanzar toda la hiel posible; además, pegarle de paso al gobierno del partido en el poder, el Socialista Obrero Español. Podría pensar que es igual que en el pasado y acertaríamos. Sin embargo, es peor, lo que lo hace preocupante. Por ejemplo, la periodista Cristina Seguí, fundadora del partido VOX -de ultraderecha- publicó un tuit pocas horas después, verdaderamente lamentable: “Pocas imágenes reflejan mejor la decadencia moral de esta gente y sus discursos buenistas. Oenegista abrazando a un ilegal tras pasar 4 min en las “gélidas” aguas mediterráneas, y él aprovechando la turgencia de sus senos…” Minimizando el trauma de la travesía y acusando al migrante de toquetear “impúdicamente” a la rescatista. ¡Vaya suciedad! Muy a tono con las expresiones en contra de la rescatista que vieron en Twitter quizá su mayor sordidez. Comparto algunas aquí con todo lujo de detalle y pésima escritura -acompañado de un mega sic- para ilustrar: “te lo follaste al final o no?”, “tenemos razón, sólo quieres chupar polla negra y lo sabes”, “Gvarra. Deberías perder la nacionalidad por traidora. Follan3grxs”, “En la puta cárcel deberías estar, por apoyar y ayudar a delincuentes”. ¿Ser migrante es equiparable a ser delincuente? ¿El altruismo de la chica y ella misma deben ser desacreditados soezmente? Todos estos comentarios, tanto de los patanes (hombres y mujeres), como de la comunicadora, debieran obligarnos a recalibrar nuestras opiniones sobre Europa. Pero el problema se encuentra en otro nivel: en esa relación vertical -de la que he hablado- establecida entre Europa y sus colonias y que, en su origen, se encuentra manifiesta en la dicotomía “civilización y barbarie”.

En efecto, como afirma Patricio Lepe-Carrión en su artículo “Civilización y barbarie. la instauración de la ‘diferencia Colonial’ durante los debates del siglo XVI y su encubrimiento como ‘diferencia Cultural’”, publicado en la revista Andamios de la UACM en 2012, la “idea de civilizar la barbarie, de integrar a las comunidades incivilizadas al proyecto de la Modernidad, es un concepto que atraviesa casi toda la historia de América, y que desde la Colonia y la República (y hasta la actualidad) se ha venido instalando como una columna vertebral en las múltiples estrategias de poder que pretenden clasificar y definir los cánones de lo ‘racional’, de lo ‘cultural’ o de lo ‘identitario’”. Claro, todo ello a partir de la auto-conformación de Europa -según afirma el autor citando a Dussel- como centro de la historia universal y, por tanto, como la entidad capacitada para determinar la diferencia. Por tanto, estos migrantes están condenados a una inferioridad histórica por tres “evidentes” razones: por su raza -no son blancos-, por su origen -fuera de Europa o de Estados Unidos- y por su “salvajismo o barbarie”. A todo esto, se le añade cómodamente la idea de la incapacidad y corrupción de los políticos que gobiernan esos países lo que trae como consecuencia que deban migrar para conseguir mejores condiciones de vida. La postura es sumamente hipócrita, máxime cuando nos damos cuenta de que las lacras que viven esos países -como la corrupción, el crimen organizado, la limpieza étnica y un largo etcétera-, son realidades traídas por los colonizadores y avaladas por ellos, tan claro como suena. Para los europeos en general y españoles en particular, que pugnan por el control estricto de las fronteras y la persecución de los migrantes, de lo que se trata es de que exista esa “necesaria” separación entre la barbarie y la civilización. Después de todo, como afirma Walter Saíd citado en el texto de Lepe- Carrión que abordamos aquí, “la práctica universal de establecer en la mente un espacio familiar que es ‘nuestro’ y un espacio no familiar que es el ‘suyo’ es una manera de hacer distinciones geográficas que pueden ser totalmente arbitrarias. Utilizo la palabra ‘arbitrario’ porque la geografía imaginaria que distingue entre ‘nuestro territorio y el territorio de los ‘bárbaros’ no requiere que los bárbaros reconozcan esta distinción. A ‘nosotros’ nos basta con establecer esas fronteras en nuestras mentes; así pues, ‘ellos’ pasan a ser ‘ellos’ y tanto su territorio como su mentalidad son calificados como diferentes de los ‘nuestros’”. Y claro, la frontera no necesariamente será geográfica, sino entre grupos y entre personas. Tal cual: según la óptica de la periodista y política vinculada a Vox, el senegalés no sólo es ilegal, lo que de suyo lo hace ser delincuente, sino que, a su vez, es arribista, acosador y enfermo sexual que se regodea en la “turgencia” de los senos de la rescatista: es, de acuerdo con este “razonamiento” un “bárbaro”, un “salvaje”, sólo por ser diferente, por su color de piel y origen.

Es tiempo ya de que el mundo afronte las causas de la migración que se centran en el modelo económico que nos rige y que se ve incrementado de forma espeluznante con el giro neoliberal. Y, por supuesto, Europa debe dejar atrás la hipocresía con la que ve el fenómeno y asumir su responsabilidad histórica; a su vez, reconocer que necesita a los migrantes y que muchos de los patrones necesitan a los trabajadores ilegales para no tener que pagar todas las prestaciones de ley. Es un ciclo verdaderamente perverso. Cierro con una pequeña anécdota que me viene a la cabeza cada que veo noticias así desde España. Por esos años recuerdo haber visto un documental donde se entrevistaba a algunos madrileños que frecuentaban el Parque del Retiro en la capital española y se les preguntaba sobre la presencia de migrantes en ese lugar, como, por ejemplo, amplios contingentes de ecuatorianos y bolivianos que ocupaban el parque para hacer fiestas de cumpleaños o simples reuniones familiares, muy al estilo de Chapultepec en México. Los entrevistados decían que era terrible verlos en ese parque que era muy suyo. Decían que se veían mal pues no eran gente “bonita” … afeaban el parque además de que hacían fiestas corrientes y de mal gusto. El documental cerraba con imágenes de migrantes españoles haciendo reuniones familiares en parques de Alemania, país que los acogió entre 1960 y 1970 -se estima que fueron unos 600 mil- para trabajar en los diversos rubros de una industria pujante que necesitaba mano de obra… y se les ve preparando paella en el parque y jugando futbol, tan “corrientes y bárbaros” como aquellos que critican ahora. Corta memoria, indudablemente.

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