La elección de Estados Unidos reviste gran relevancia para nuestro país. No sólo se trata sólo de nuestro principal socio comercial (un comercio bilateral de 807 mil millones de dólares), sino que existe una íntima relación política, social y cultural entre ambos. Compartimos más de 3 mil kilómetros de frontera, con más de 50 puertos de entrada activos, lo que implica cientos de miles de cruces fronterizos legales al día. Suficientes motivos para detenerse a reflexionar en las implicaciones de los resultados electorales.
Los comicios se presentan en un contexto inédito, tanto por el perfil de los candidatos, como por la serie de eventos inusuales que en estos meses se han presentado. A menos de una semana de realizarse la votación, no se perfila un claro ganador
Del lado de los demócratas compite Kamala Harris, actual vicepresidenta de Estados Unidos, quien alcanzó su nominación sin haber ganado una sola elección primaria, y como consecuencia de que el presidente Joe Biden retirara su candidatura a poco más de 3 meses de las elecciones.
Los republicanos postulan a Donald Trump. Forma parte de un grupo reducido de expresidentes estadounidenses que se han vuelto a postular como candidatos tras dejar el cargo. Adicionalmente, su participación se presenta en medio de múltiples causas judiciales en su contra (primer presidente de Estados Unidos en ser juzgado y condenado por delitos); y es sobreviviente a dos intentos de asesinato durante estos meses de campaña.
Usualmente las reflexiones en torno a esta elección se centran en las posturas expresadas en campaña, sin embargo, estos posicionamientos tienen un sesgo, ya son pronunciados para públicos y contextos en los que se quiere provocar una determinada reacción.
Por tanto, valoremos a los candidatos no considerando únicamente lo que dicen en sus “rallys”, sino añadiendo sus acciones y antecedentes concretos, sobre todo si estimamos que ambos ya han estado en ejercicio del poder (uno como presidente y otra como vicepresidenta) por lo que han trascendido de los simples ofrecimientos de campaña a las acciones de gobierno.
En materia migratoria, Harris ha anunciado, de manera genérica, soluciones “inteligentes” y “contundentes” para proteger las fronteras de los Estados Unidos, así como reformar un sistema migratorio “roto”. El tema no es prioritario en su campaña, pese a que la administración Biden-Harris se ha visto presionada por la gran afluencia de migrantes y solicitantes de asilo. Trump, en cambio, ha hecho del tema migratorio una de las piezas centrales de su campaña, prometiendo -sin tampoco entrar en detalles- “sellar” la frontera, detener la “invasión” migrante y llevar a cabo la operación de deportación más grande de la historia. En los hechos, y obviando esta retórica incendiara, los registros de deportaciones durante la administración de Trump no han sido los más elevados, e incluso fueron menores que en administraciones demócratas anteriores.
En materia energética, el discurso de Harris es principalmente medioambiental, de combate a la crisis climática y promoción de fuentes limpias y renovables (esto a pesar de que en la administración Biden-Harris se han visto récords en la producción de petróleo); la plataforma energética de Trump, por su parte, prioriza el factor económico: combatir la inflación usando todos los recursos energéticos disponibles (especialmente los combustibles fósiles: petróleo y gas), para abaratar el costo de la vida. Durante su presidencia, Trump en efecto buscó expandir la perforación de petróleo y gas tanto en aguas abiertas como en áreas protegidas, y respaldó proyectos de combustibles fósiles, incluidos los oleoductos Dakota Access y Keystone XL.
El T-MEC, por su parte, sufrirá modificaciones prácticamente con cualquier desenlace electoral. Harris fue 1 de los solo 10 senadores que votaron en contra del T-MEC, y ha afirmado que hará uso del proceso de revisión estipulado en el acuerdo. Trump también ha manifestado que, al asumir el cargo, invocará la cláusula de renegociación del T-MEC. Y a pesar de que dichas declaraciones las han realizado, generalmente, al referirse a la industria automotriz, una revisión contenciosa del T-MEC supondría algunos riesgos para el bloque comercial norteamericano.
En todo caso, y pese a estas posiciones antagónicas, es innegable que nos encontraremos con un panorama diferente a lo vivido en los últimos años. Del lado de México, un poder Ejecutivo que ha defendido con total claridad su soberanía y apelado al respeto mutuo entre ambas naciones. En EEUU también hay un cambio de rol, ante la reconfiguración global a partir del ascenso de actores internacionales de gran relevancia.
Las relaciones México-Estados Unidos deberán construir una nueva dinámica, y encontrar su lugar en este contexto internacional tan altamente revolucionado.