A menos de un año del Mundial, el nivel de la selección de Aguirre apenas roza la medianía. Buscar el problema hurgando en cuestiones de orden táctico o estratégico es como si la cocinera se preocupara más por la elección del mantel que por la calidad de los ingredientes y el buen sazón del guiso. En nuestro caso, el Vasco podrá ser más o menos capaz de ordenar y hacer lucir la vista de la mesa, pero si en la despensa no hay ingredientes de calidad y a la estufa buenos pinches y cocineros, todo lo demás sale sobrando. Por eso viene Colombia, que sí produce jugadores de nivel internacional, y le pasa por encima a un tricolor sin presencia ni prestancia, reflejo de una (anti)organización que hace mucho descuidó la huerta y liquidó el vivero. En consecuencia, hacerle frente al vendaval con una tropilla de medio pelo sólo podía llevar a la frustración y el desastre.
Y eso que esta Colombia carece de las figuras de antaño, que mostró un juego de conjunto pobretón y que durante largos lapsos le cedió el balón a la oncena azteca, consintiéndola –ocasionalmente metían fuerte la pierna–, y dedicada a contemplar su impotencia. Es decir, que le bastaron unas cuantas ráfagas de buen futbol para redondear una goleada de escándalo (4-0).
Esa Colombia mixta –mezcla de titulares y reservas–, pero bien dirigida por Héctor Lorenzo, no tardó en descubrir un rico filón en el pasillo de Jorge Sánchez-Láinez, inoperantes ambos y mal cubiertos atrás por la lentitud de Montes. Y por ahí enfiló Lucho Díaz sus baterías. Así cayó el segundo gol (Díaz, 56´), luego que Malagón se arrugara todito ante el centro con comba directa de James que empujó a bocajarro el central Lucumí (15´). De otra falta al lado del área y el afinado toque de James derivó el tercero, cuando Lerma tomó de aire un rechazo corto de la defensa y clavó una volea impresionante (63´). Y, ya en plan sangriento, con México metido en su inofensivo carrusel y la amarilla casi sesteando, Carbonero, un recién ingresado, se lanzó como flecha por la banda de siempre –la derecha nuestra–, superó a Montes en el pique como si viajara en moto y el otro a lomo de burro, y batió al indeciso Malagón pasándole el balón entre las piernas (87´).
Hay que decir que, de México, el único que se medio salvó fue Johan Vásquez –él sólo no podía ordenar, sostener y agilizar a una zaga sin brújula–, que el arquero volvió a enseñar el cobre y que la dupla toluqueña Marcel-Vega, sin un “9” como referencia, naufragó al parejo de los demás.
Pero la culpa no es de ellos sino de unos dirigentes cuya codicia se acompaña de un olvido no menos brutal de los verdaderos valores del futbol y de la producción de futbolistas.
Adiós al Mundial Sub 20. Las esperanzas que había despertado el pequeño Tri de Fernando Arce quedaron pulverizadas nada más empezar su duelo de 1/4s´ de final contra Argentina, que a los 8´ ya había cobrado ventaja (Carrizo), por cierto cuando los guindas jugaban con diez por lesión del puntero derecho Domínguez, no cubierta oportunamente a pesar de que demoraron bastante en atenderlo y finalmente sacarlo del campo. No se crea que los albicelestes son tan picudos como presumen, a pesar de la lentitud de la zaga mexicana les costó bastante volver a abrir el ostión, por cierto en un pique que Silvetti les ganó a ¡tres defensas nuestros!, los tres en línea y pesadísimos de reacción (57´).
Hay que consignar que el árbitro les perdonó un penal clarísimo a los ches –y eso que consultó el monitor–, y que, ya sobre los 90´, ofendieron a la lógica y al fair play el descompuesto caballazo de Silvetti sobre Mora y el correctivo contra el agresor que le costó la roja al central mexicano Diego Ochoa.
Otro “colombianazo” Es verdad que la Roja hispana no contaba con la banda alegre e infernal del Barcelona –Yamal, Fermín, Diego y Cubarsí, ya entre los ases a estas alturas–, pero su buen futbol fue neutralizado y finalmente vencido por la cumbia y el vallenato colombiano (3-2), un equipo no tan bien ensamblada como la España Sub 20 pero rico en creatividad y fantasía. Y con un goleador de primera en la persona de Ney Villarreal, que se despachó con los tres goles de su equipo, el último cuando ya se olían los tiempos extra en el repleto y recoleto estadio de Talca, cuna del vino chileno más selecto y deleitoso.
Tampoco los estadounidenses, hablando de la Concacaf, alcanzaron las semifinales (Marruecos 3-1 EU), mientras Francia vencía en a Noruega en un duelo menor (2-1). En consecuencia, jugarán las semis del miércoles Argentina-Colombia y Marruecos-Francia. El choque entre sudamericanos tiene aroma de final adelantada.
Ninguneados. No es la primera vez que esta columna lo menciona, pero no me cansaré de insistir: el aficionado al futbol es el televidente peor tratado por las cadenas gringas que dominan el espectro de la televisión de paga. Mientras los seguidores de casi cualquier otro deporte –excepto la F1, que no pasará más por Fox– tienen acceso garantizado, pagando las cuotas mínimas, a casi cualquier evento, lo mismo de rutina que de categoría máxima, incluidos grand slams, series mundiales, play offs, super bowl, box internacional y demás, el futbolero o se suscribe a Sky –que también tiene sus límites– o se ve privado de los eventos estelares de su deporte, escamoteadas las coberturas de la Champions, las eliminatorias mundialistas, la Libertadores, todo tipo de mundiales y, por supuesto, las ligas mayores del balompié: Inglaterra, España y Alemania.
Sería muy de agradecer que el gobierno de México rescatara para sus canales oficiales las transmisiones del Mundial 2026, restringidas a unos cuantos partidos por televisión abierta –los del Tri y alguno más– desde que aparecieron las no tan benditas plataformas de paga, que cada cuatro años se ponen las botas a la hora de cobrar, y además obligan a su clientela a suscribirse por todo un año y no sólo durante el mes que interesa.
Eso, la transmisión de la mayor parte de los choques mundialistas por televisión abierta, incluidos por supuesto los de mayor jalón e importancia, ya lo hizo alguna vez el gobierno federal por canales nacionales y locales, si no me equivoco en Francia 98 y Corea-Japón 2002. Tiene elementos legales para repetirlo. Y aunque se purgue Televisa y la FIFA clame al cielo debería gestionarlo nuevamente.
