Para gozo de la audiencia
del barrio, su mercado
y los chavitos espectantes,
el domador de osos
-con un banjo como el de mi abuela-
pone a bailar al oso
agitando un pandero.
Luego tiende una lata,
tapa oxidada de un tonel,
para que el oso imite sobre ella
cómo dirige el tránsito el gendarme…
cómo hace mi tía
al oír cantar a Agustín Lara…
cómo ronca y se espanta las moscas
mi suegra mientras duerme…
El oso acata cada orden
como el mejor histrión,
la gente carcajea y aplaude.
Noto que al danzar,
cruzar la pierna como mi tía
parar los autos como el policía
y sacudirse las moscas entre ronquidos,
el plantigrado salta sobre el latón,
como si le quemaran las patas.
Método y director dispuestos
para domar al oso bufón.
¿Nos reímos por eso?