Para llevar a cabo la praxis, es necesario partir siempre de las epistemologías. La reflexión es necesaria para transformar el mundo. Pensar y pensarnos en el mundo, debe partir del actuar concreto, tanto personal como colectivo. A través del tiempo, he tenido la fortuna de encontrarme con colectivos con quienes comparto valores y utopías, posibilitando la acción intencionada por el bien común. La utopía nos une e invita, a formarnos y pensar creativamente para lograr modificar el sistema imperante abogando con la comunidad.
El sistema imperante debe transformarse en tanto su incapacidad de garantizar la resolución de necesidades fundamentales para todas las personas en el mundo. El sistema imperante que despoja, violenta, es depredador con la vida humana y el medio ambiente. Ese sistema de dominación que, desde la crisis y la atrocidad, nos obliga a pensar en la utopía del cambio social.
Sin embargo, la utopía es eso, el no lugar, el lugar posible al que queremos llegar, que queremos y podemos construir. Pero en el proceso, debemos también resolver lo inmediato. Comida en la calidad y cantidad necesaria para todas las personas, trabajo bien remunerado y dignificante, educación creativa y emancipadora, salud integral, holística, preventiva y curativa, acceso a espacios y actividades de arte, cultura, deportes y recreación, tiempo libre y ocio de calidad y no de consumo, participación social y política informada, plena y democrática, entre otros.
Para ello resulta esencial que desarrollemos permanentemente encuentros del saber y el hacer. No únicamente de parte de quienes estamos en la academia, sino desde todos los espacios posibles de la acción social. Fundamentalmente desde la política y la economía, que una no se entiende sin la otra. Me parece central aclarar que el mercado y la lógica de la acumulación de capital son una realidad totalizante que subsume nuestras vidas, por ello considero primordial que, desde la participación colectiva y organizada, nos corresponde establecer los lineamientos y parámetros que deseamos en que se mueva el mercado y el estado, en la lógica del bien común.
Esto no debería parecer difícil, sino al contrario y en el marco del día internacional de los derechos humanos (10 de diciembre), podemos abrir la discusión en torno a la necesidad urgente de que los derechos colectivos, los derechos personales y los de derechos de la naturaleza caminen de la mano por el bien común. Es imperante explorar las opciones de una economía ecológica y solidaria, una política participativa y democrática, que ambas permitan detener y erradicar la proliferación pandémica y sistémica de las inequidades, el empobrecimiento, depredación, despojo y violencia.
Cuando decidamos poner nuestro saber y nuestro hacer en el cuidado de la casa común, así como de la vida y la dignidad de todas las personas, lograremos transitar de un sistema de injusticias y opresiones a una propuesta de organización social donde el mercado y el Estado sean instrumentos para la dignidad humana y el bien común y no para la acumulación de capital.