Miércoles, abril 24, 2024

Mandamases, mandones y la rebeldía del pueblo

Comunera 37 noviembre de 2018. El Zenzontle.

A días estamos de vivir la formal entrega de un gobierno ejecutivo de un partido a otro, con formas y políticas de distinto modelaje, pero propias del mismo sistema de dominación. Se ha pasado la prueba de meses en los que el gobierno electo ha buscado de un consenso renovado para un sistema político desgastado ante el pueblo y un modelo de economía que han generado rebeldías y resistencias desde abajo, pero también la ilusión en un cambio desde arriba.

Cinco meses para la reposición del consenso que el PRI-gobierno perdió ante la burguesía, con el ritmo de la renegociación, no de la ruptura, de los grandes proyectos del capital: el TLCAN hoy T-MEC (si no lo alteran los efectos de las elecciones estadunidenses donde los demócratas pueden contener algunas de las políticas de Trump); el NAIM que, ya fuera en Texcoco o en Sta. Lucía, continuará el gana-gana de constructores y financieros que son indemnizados y no condenados por su enorme robo; el caso de reformas estructurales intocables como la energética, la fiscal, el cumplimiento del pago de abonos e intereses de la deuda interna y de la externa que reducen la capacidad de tener un presupuesto para tanta promesa de “bienestar social”; las políticas que prestan libertades al despojo del agua, las semillas, la minería depredadora; el intocable “patrimonio” de salarios, pensiones y prebendas a la jerarquía del poder judicial impuesta por la ley de Herodes; y finalmente, pero no la menos importante, la inmejorable promesa al capital financiero de que no se cambiarán las reglas, así la amenacen con sombrerazos legislativos por el descarado negocio de comisiones, jineteo de las pensiones, afore, aseguradoras y especulación con la moneda (al menos para los primeros tres años del nuevo gobierno).

Y así se sumarán más días al encanto que vive la cúpula de poderosos: ayer se daban abrazos idílicos, luego pellizcos, luego nuevos abrazos y nuevos manotazos, hoy hasta asesores empresariales tendrá el gobierno de AMLO en un melodrama entre los mandamases reales (el capital financiero, las trasnacionales y sus representantes empresariales locales) y los mandones (la cúpula del nuevo gobierno peleando la imagen de cambio que los mandones de facto les boicotean o les rasuran en los medios, los del poder judicial o con las actitudes de las 16 familias de mega millonarios “mexicanos”).

En la base de la sociedad hay otras voces que miden los días ansiando ver el cambio real en el precio de la gasolina y las tarifas de servicios, en los salarios y derechos sociales, detener el despojo de territorios, parar la violencia estructural del negocio del narco, las extorsiones de delincuentes con o sin cuello blanco, la militarización legalizada, los sicarios y paramilitares, los feminicidios y la deportación racista de migrantes.

Expectativas e ilusiones de las capas medias y de la inmensa mayoría de pobres no organizados para que desde arriba se pare la corrupción, se contenga la desigualdad, la exclusión y la explotación redoblada de los que aún tienen empleo. Que haya mejoras en la vida de las ciudades y de las comunidades rurales, desalojadas y despreciadas.

Aún entre la gente reinando y tantos avasallados que esperan una “cuarta transformación”, lo que sea que eso signifique, también hay un pueblo que resiste organizado hace décadas, si no siglos, y que además expresa su rebeldía levantando un NO más alto que las urnas electorales o de consultas.

Comunidades, colectivos y organizaciones que dispuestos a autogobernarse, determinar su vida, defender territorios y naturaleza para sobrevivir más allá del campo de la dominación en su contra, construyendo comunidad y fuerza. La lucha de este grupo, aún disperso pero que se hermana día a día, decidirá un andar pensado con cabeza propia, sin mandamases ni mandones, con el libre poder del pueblo organizado.

Guerra contra el pueblo, guerra del pueblo

Jorge Luis Ubertalli Ombrelli/ Rebelión

Nuevamente los esbirros del macrismo y sus compinches golpearon, hirieron, humillaron, insultaron y detuvieron a manifestantes que se concentraron en la Plaza de los Dos Congresos para tratar de impedir que se vote, el Presupuesto para el año entrante, diseñado a gusto del Fondo Monetario Internacional (FMI), del gobierno protofascista de Donald Trump, del Tesoro de EE.UU. y de los grandes empresarios locales y multinacionales. También legisladores fueron maltratados por los esbirros.

El gobierno contó con ‘sus’ servicios de inteligencia y ‘sus’ fuerzas de seguridad, prestas para ahogar en sangre y palos el grito de los explotados y oprimidos a cambio de emolumentos materiales, incluido el tráfico de estupefacientes y la aceitada relación con la delincuencia organizada, y también ‘espirituales’,  vía libre para canalizar resentimientos, prejuicios y perversidades contra los supuestos ‘débiles’ de la población.

Además, los agentes de la represión utilizaron a sus ‘infiltrados’, tartufos desclasados y cobardes que persiguen: 1) Provocar para incitar a la represión, dispersar las marchas masivas y castigar a todo el que se le ponga adelante a cualquier esbirro de cuarta. Este accionar ‘profesional’ es común y se hace para desalentar futuras marchas masivas y ‘limpiar’ las calles de manifestantes a los que se les conculcan todos los derechos, y fundamentalmente, el de no morirse de hambre.; 2) Y montar provocaciones por parte de ‘servicios’ encapuchados mediante la acción directa y la consiguiente represión. Este accionar no solo logra dispersar las marchas y realizar la ‘cacería’ de militantes, sino incita a cuestionar el uso de la violencia frente a la prepotencia armada de las fuerzas de seguridad de los ricos. Este tipo de provocaciones policiales o de otras ‘fuerzas’ no solo buscan predisponer a la pequeño burguesía de ‘su casa’ y ‘su trabajo’ a alejarse de los manifestantes ‘revoltosos’, sino también a encorsetar a cierta militancia de buena fe en las consignas de la ‘violencia engendra violencia’, de ‘solo el amor vence al odio’, que la democracia burguesa es sacrosanta y ‘pura’´ y que es ‘imposible’ o suicida pagar con su misma moneda a la represión organizada.

Se desanima a esta militancia en cuanto a ejercitarse y organizarse para llevar a cabo acciones directas cuando las circunstancias lo requieran. Los informadores públicos del sistema colaboran, al sostener hasta el hartazgo qué si algunos se autodefienden frente a la represión, son provocadores.

Lo que se viene

En consonancia con el pardismo que se anuncia en la región y el mundo todo desde la llegada al estrado imperial de un mamarracho fascista y reaccionario que pretende, en su afán de prepotencia, emular a los antiguos imperios en decadencia y a los bastardos creados por el gran capital que llevaron al mundo a la última Guerra Mundial, los subhumanos de la nueva era preparan las horcas y cuchillos. Jair Bolsonaro en Brasil es un ejemplo de lo que vendrá. Su previsible llegada al gobierno brasileño ha sido planificada por el imperialismo norteamericano en decadencia desde la misma llegada de Trump a la Casa Blanca, y aún antes. El repliegue yanqui sobre Nuestra América, que implica millones de desocupados, saqueados, explotados, humillados y hasta la desintegración de naciones en relación con la existencia de los ‘mercados’, ha planificado ya cómo ´combatir’ a las hordas de famélicos que, sin organización política y militar, intentarán asaltar desesperados las fortalezas de los hastiados. La única forma de pararlos, sentencian los expertos al servicio del capital, es con la represión desembozada, ideologizada a través de prejuicios racistas, genéricos, religiosos, etc., ya conocidos y padecidos por los que cargamos algunos años.

Intentan anatemizar cualquier experiencia de resistencia masiva o grupal a la represión por medio de las mismas armas utilizadas por los represores, armas pagadas por el pueblo, fundamentalmente los trabajadores y los pobres de todas las geografías.

Esta desacreditación de la lucha integral se conjuga con la desacreditación de una verdadera revolución, que no solo haga hincapié en la soberanía de la Nación sino que ponga en primer plano el ejercicio del Poder de los trabajadores sobre el poder de los capitalistas. Una revolución socialista, donde los bienes producidos por todos, tanto materiales como culturales, sean de todos y no apropiados por unos pocos. Frente a la hecatombe programada para el mundo por el capital financiero e industrial multinacional, y sus patas locales, el ‘sistema’ capitalista recurre al mal menor. Y en forma hipócrita y desembozada sugiere como recambio otro ‘modelo’ del capitalismo, presentado como ‘más justo’, ‘más equitativo’, ‘más inclusivo’. Un ‘modelo’ de capitalismo con rostro humano, presentado por la doctrina social-cristiana, que se homologa con la social-demócrata, aunque parezcan en algún momento enfrentarse. Ambas sostienen la ‘armonía entre el capital y el trabajo’; al Estado y sus instituciones represivas para afuera y para adentro como garantes de la coexistencia entre explotadores y explotados; a la sacralidad institucional burguesa como la única existente y legítima; y el consiguiente pacifismo de los explotados frente al accionar de las patotas represivas oficiales al servicio de los ricos.

El fascismo de nuevo cuño se acerca a pasos agigantados. Ante la pasividad pequeñoburguesa y sus íconos democráticos es necesario prepararse ideológica, política y militarmente para hacerle frente. Esto significa establecer alianzas con las organizaciones y movimientos ‘progres’, sean socialdemócratas o socialcristianos, para hacerle frente al enemigo común, pero nunca confiar en éstos en cuanto a  cumplir el objetivo de conducir un proceso de liberación nacional y social.

Como siempre, unidad en la diversidad contra el enemigo común: el fascismo, que se aproxima presuroso e infla sus globos de ensayo para ver la reacción popular a lo que pretende hacer. Organización política, ideológica y militar de los trabajadores para llevar el combate hasta las últimas consecuencias: erradicar al fascismo y al capitalismo imperialista que lo engendra en su desesperación histórica.

Si hay guerra contra el pueblo, es y será siempre justa la guerra del pueblo contra sus enemigos.

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