En la entrada de la Fiscalía General del Estado de Puebla confluyeron ayer por la mañana dos grupos diferentes de madres con un mismo dolor: haber perdido a sus hijos. Las buscadoras ignoran dónde se hallan y dedican su existencia a encontrarles. Las que sufren violencia vicaria saben con quién están, pero no pueden ni acercarse. A ambas la institución les cerró las puertas.
Fue una coincidencia generada por el calendario y la sempiterna insensibilidad del poder. El 10 de mayo las madres buscadoras llegaron a la FGE pretendiendo una reunión con su titular, pero éste no se dignó a atenderlas sino hasta las 11:30 del día siguiente, 11 de mayo, en el que se conmemora el Día de la Lucha contra la Violencia Vicaria.
Las representantes en Puebla del Frente Nacional contra La Violencia Vicaria habían convocado a los medios a una rueda en la Fiscalía, donde se encontraba el campamento de las madres buscadoras que ahí tuvieron que quedarse a dormir, para presionar una audiencia con el fiscal.
Al principio, cada grupo estaba en lo suyo y por su lado, pero cuando las víctimas del despojo de sus vástagos por parte de los progenitores subieron las escaleras del inmueble, las mamás que buscan a sus hijos vivos o muertos, por no saber su paradero, les gritaron solidarias con los puños en alto: “¡No están solas!”, “¡No están solas”!, en una estampa que fue muy conmovedora.
Las mamás que luchan contra la violencia vicaria corrieron la misma suerte que las buscadoras: no pudieron entrar al inmueble de la FGE, pero al bajar las escaleras, agradecieron el apoyo de sus compañeras, intercambiaron puntos de vista y todas se solidarizaron con sus respectivas luchas.
De esa forma, sin que hubiera un programa previo, en un mismo sitio y a una misma hora, se hicieron patentes los sufrimientos en carne y hueso de mujeres poblanas que están sometidas a la peor tortura que se les pueda inferir, por la ausencia de sus hijos, en unos casos, arrebatados por los hombres con quienes los procrearon, que las despojan y alejan con el único propósito de causarles daño. Del otro lado, las mujeres que tienen a sus descendientes desaparecidos, sin saber si están vivos o muertos y que, sin embargo, mantienen la esperanza y hacen todo lo posible por encontrarlos.