La parodia genealógica de un político ambicioso. El parentesco imaginario que explica el porqué de las acciones que durante seis años han llevado a Puebla a la crisis social, económica, cultural, ambiental y política, a la persecución y al abandono, al ansia de poder y de perpetuación de ese poder. El entramado familiar que lleva al gobernador Rafael Marrano Bello a ser hijo de uno de los personajes más repudiados de la historia: Adolfo Hitler.
Un escenario abierto y colmado de humor, crítica política y hasta doble sentido. Una historia escrita entre los actores Jesusa Rodríguez, Pedro Miguel, Julia Arnaut y los moneros Rafael Barajas “El Fisgón”, Patricio Ortiz –o simplemente Patricio- y Rafael Pineda “Rapé”, acompañados por Julio Glockner y Aurelio Fernández, que representa una farsa muy parecida a la realidad.
Bajo el nombre de “Mi Luchita”, actores e histriones improvisados representaron el deseo del mandatario estatal Rafael Marrano Bello de traspasar la gubernatura y llegar a ocupar la silla presidencial apoyado en los “malos consejos” de Hitler, quien por azares de la ficción se descubre como su progenitor.
Durante una hora, asentado en el zócalo de San Pedro Cholula, Rafael Marrano Bello –interpretado por Patricio- dejó en claro su deseo político. “A mí me salen los círculos de poder en mi mente cuadrada”, dijo este inusual protagonista acompañado de su fiel subordinado Tony Gallo.
Es a Tony Gallo -un político que no se cansó de cantar en la voz de Rapé-, a quien Marrano Bello dio otros consejos que puede aplicar en su año y ocho meses de gubernatura: que por cada peso que pida se quede con dos, para que él también se ocupe de su futuro político.
“Yo tengo que llegar a la presidencia pero todavía no entiendo cómo”, expuso Marrano Bello y no dudó en llamar a un personaje de su infancia: a su nana Hitler, quien más que su institutriz se descubrió como su padre, enfundado en su histórico traje militar color caqui sobre el cual relució su cruz gamada, símbolo del llamado Tercer Reich alemán.
“No soy tu nana, en realidad soy tu padre”, confesó Hitler –personificado por la reconocida Jesusa Rodríguez- en medio de las carcajadas y la rechifla del público que desbordó las sillas y la lona instalada en la plaza pública.
La noticia para Marrano Bello fue espléndida. “Sabía que venía de una estirpe llamada a conquistar el mundo”, enfatizó mientras Tony Gallo le acercaba una y otra vez un espejo para mirar su rostro soberbio.
Una vez enlazados por el parentesco, Hitler lanzó una serie de preguntas al político, al tiempo que lo regañó por sus constantes berrinches, pataleos y su mala costumbre de aventar celulares a quienes lo colman. “¿Cuántos libros has leído?, ¿a cuántos enemigos metiste a la cárcel?, ¿cómo controlaste el crimen?, ¿cómo has tratado a las mujeres?”, son algunas de las preguntas que hizo Hitler a Marrano Bello mientras se entrenaba en una caminadora para demostrar que, como el presidente Enrique Peña Nieto, está listo para correr toda clase de maratones.
Sobre los libros, Marrano Bello expuso que leyó apenas un par de instructivos además de que tuvo intenciones de leer “La sucesión presidencial” de Francisco y Madero (sic) y otra obra de una autora llamada Sara Mago, ya que tiene como libro de cabecera el “Quióbole con la presidencia” , de un tal Jordi Rosado.
A sus enemigos, dijo ufano, no los pudo matar con sus propias manos, pero sí encarcelar. Así, de los 355 que sí metió a la cárcel presumió el ingreso de “Simitrio” –Rubén Sarabia, líder de la Unión Popular de Vendedores Ambulantes 28 de Octubre- y del ex secretario de Medio Ambiente, Francisco Castillo Montemayor.
Al crimen, en cambio, Marrano Bello dijo que lo controló “como estadista, pensando en los nichos de oportunidad”, por lo que echó mano de los huachicoleros quienes se “han mochado bien” con el gobierno y con su campaña de aspiraciones presidenciales.
Para contradecir dichas presunciones apareció en escena un particular personaje: el Chapo Guzmán –en voz del articulista de La Jornada, Pedro Miguel- quien reconoció en Marrano Bello a su patrón.
A él, le reclamó su extradición a Estados Unidos, el aumento del 20 por ciento que tendrá la exportación de droga hacia dicho país con la llegada del presidente republicano Donald Trump y los muertos que tiene que “cargar” por la ordeña de gasolina.
A los reclamos, Marrano Bello respondió con promesas: con la posibilidad que tendrá de hacer túneles y perforar ductos, y su nombramiento como canciller o secretario de Agricultura cuando él llegue a la presidencia soñada.
Al tratar de responder cómo ha tratado a las mujeres, la arenga de Marrano Bello fue interrumpida por la “Poblanía”, encarnada por la China Poblana –la actriz Julia Arnaut- quien en diversas ocasiones gritó, con la voz de la voceadora de prensa, la realidad: los feminicidios, los presos políticos, la crisis y el endeudamiento.
No obstante, Marrano Bello no se cansó de presumir las leyes que hizo como la ley de Expropiación, la ley Bala y otras que lo “perpetuarán en el poder”; la enorme deuda pública –calculada en más de 76 mil millones de pesos- avalada por el Congreso; la forma en que las televisoras le rinden culto “por su sonrisa y su proverbial simpatía”; y su más grande “genialidad: el hacer obra pública para beneficio privado” lo mismo en Cholula, que en la zona de los Fuertes, el Parque Ecológico y con nuevos hospitales, “todo sin pedir un peso prestado”.
Ante mirada embelesada de Hitler por escuchar los logros de su hijo Marrano Bello, a quien sí imagina en la presidencia de México porque este es un “país desmadrado”, apareció un nuevo personaje: aquel cuyo nombre es el de un pato y su apellido suena como flatulencia: Donald Trump.
“No más mexicanos en mi país, porque el único violador, ladrón y bestia soy yo”, dijo Trump –ironizado por El Fisgón- mientras sostenía un muro como enagua, debajo de su vientre abultado y sus dólares saliéndole de los bolsos del pantalón y el saco.
“Perdóneme que le llamara Huracán, pero fue más bien un halago señor presidente del país más poderoso del mundo. Qué hago yo para llegar y ponerme a su servicio. Quiero culinpinármele (sic) con todo respeto. Si usted quiere le construimos un muro de aquí para allá, y le ponemos el Plan Puebla para allá”, dijo Marrano Bello, ahora él encantado con la presencia de Trump.
Ante la escena, al entusiasmado Hitler no le quedó más que decir otra verdad: que en realidad Marrano Bello es hermano menor de Trump, pues los dos son igual de “arios, de güeros y rubios”, que lucharán por la construcción del muro que será “high”, alto, alto, alto, un grito de Trump que se acompañó de un ademán: aquel hecho por los nazis que les llevaba a levantar, estirar y sostener su mano derecha en lo alto.
Una vez establecida la alianza y la promesa de que serán los mexicanos quienes pagarán por el muro, la China Poblana llamó a la dignidad, a la unión y a la lucha de los ciudadanos para detener esas pretensiones perversas.
Así, al grito de ¡fuera, fuera! entonado por los asistentes, la obra Mi Luchita se tornó en un ejercicio catártico demostrado en los jitomatazos que Marrano Bello, Hitler, Donald Trump y Tony Gallo recibieron, lanzados por los ciudadanos, pero que no llegaron a ellos porque apareció una lona con la imagen de una miscelánea que decía “Mi Luchita”, y la imagen de Moreno Valle que apenas dejaba ver el sonriente rostro de Javier Lozano, imagen que quedó cubierta por las decenas de proyectiles que se embarraron en ella.
“Qué bueno que tengan energía, tomen esto como un momento de entrenamiento, de resistencia pacífica, de dignidad”, concluyó la actriz y performancera Jesusa Rodríguez, todavía vestida como el patético Hitler, ante los aplausos y todavía las gozozas risas del público que asistió al cierre de los Informes Ciudadanos organizados por periodistas, académicos y organizaciones civiles.