Lo que muchos esperábamos después de las elecciones del pasado 5 de junio, se está cumpliendo puntualmente. Una vez que la oligarquía nacional (representada por una partidocracia traidora a los intereses populares) se repartió los gobiernos de las distintas entidades del país y de haber saltado el molesto problema de tener que conseguir el voto popular se emprende la represión contra los movimientos sociales –como el que mantienen los maestros en rechazo a la reforma educativa–, que intentan resistir y oponerse al neoliberalismo que los oprime y trata de anularlos.
Los aparatos ideológicos de control del gobierno sobre la población, no olvidan que la educación es estratégica. Tener el control sobre la formación desde pequeños de los futuros electores, para que después puedan ser manipulados, explotados y despojados al antojo de los gobernantes, es de fundamental importancia para ellos. Por eso, un movimiento pensante, opositor, combativo, es más que un estorbo, es un enemigo que ellos pretenden doblegar y, si se puede, aniquilar.
Por otro lado, un movimiento tan grande y complejo es difícil que pueda ser homogéneo en su ideología, demandas y acciones, por lo que es un deber como padres de familia, trabajadores, profesionales, militantes de algún movimiento social y político y ciudadanos, participar para que este movimiento no olvide los principios pedagógicos que buscan la formación del que, alguna vez, se denominó el hombre nuevo, un ser humano solidario, con conciencia de clase, racional en el uso y aprovechamiento de los recursos naturales, respetuoso de la diversidad, tal vez como alguna vez lo soñó sencillamente el Che Guevara en la carta a sus hijos antes de partir hacia Bolivia en la continuación de su lucha.