Jueves, octubre 3, 2024

Los mostros

“A mí… las calacas me pelan los dientes”

(dicho popular)

El mundo de los monstruos abarca a todas las culturas casi sin excepción y está relacionado con lo negativo, con lo oscuro, con lo malo y por supuesto con lo sobrenatural y por lo tanto existe un rechazo generalizado a todo aquello que se considere monstruoso, raro y anormal; en suma, todo aquello que es diferente y genera miedo, repulsión, aversión y otras emociones desagradables. Los niños, desde muy pequeños, son iniciados en el conocimiento de esas criaturas horribles por la propia familia y por la gente cercana a ellos, quienes se encargan de fomentarles la percepción de los monstruos como encarnaciones del mal y ejecutores de castigos diversos; es decir, de algunas monstruosidades. Hace algunas generaciones los engendros del mal —de pura cepa mexicana— eran el “coco”, “el cadejo”, “el ánima de Sayula”, “el viejo del costal”, los aluxes, los robachicos, “la llorona”, “los chaneques”, “el catrín”, la “bruja escaldufa”, “el muerto”, el “nahual”, la momia, los “aluxes,” “el chamuco”, la “Xtabay” y el “Huay Chivo”, quienes tenían a su cargo el suministro de los sustos y estremecimientos dedicados a las escuinclas y escuincles mal portados, desobedientes y chillones.

Hoy día esos monstruos están a la baja y han sido reemplazados, en parte, por engendros contemporáneos y globalizados como vampiros, granaderos, ultraderechistas, alienígenas, orcos, asesinos seriales, zombis, violadores, ciborgs, pederastas, terroristas, tratantes de personas, sionistas, narcos y otros especímenes del mal, cuya mayoría son modelos de una perversidad real y descarnada. La invención de monstruos que acechan al ser humano es ya muy vieja y responde a diversos propósitos que van desde el control de las personas por parte del poder, la imposición ideológica; la segregación de los “otros” y de “lo otro”, de aquello que es distinto a nosotros; la discriminación étnica, religiosa y muchos otros argumentos y demostraciones que utilizan el miedo como instrumento para conseguir sus objetivos.

Drácula[1], “hijo del diablo”

Entre los monstruos clásicos destacan aquellos seres a los que la creencia popular les endilga el poder de transformarse en animales considerados como repugnantes o depredadores. En este caso están los murciélagos hematófagos o vampiros, chupadores de sangre, que se dice que son ratones alados y que se encuentran relacionados con el diablo. Desde el siglo xviii se “documentaron” casos de vampirismo con extrañas manifestaciones que la ciencia acabó explicando cabalmente. Fue el monje benedictino Agustín Calmet quien en 1751 escribió la obra Traité sur les apparitions des esprits et sur vampires oú les revenants de Hongrie, de Moravie [2], cuyo último volumen está dedicado a los vampiros el cual sentó las bases de la literatura sobre estos seres. Sobresale la novela Drácula de Bram Stoker publicada en 1897 cuyo protagonista, el conde Drácula, ha sido el arquetipo de los vampiros humanos “chupasangres” tanto de los textos literarios como de los medios audiovisuales.

Homo homini lupus

Los “hombres lobo”, que merced a un conjuro, se convierten en las noches de luna llena en estos animales suelen confundirse con personas cuyo exagerado hirsutismo, llamado medicamente hipertricosis, corresponde a una enfermedad. En el caso de los “hombres lobo”, se trata en la mayoría de los casos de una rara mutación genética y otros padecimientos igualmente excepcionales; pero que, al ser difundidos, en un principio de boca en boca y ahora por los medios de comunicación, han generado en muchas personas una abierta repulsión y la creencia —que ha sustentado al mito— que se trata de seres que pueden convertirse en lobos con supuestos propósitos malignos. El nahual es una creencia firmemente arraigada en las culturas amerindias la cual no tenía necesariamente connotaciones negativas hasta que, durante el periodo colonial, los clérigos católicos lo demonizaron y lo convirtieron en una criatura diabólica.

La legión de los monstruos

Los monstruos de todo tipo forman una verdadera caterva de engendros que han sido aceptados por la ignorancia y por el miedo, el cual ha sido intencionalmente inducido por el poder a través de sus canales de “persuasión” que van desde la fuerza autoritaria del estado hasta la manipulación que se ejerce a través de la influencia de los medios de comunicación masiva y de la mediación de los “líderes” morales de la sociedad (clérigos e intelectuales) que legitiman las ideas y acciones de los poderosos. Cualquiera de nosotros, de nuestro grupo social, de nuestras posturas políticas e ideológica, de nuestras preferencias sexuales, de nuestro aspecto físico, de nuestra apariencia; aun de nuestros países podemos convertirnos en monstruos si así lo decide el poder dominante. Por decisión de los gringos son monstruos los árabes, los chinos, los cubanos, los venezolanos, los indocumentados, los coreanos, los vietnamitas, los rusos y también los mexicanos, centroamericanos y haitianos a decir de Trump. El problema es que muchos cándidos repiten o “replican”, dicho con la “modita” de ahora, estas calumnias que revelan este mundo bipolar, constituido por buenos por siempre y los malos en turno.

Fenómenos de circo

Quienes tienen la desgracia de enfrentar enfermedades o malformaciones físicas ostensibles y desproporcionadas, el habla popular los señala como “fenómenos”[3] o también integrantes del freak show —como les llaman los agringados— y los segrega socialmente por su apariencia grotesca. Desde el siglo xviii, pero principalmente en el xix se buscó exhibirlos en los circos y en los gabinetes de la ciencia. Muchas de estas personas trataron de ganarse la vida de manera pública, pero el rechazo social les impidió hacerlo y finalmente acabaron formando parte de los espectáculos circenses, como fenómenos, al no tener otra alternativa. Las familias ricas ocultaban completamente la existencia de sus parientes deformes para apartarlos de la vista de los demás o en ocasiones los confinaban en residencias rurales de por vida por la vergüenza que causaban a sus familias.

Los enanos, “la mujer barbuda”, los negros albinos, el hombre más alto del mundo, “el hombre elefante”, “el esqueleto viviente” y personas con diversos padecimientos como obesidad mórbida, raquitismo, gigantismo, desproporciones anatómicas como acondroplasia, elefantiasis, personas con sindactilia (fusión de los dedos de las manos y de los pies), ectrodactilia (manos en pinza de langosta), microcefalia y muchas otras enfermedades deformantes y afecciones cutáneas son considerados especímenes de la monstruosidad y han sido exhibidos en circos y en gabinetes ambulantes de curiosidades y con frecuencia estos desgraciados seres completan su exposición con atavíos extravagantes y eran obligados a ejecutar ciertos papeles teatrales con los que se buscaba impresionar a los espectadores, los que consistían en gruñidos feroces, gritos, aspavientos inesperados, muecas grotescas, etc. Para su desgracia, ni la muerte los salvaba de la exhibición pública ya que muchos de ellos, al morir, pasaban a formar parte de las “rarezas” que ofrecían algunos museos llamados de lo “increíble”.

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Zoológicos humanos

Los “zoológicos humanos”[4] fueron espectáculos muy difundidos en Europa y en los Estados Unidos durante el último tercio del siglo xix y consistían en exhibir públicamente a seres humanos considerados como “primitivos” o “salvajes”. El origen de esta práctica es muy antiguo, se encuentra documentado en Roma, pero estaba reservada únicamente a los emperadores En la Edad Media los reyes y la alta nobleza se entretenían con las evoluciones de enanos bufones o se examinaba con curiosidad morbosa a personas procedentes de diversas etnias de África o de América, principalmente. En ocasiones eran llamadas “exposiciones etnológicas” y se buscaba ambientar la presencia de estas personas con escenografías que imitaban toscamente los entornos naturales donde vivían los “bárbaros”. La civilizada Europa afirmaba así su “superioridad” étnica presentando en sus principales capitales a estos “salvajes” a los que se ofrecía, pese a su “inferioridad”, una piadosa redención por parte de los güeros.

Normales y anormales

¡Nosotros somos los normales! Así lo afirmaba una “fina damita” que trataba de establecer una complicidad conmigo en este asunto al referirse a algunas personas que ella consideraba fuera de la norma por su aspecto, su lenguaje y su gesticulación; lo curioso es que no eran extranjeros, sino paisanos alejados un poco del estereotipo del clasemediero convencional. Sin embargo, cuando esta misma damita se refería a europeos o estadunidenses no cabía la xenofobia que sí aplicaba a los migrantes de países pobres. ¿Clasismo, racismo o una combinación de estas ideas rancias? Probablemente sí, porque el núcleo de tal aseveración era distinguir a quienes no eran “iguales” o semejantes a ella o “gcu” (gente como uno) como decían algunos estudiantes de instituciones educativas privadas para diferenciarse del personal de servicios de su propia escuela, así como de los alumnos de instituciones públicas. A fin de cuentas, lo normal y lo anormal resultan caras de una misma moneda y se trata de percepciones subjetivas.

Se distingue entonces a lo “normal” como lo bueno, como lo deseable y aquello que se considera “anormal” como malo, como indeseable. De esta manera el nacionalismo extremo que es por definición excluyente propone una superioridad de los “auténticos” que conduce a una estigmatización de los “otros”. Unos amigos me contaron que en una reunión en la que se encontraban, una señora se manifestaba muy indignada, porque se refirieran a “ellos” —los de su clase social— como “fifís” ya que lo consideraba ofensivo y se sentía una víctima inocente de una manifiesta y reciente polarización social promovida por un personaje público; pero lo que no pasó por la cabecita de esta señora es que muchos de esos fifís se han expresado habitualmente de otras personas en forma discriminatoria como “indios patarajadas”, “bajados del cerro a tamborazos”, “nacos”; “gatas”, “chachas”, “mi muchacha” y “gatos” a la gente que se ocupa del trabajo doméstico; “chairos”, mugrosos, gente “raspa”, plebe, “macuarros”, “chúntaros”, “pelados”, “inditos”, “corrientes”, “pelafustanes”, “muertos de hambre”, “jodidos”, etcétera. Esta conveniente falla de la memoria de algunas personas corresponde precisamente a una auténtica sociedad polarizada que desde siempre ha tratado de marcar diferencias sustanciales con quienes se consideran distintos por su color de piel, sus rasgos físicos, así como por su condición social y económica. El origen de estas ideas seguramente proviene de la época colonial en la que se estableció un enmarañado sistema de castas que calificó y jerarquizó a las diversas mezclas étnicas.

Me gustan las altas y las chaparritas, las flacas, las gordas y las chiquititas, solteras y viudas y divorciaditas, me encantan las chatas de caras bonitas. ¡Ay la ra la, Ay la ra la![5]

Algunos monstruos se encuentran enquistados, cual parásitos, en las enrevesadas circunvoluciones cerebrales de algunas personas las cuales tratan de explicar, como “natural”, su aversión a personas y a grupos sociales que ellos consideran distintos y aun contrarios a los suyos. Cualquiera puede darse cuenta que la diversidad humana es inmensa y comprende un sinnúmero de características biológicas y culturales. Esto, que es una realidad palmaria para muchos, conflictúa a algunas personas que juzgan a sus no tan prójimos por sus rasgos físicos para discriminar de entre ellos la belleza y la fealdad, lo normal y lo anormal, lo bueno y lo malo, en función de sus experiencias y de un conjunto de ideas preconcebidas, de parámetros racistas y clasistas que aplican sin otras consideraciones. “Mayormente se habla de diferencias de género, raza, etnia, edad, creencias religiosas, estatus socioeconómico, lenguaje, orientación sexual, identidad sexual, cultura, origen geográfico, discapacidades, entre otros.[6]

Es bueno fregar con jabón, pero no con escobeta

Así se crean los monstruos, en una especie de teratología social, que identifica a otros no solo como diferentes, sino repulsivos. Entre los miedos y aversiones es frecuente la homofobia, aversión en contra de los homosexuales y aquellos que ejercen su diversidad sexual; la xenofobia en contra de los extranjeros, la cual se llama mixofobia cuando estos forasteros son inmigrantes negros, asiáticos o amerindios; la aporofobia, término recién acuñado, que constituye un miedo y rechazo a la pobreza, así como a las personas pobres en donde no cuentan para nada las ideas evangélicas que en las sagradas escrituras se refieren a los desposeídos. La conformofobia que es el miedo patológico a ser el elemento diferente de un grupo y la necesidad irracional de coincidir con él para ser aceptado La heterofobia es un miedo a la heterosexualidad o miedo y aversión a las manifestaciones de la masculinidad y a la femineidad, muy semejante a la misantropía; es decir, un odio hacia la especie humana. El misántropo busca obsesivamente los defectos morales, estéticos, intelectuales de la especie humana sin distinción alguna, es un portador de un pesimismo camorrero que combate contra todos y por todo y nunca se encuentra medianamente conforme en este mundo, siempre carga con una jeta y un tufo de vinagrillo.

Existe una infinidad de películas, de textos literarios, literatura médica, música, creaciones de artes plásticas, relatos, mitos y leyendas con el tema de los monstruos el cual se encuentra presente en la vida cotidiana de todos, por lo que desde muy pequeños estamos obligados a hacerles frente. El antídoto seguro en contra de los monstruos es inculcar en los niños, principalmente, el respeto a todos, a lo diverso, a lo que siendo solo diferente no cumple con la norma. Después es muy difícil exorcizar a esos espantajos que se encuentran casi siempre debajo de la cama y nos hacen complicada la vida en sociedad. El cuento tradicional francés La Bella y la Bestia”, del que se apropió la empresa de Walt Disney, cuya primera versión fue publicada a mediados del siglo xviii, tiene diversas interpretaciones una de las cuales sitúa a la Bestia como un maltratador que es redimido por el amor de Bella y me hace pensar en aquellas mujeres que dicen que, por su amor, que todo lo puede, va a hacer cambiar al macho beodo, infiel y golpeador con el que se casan.

El tren que corría por la ancha vía era… “La Bestia”

Existe otra “bestia” mortífera y se trata del tren de carga (de la empresa Ferromex) que cubre diversas rutas, una de las cuales inicia en Tapachula, continua por poblaciones del estado de Chiapas y llega a Coatzacoalcos, Veracruz, continua su trayecto hacia Tehuacán y la ciudad de Puebla, sigue a Ecatepec, Estado de México y en su rama occidental, después de muchas paradas, llega hasta Tijuana, Baja California. Se trata de una verdadera “bestia” que cobra un tributo en vidas humanas y mutilaciones entre los migrantes. El que consigue llegar a la frontera con los Estados Unidos se enfrenta con la “migra” y las peligrosas bestias de “cazadores” de indocumentados, que son algunos rancheros gringos que se “divierten” matando a personas que ingresan a territorio estadunidense, lo cual en el estado de Arizona está a punto de convertirse en acción legal: el asesinato de migrantes.

Los monstruos están entre nosotros y algunos de ellos residen en nuestras mentes. Debemos someterlos, porque de no hacerlo, nosotros mismos podríamos convertirnos en criaturas monstruosas. Nos consta que en la sociedad hay muchos vampiros “chupa sangre”, que existen muchos “hombres y mujeres lobo” que se abalanzan sobre los bienes públicos, que hay seres que están hechos con retazos a la manera de Frankenstein y que brincan de un partido político a otro y también los monstruos de La Laguna (Coahuila), los de Inverforx, recientemente denunciados por fraude.

¡Por monstruos, no paramos!

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[1] Stoker, Bram. Drácula. [Recurso digital consultado: septiembre de 2023]. https://es.singlelogin.re/book/875835/160fda/dracula.html

[2] Calmet, Agustin. Tratado sobre los vampiros. Epulibre. Z-Library [Recurso digital consultado: noviembre de 2023]. https://es.singlelogin.re/book/16511037/40f293/tratado-sobre-los-vampiros.html

[3] Hernández, Bertha.  Crónica Nacional (17/06/2024). Seres extraños: entre los circos y los museos. [Recurso digital consultado: julio 2024] https://www.cronica.com.mx/nacional/seres-extranos-circos-museos.html

[4] Sánchez Arteaga, Juanma. Asclepio. Revista de Historia de la Medicina y de la Ciencia, 2010, vol. LXII, nº 1, enero-junio, págs. 269-292, ISSN: 0210-4466. La antropología física y los “zoológicos humanos”: exhibiciones de indígenas como práctica de popularización científica en el umbral del siglo xx. [Recurso digital consultado: abril 2020]. https://asclepio.revistas.csic.es/index.php/asclepio/article/download/305/301/303

[5] Canción “El aventurero” del compositor Paco Michel

[6] Diversidad. Enciclopedia concepto. Ed. Etecé. [Recurso digital consultado: febrero de 2023]. https://concepto.de/que-es-diversidad/

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